sábado, 1 de diciembre de 2007

CARTA A DICIEMBRE

Se me agolpan las sensaciones al recibirte, se mezclan con los tópicos de este desenfrenado reclamo publicitario que te precede, cada año con mayor antelación, pero por encima de todo te estaba esperando con los brazos abiertos y nunca mejor dicho, como los tiene el Amor. Me ha alegrado siempre tu llegada –desde que tengo uso de razón, aunque la razón no la use más que para ilusionarme con el sonido de campanilleros y luces que traes de fondo. Banda sonora de nuestra vida que resuena en los pretiles del recuerdo con alegría. Es una alegría tan fuerte la que transmites –Diciembre- que a veces nos haces llorar de emoción y la confundimos con la tristeza, cuando no es más que el reflejo de los seres queridos que nos reunieron en familia estos días y que ahora nos faltan. Por el atrio de San Antonio Abad un aroma prematuro de azahar, corta el frío de la noche, desde lo alto de la espadaña, se despliegan los gallardetes de víspera, el aire sabe a coplas de Miguel Cid y D. Mateo Alemán se estremece en su lecho. Las cosas de Sevilla tienen mucho que ver y que contar de ti, venturoso Diciembre, hasta la Pontificia Roma, se inclinó ante el juramentado voto de tu octavo día, plaza celeste y blanca del triunfo ganada a espada si es preciso sopena de derramar la última gota de nuestra sangre. Sangre de mariana fe que se lava en las aguas esmeraldas de la Esperanza, mientras mira como beben los peces en el río. Sabes milagroso Diciembre, tu bien lo sabes, que en Sevilla –solo en Sevilla- hay Esperanza antes que vida o no hay vida sin Esperanza, que viene a ser lo mismo. Por eso la Señora, antes de dar a Luz al mejor de los nacidos, se nos muestra como torre de marfil, para que le besemos la mano, convirtiendo la humildad de Belen en casa de oro y arca de la bendita alianza desde la resolana a Pureza, pasando por Castilla, puerta Carmona o la Trinidad. Por lo menos, aunque solo fuera por una vez al año, los hombres nos sentimos más solidarios, aunque la caridad verdadera sea compartir lo que tenemos con los demás, también sirve el deseo de disfrutar esta abundancia efímera en la que nadamos, envueltos en oropeles y celofán; también sirve –querido Diciembre- el resplandor de esta Navidad que hace que veamos con mayor nitidez, la diferencia abismal que separa la riqueza de la pobreza y nos sintamos obligados a parar el fuego de las armas; pactar treguas con la violencia de todo tipo; compartir mesa, confites y cava con los más desfavorecidos y llevar a cualquier rincón del mundo la Paz de esa Estrella de oriente que nos anuncia el nacimiento de Jesús del Gran Poder. Ya sólo por eso, eres bendito –prodigioso Diciembre- Y no tengo más remedio que abrazarte lleno de regocijo, desempolvando el pellejo de mi vieja pandereta, mientras acaricio las figuras de mi Belén entrañable. Tuyo afectísimo. Ojival.

martes, 27 de noviembre de 2007

PAPA NOÉS

La idea era tan sencilla que resultó difícil creer que tuviera tanto éxito. Surgió desde la sencillez con que piensan las gentes de pueblo con su cura al frente por una noble causa. Mira tú por donde en la vecina localidad de Los Palacios ha empezado, sin intimidación alguna, la más feliz y pacífica ofensiva contra aquel personaje navideño importado que se nos colaba hasta nuestros hogares, escalando las terrazas y ventanas como un caco. Caco rechoncho con uniforme rojo y luengas barbas, que podía engañar a los niños anticipándose a los Magos de Oriente, pero que siempre terminaba vencido en Enero por nuestras Majestades los Reyes. Papá Noés, nunca lo ha sido –menos aquí- donde la blanca Navidad no viene con nieve de Hooliwood envuelta en las superproducciones que se estrenan en las mejores salas de Cine. Ese Santa mal sonante embaucador con su jo-jo-jo, no tiene nada que hacer con sus campanitas de remo, ante el cántaro y la alpargata, la pandereta y el almirez de los campanilleros de Bormujos. Y se le tiene que caer la cara de vergüenza cuando tras los cristales de nuestras casas, descubre al Niño Manué, cuya sonrisa es la más pura y auténtica consumación de la Navidad. Por eso a este cura del pueblo de Los Palacios que ha puesto en marcha la brillante idea que todos habíamos pensado alguna vez, yo le aplaudo con todas mis fuerzas y en su honor que es el de los cristianos, devotos y belenistas del auténtico protagonista de estas próximas Fiestas, colgaré en mi terraza, la bandera que ha tenido a bien promocionar con la imagen del Niño, el Niño que siempre fuimos, el niño que cada Diciembre esperamos para adorarlo al compás de Villancicos y aroma a turrón y alfajores.

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