jueves, 28 de junio de 2007

CUENTOS DEL PUMAREJO

LA PROCESION DE IMPEDIDOS

Llegada que sea la hora del “angelus”, nuestra querida plaza se convierte en abierta universidad donde hacen obligada y lamentable “estación de penitencia”, una famélica legión …estos escogidos bienaventurados por el evangelio, pertenecen a la deplorable hermandad de los indigentes, inmigrantes, “sintechos”, vagabundos y toxicómanos de cualquier raza o condición , que protagonizan la más escandalosa, trágica y vergonzante “procesión de impedidos” a que hubiera lugar en un presumido estado de derecho. Todos buscan el pan de la caridad que administran –desde el comedor ubicado en una calle anexa a la plaza- las religiosas consagradas a estos menesteres. Los veremos desfilar con parsimonia y resignación, reflejando en sus malogrados rostros una expresión que va de la radiante alegría a la deprimente tristeza, pasando por todas las paradas eventuales del ánimo hasta la terminal del desdén. Observaremos a su paso, los diferentes aspectos que lucen estos desposeídos; desde la pulcritud y dignidad que confiere un evidente aseo diario, hasta el rechazo flagrante que caracteriza a los más andrajosos y macilentos. Sin distinción de edad o sexo, color o raza, desfilará el tullido, el minusválido, el lesionado, el enfermo crónico, el toxicómano, el infestado por el virus de la inmunodeficiencia adquirida, el esquizofrénico, el demente, junto con la descomunal matrona pordiosera y pertrechada con la casa en un carrito de supermercado, el anciano decrépito por el alfeimer, el gitano, el chatarrero, el ropavejero, el bohemio, el artista y todos cuantos quiera la imaginación poder enunciar sin temor a equivocarse. Pero sobre todos ellos, el hecho que más conmueve y hace saltar la sirena de la alarma social, es contemplar la nutrida representación de jóvenes , adolescentes, menores de treinta años, como flores marchitas, que pasean sus polvorientos palmitos , tocados con gorras multicolores, luciendo sus grasientos torsos pintarrajeados de tatuajes con barbas de tres días, la mayoría visten pantalones vaqueros, otros llevan puesto extravagantes bermudas y calzan raídos botines o ridículas babuchas y alpargatas de auténtica miseria. Todo un monumental espectáculo, digno de la mejor picaresca cervantina, que pone de manifiesto el desequilibrio social de un estado de derechos sin resolver. Desde las doce del mediodía, hasta pasadas las tres de la tarde, trascurre el intenso hormigueo que circula por estos andurriales, consagrado a la ingrata labor de recolectar cigarrillos o cobrar limosnas al pueblo soberano en calidad de aparcacoches improvisado. Pasada la procesión , la recoleta plaza recobra su tensa calma habitual , quedando relegada a la toma de posesión de los bancos que adornan su superficie y que son ocupados habitualmente por los más allegados. Verano de 1.998

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