sábado, 11 de junio de 2011

Mía madre

En la dimensión espiritual, allí donde el cuerpo no precisa cuidados ni atenciones, la madre se habrá encontrado con la Paz de los que sienten pero no padecen. Gozando de esa luz inmarcesible que concede la ciencia infusa estos días previos a Pentecostés, se habrá fundido con el esplendor de los campos, con la belleza pintoresca del camino perfumado por la resina balsámica del eucaliptal y los pinos, mezclada entre la gente –peregrina, caminante hacia las marismas azules. Ungida y exenta por la gracia, reconocerá el reino de nuestras almas, donde el paráclito en forma de blanca paloma gobierna con su cetro de paz y justicia, señalando el camino, la verdad y la vida. Hecha rayo de luz difuminado entre las ramas, lubricán del solano que alisa las arenas, cualquier noche de “pará” tras el rosario vespertino y letanías, se habrá encontrado con el Padre –su marido- el hombre al que tanto quiso en vida y lloró con lágrimas de fiel esposa. Cogidos de la mano, sin nada que explicar porque todo es don sabido por la lengua del fuego, cortarán esa flor del romero que florece cuando duermen los vencejos. Como saben las madres velar el sueño de sus hijos, como saben las madres, curar las heridas con vendas sigilosas de suspiros; como saben las madres perdonar como maestras del amor, las faltas –que por graves y mortales- merecen mayor indulgencia, como saben las madres mantener encendido en la noche, el simpecado y repujar con la luz de la luna la plata de la carreta, donde descansa, vestido de pastorcito, el cordero. Mas allá donde los hombres disimulan con ruido de cohetes, juerga y tambor, la llamada de una fe desbordante, el espíritu se manifiesta, atando y desatando en vida, los lazos que dejaron pendientes familiares y deudos. Cubierta por el rocío de los ángeles y santos, la imagino cortando los lirios y amapolas para ofrecerlos en su presentación. Doy fe que respiro su aura, que siento su protección, como el calor de vela de promesa que ha encendido para iluminar el resto de mis días. Incluso me atrevería a expresar su santa voluntad por la fuerza inaudita que me inflinge en estos momentos tan duros. Como sabe una madre permanecer al lado de sus hijos, incluso en el fragor de su ausencia ireparable.




lunes, 6 de junio de 2011

Ahora y en la Hora

Volvemos de la playa de Rota...Volvemos con las huellas salmoteadas del levante gaditano. Ayer ví un vapor en lontananza cruzando la bahía a lo lejos: pensé: en el Coronel,tenía las mismas arrugas en la cara (el paso de la vida), cada frunce de pena, cada pliegue de soledad, cada herida de guerra, eran las mismas..sinembargo en su ceño brillaba la luz de esa carta recibida, la carta que tanto esperó apostada en el malecón cuando atisbaba la bandera izada...y es que el Coronel, ya tiene quien le escriba. Por ancho, extenso y difuso que sea el mar, nunca sabrá que mata y por pequeño y diminuto que sea el naufrago, siempre sabrá que muere (antonio Gala). La vida es lo único que tenemos, la que nos queda juntos. Un beso





Apenas sin argumentos, como los días en que el sol se oculta tras el hedredón de las nubes. Apenas sin poder articular palabra alguna que exprese lo que se siente, cuando el sentimiento se encuentra colapsado. Apenas sin lágrimas porque el pecho las retiene en el aire entrecortado donde se fraguan los suspiros, puedo balbucear la palabra que le pone al amor el verdadero nombre de una madre. Tras las ocho jornadas en que la agonía se transformó en oración y la oración se fue desgrando en un rosario de intenciones por su alma, apenas me quedan súplicas ni intercesiones, que la fe haya podido reservar, dentro de la pequeña habitación donde esperaba su tránsito hacia la morada misericordiosa del Padre. En su estado irreversible de inconciencia corporal, brillaba la luz, exigue luz, de los que saben esperar soñando con la vida eterna; plácidamente, sumida en la serenidad de la misericordia, a la -nanita nana- que le canta el corazón a sus constantes vitales, en lirio se fue trocando la porcelana de sus mejllas. Algo misterioso, incomprensible, únicamente reservado a los limpios por la gracia, estarían contemplando sus ojos, cuando entornaron el pétalo cerúleo de los párpados y se sellaron con la cal violácela que derramarón sus últimas lágrimas. Para los creyentes que nos agarramos al clavo ardiente de la oración, podía ser la gracia de nuestro Señor Jesucristo; para sus hijos prestos a decirle adios, haciendo señas con la cruz, podía ser el Amor del Padre; para los que viven de espaldas a la caridad en la ignorancia y desconocimiento del verdadero sentido de la palabra, podría ser la comunión del Espíritu Santo. Algo grande será, cuando al Amor en práctica le llamamos madre. Así se fué apagando lentamente, primero como la llama oscilante de un codal retenido en el cristal de guardabrisa, después como la lamparita de aceite, que apenas recorta la imagen venerada de una estampa de bolsillo -luz mortecina- que es capaz, en su infinita sombra, de señalar el sitio bendito del sagrario. Apenas sin ruido, como los bienaventurados que dan el ser para ocultar su yo, sin pedir nada a cambio, tanto en la Vida, como a las puertas de la Muerte, sin dejar de amparar, ahora y en la hora de nuestra muerte. AMEN.

A mi madre.
Rogad a Dios en Caridad por el alma de LUISA ESCOBAR CURADO, que falleción en Sevilla el día 5 de Junio 2011 a los 89 años de edad.

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