jueves, 9 de octubre de 2008

DIOS DIRÁ

DIOS DIRÁ ¡Vámonos, Francisco que tu puedes!, te sobran fuerzas para llevar al Señor de la Divina Misericordia un viernes de Dolores, como te sobran fuerzas para estrenar la ilusión de tu costal el Domingo de Ramos, bajo las trabajadoras del Señor de la Sagrada Cena; como nunca te han faltado para levantar el costero de la Virgen de Gracia y Amparo y vibrar con la Caridad del Baratillo con aires de pasodoble torero. ¡Paquito, que tu puedes!, será lo que Dios diga, lo que dicte tu Cristo de los gitanos a partir de mañana, cuando te iguale en el quirófano de la mala tarde que la tiene cualquiera, y se haga su Voluntad en las largas veladas de ensayo y rehabilitación que te esperan. No te duele el dolor de la fractura, ni te asusta lo complicado de su intervención quirúrgica. Te puede sólo la rabia y la impotencia, el reloj implacable de unas fechas que inexorablemente caen encima de tu pensamiento, con más kilos que el suntuoso palio de la Virgen del Subterraneo. Lucha con esta trabajadora indeseable de la vida, aprieta los dientes, mete riñones, kilo –mi arma, que tu puedes- y si el Señor de la Salud no quiere, acepta su Divina Voluntad, porque él como buen calé, sabe escribir derecho en los renglones torcidos. Cuando el efecto de la anestesia te pose en los brazos de Morfeo, soñarás con tus voces de terno negro, la voz suave y al mismo tiempo recia de Rafael Díaz, tu capataz paterno, ese que llora mandando y comparte el peso de la responsabilidad, mimando a la buena gente que quiere a su madre Santísima: ¡Paquito, llámate –mi arma- no se puede hacer mejor, qué obediente ere, corazón! Y oirás también la voz de su hijo Rafael, el largo y cálido abrazo de quienes saben que eres su peón de confianza, garantía de entrega y casta: ¡Kilo, duro con él valiente!...y todos los miembros de las cuadrillas, saldrán a tu encuentro para hacerte el relevo que te mereces. Y tú como obediente que eres, en eso no te gana nadie, aprenderás de memoria la lección que nunca acaba de enseñarnos la vida y alguien que te quiere bien sentenció al verte postrado en esa cama: “compadre, si hubieras sacado el domingo a la Virgen de la Encarnación no estarías así”. ¡Vámonos, Francisco que tu puedes! Y mañana, Dios dirá, Tu Cristo de los Gitanos, nuestro Padre Jesús de la Salud y no hay nada que temer puesto que estas en buenas manos: ¡Vámonos –kiko mi arma- que tu puedes!.
A mi cuñado Kiko, que quiero como a un hijo; por si no lo sabe.

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