martes, 20 de enero de 2009

LA ROSA DE SAN LORENZO




LA ROSA DE SAN LORENZO La natural belleza de María provocaba el jolgorio de los pajarillos del corral, que en sus jaulas sencillas, le cantaban las mañanitas como al mismísimo Rey David. Su cara fresca, enjuagada por infusión de rosas. Su pelo negro y ondulado a la moda de los felices veinte años; su figura esbelta y sus piernas interminables, aireaban el fuego de los más inconfesables deseos en toda la feligresía masculina, así como el rumor infame en las lenguas de doble filo. María salía a la misma hora, todas las mañanas a entregar sus encargos de modistilla y era tal la gracia y el garbo de sus largos andares, que los hombres aprovechaban cualquier excusa para verla de pasar. El zapatero hacía como que estaba barriendo su puerta; el tabernero mareaba los barriles; el guarnicionero sacudía las pieles; el tendero remangaba las sacas de legumbres y todos volvían la cara lanzando sus ayes al aire: “si tú quisieras María”… La niña del Dulce Nombre, ejercía su oficio en las casas señoriales del barrio de San Lorenzo y la collación de San Vicente; casas donde servía a las ilustres damas en el corte y confección de encajes de chantillí y sedas de damasco que transformaba –con la delicadeza de sus manos- en primorosos visillos y suntuosas cortinas. En los patios florecidos de limón y primavera o refugiada de la inclemencia del tiempo, en los perfumados corredores de geranios y gitanillas, la hermosa doncella, había tenido que soportar –entre puntada y puntada- el asedio silenciado de los “señoritos” aduladores, que aguardaban su turno para clavar el aguijón de las deshonestas insinuaciones a la joven. Por aquel tiempo, había establecido casa-taller en la calle San Vicente, un joven escultor, llamado a ser el gran revulsivo de la imagineria moderna en la Semana Santa de Sevilla. Quedose prendado el joven maestro, no más contemplar el rostro y hechuras de la Niña del Dulce Nombre. No tardó el escultor, en mandar recado a la joven a través de su aprendiz de confianza al objeto de encargar a María un trabajo de alta costura para su taller. La hermosa doncella, acudió solícita a la cita en el lugar y fecha indicado. El imaginero la estaba esperando y al ser anunciada, la recibió con todo el rigor de su cortesía; le rogó que tomara asiento frente a la mesa de su despacho y se despojó de la bata de faena para rendir honores a la abrumadora belleza que tenía delante. Al instante que clavó sus ojos en las pupilas melosas de María, tomó conciencia de su sueño de artista convertido en realidad. Aquel ideal de belleza inalcanzable, que tantas noches lo había mantenido en duermevela, se mostraba ante sus ojos cobrando cuerpo y forma. La cara de María era el rostro vivo y palpitante de la dolorosa sevillana, prototipo de mujer andaluza; estaba dibujada en la tersura de su frente; en la caida armoniosa de sus párpados; la veía claramente reflejada en la profundidad de sus ojos, en la perfecta ladera de su nariz , en el sereno rubor de sus mejillas y en la comisura de sus labios fragantes. Antonio, que así se llamaba el escultor; no pudo ni un momento ocultárselo a la joven: María, tiene que posar para mí. Vd, es el modelo que yo estaba buscando…no puede ser otra…María, se lo ruego encarecidamente, disculpe mi atrevimiento y osadía. La joven, se sintió en primera instancia ofendida, frunció el seño, se hizo ostensible su enojo y cierto aire de indignación nublaron la expresión de sus gestos; un deseo irrefrenable de salir corriendo del despacho le asaltaba en la mente, sin embargo sus piernas se aflojaron y las gotas de un sudor frío perlaron su frente como lágrimas de dolorosa. Pero –por favor, Don Antonio, bastante fama tengo ya en el barrio, como para frecuentar su taller en calidad de modelo- lo siento pero se ha equivocado de persona. -María escúcheme, se lo suplico- sólo le pido una tarde...quizás una mañana más, el tiempo preciso que tarde la luz en recrearse en su cara y acariciar sus manos. Si Vd. no lo entiende, hágalo al menos por amor al arte y si es mujer temerosa de Dios -como supongo- su Madre Santísima sabrá premiárselo con creces. Se lo aseguro, María. ..
A los pocos meses de la entrevista, Antonio entregaba su primera Imagen Dolorosa para Sevilla a una Cofradía cercana al taller. Cuando los oficiales de la junta de gobierno, presenciaron la obra terminada, se miraron unos a otros estupefactos. El escultor intercedió de inmediato, para romper el asombroso silencio que se había producido en el habitáculo: ¿Señores, es que acaso la imagen no es de su agrado?. Todo lo contrario, replicó el hermano mayor de la Cofradía, su belleza es abrumadora, pero sus rasgos parecen tan humanos que es la viva imagen de María:- la rosa de San Lorenzo-. Pese al parecido asombroso con la vecina más hermosa del barrio -añadió el máximo dignatario de la Hermandad- dejemos que Sevilla otorgue y saquémosla bajo palio este año. La reacción no se hizo esperar, cuando la Virgen salió esa Semana Santa, a su paso por las calles del barrio, todo el mundo prendado por la belleza de la nueva Dolorosa, comentaba al verla: miralá -si es María, la Niña del Dulce Nombre-.
Mientras en algún patio de San Lorenzo, una rosa se marchitaba en silencio -puntada a puntada-tejiendo la propia mortaja de un amor imposible. Terminada la Semana Santa de aquel año, Antonio, tuvo que suavisar los rasgos de la Dolorosa, por unanimidad de la Junta de Gobierno de la citada cofradía.

7 comentarios:

  1. Esta entrada se la quiero dedicar expresamente a nuestro querido y admirado Profesor, que en la noche de ayer martes hizo que pasaramos un rato inolvidable en la puesta de largo de su libro El ALMA-naque de Sevilla -como bién señaló maese rancio, un libro con alma, una noche cargada de magia, en la que -entre otras cosas- tuve el placer de conocer a grandes y admirados blogueros, como el caso de ANÓNIMO DE CASTILLA, JUANMA, DEL PORVENIR y a esa DAMA de sevillano nombre, que llevaba a gala su anonimato. En fín profesor que fué todo un placer y al mismo tiempo un lujo, llevarme impresa su dedicatoria en una de sus páginas tan natural de Sevilla. GRACIAS

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  2. Preciosa manera de contar una historia de las que engrandecen nuestra querida Semana Santa. Y magnífica dedicatoria. Yo también estuve en el acto de ayer que fue todo un lujo y, como dijo uno de los presentadores, una experiencia casi religiosa.

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  3. Que manera más exquisita de escribir, de gusto perderse entre sus palabras.

    Un abrazo, me alegro que lo pasaran bien en tan buena compañía.

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  4. Una bellísima entrada que hace que vuelva a sentir tus palabras, vivas como siempre, mi querido amigo Antonio.

    Ayer no pude quedarme mucho tiempo y tuve que irme rápidamente, pero me gustaría que nos viéramos otro día amigo mío.

    Un abrazo enorme.

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  5. Que maravilla de entrada. Es una de las leyendas mas bonitas de la Semana Santa...aunque yo conocía otra variante...supongo que leyendo entre lineas es la misma.

    Enhorabuena por el escrito...es emocionante.

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  6. Hay que ver que me lo perdí, y me he enterado por Dama, hace unos minutillos.... con las ganas que tengo de conoceros y estrecharos la mano a todos... Bueno, a lo que íbamos, no merece mejor entrada, Aquella que presume de ser "la gracia de Sevilla bajo palio"...
    Enhorabuena. Un fuerte abrazo

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  7. Mi querido Edward, podía ser María Cos, la variante a la que tú te refieres, de cuyo retrato sacó D. Antonio el rostro del Dulce nombre y era bailarina...pero es que me gusta tanto jugar con la historia que muchas veces mi imaginación no se resiste a recrearla a su antojo, con todo el respeto del mundo, en este caso y con permiso de los lectores, le he adjudicado el a María Cos el oficio de modista, pensando en mi madre, que lo era. Un abrazo a todos y gracias por tanta generosidad.

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