miércoles, 22 de junio de 2011

Venid adoradores




Nos resulta casi imposible, poner la otra mejilla, cuanto menos amar a nuestros enemigos; sabemos que la caridad termina cuando el prójimo te pido dinero o un puesto de trabajo y si no lo sabemos, pregunten a las almas solidarias que contribuyen con su limosna en la colecta de la misa de ocho. Sabemos infinidad de cosas que hacen imposible que uno pueda creer, con la escasa calidad de fe que testimoniamos. Escuchamos la palabra, como el que oye llover -ritmica cadencia- que acaricia nuestro oidos, pero que entra por uno y sale por el otro. Y lo peor de todo, es que no somos conscientes del daño que hacemos a los demás y si somos verdaderamente conscientes -para colmo y sin propósito de enmienda por nuestra parte-  nos aferremos al golpe de pecho y la misa de comunión diaria. Gracias a Dios que no piensa, como nosotros pensamos cuando vamos a adorarle: "Venid adoradores adoremos...". El no piensa que todos los que formamos parte del cortejo, vestidos con traje oscuro, seamos "figurones cubiertos de vana gloria", que desfilamos por las calles engalanadas para que todo el mundo nos reconozca". Afortunadamente el Dios del Amor, no puede llegar a pensar que nos sentamos en las primeras filas de la Plaza -incluso vestidos de uniforme identificativo- para presumir de fama y palmito. El Dios de Dios, no es capaz de pensar esto, porque lo sabe todo y a su Divina majestad no engaña nadie. Ante la Luz de la Luz, hay que cuadrarse; ante su cegador resplandor, entornar la mirada y bajar la frente y reconocer -aunque en el fondo no queramos reconocerlo- que somos unos hipócritas convictos y confesos. Se aleja dulce y mansamente en su custodia esplendorosa, el hombre es capaz de levantar por temor a Dios, lo que no ha sido capaz de conceder al amor de su prójimo. Quizás la naturaleza humana sea mucho más inteligente que la caridad, asegurándose con el dinero un patrimonio inmemorial de obras de Arte; una bula pontificia para sus apellidos o unos días de indulgencia plenaria para apaciguar fundados temores. "Dios está aquí, pero al hombre, le resulta casi imposible reconocerlo en el hermano que tiene a su lado".

lunes, 20 de junio de 2011

TRIUNFAL



Mi querido Junio: En las frondosas copas de los magnolios del Cristo de Burgos, dice maese Antonio que está por brotar la flor eucarística, que durante décadas, coronó en el exilio de un rincón apartado entre viejos laureles, la silueta de bronce del Dios de la Madera. Como niño Jesús, modelo de sagrario, andas tú perdido y hallado bajo el templete de plata, bendiciendo la espiga de trigo y la vid que es fruto del trabajo del hombre, mientras Triana, se afana en el Altozano por coronar a Tu Madre con el oro de Ley de la dulcísimo Expectación. Entras Junio, tan lleno de rocío, tan cargado de gracia, que apenas dá tiempo recrearse en la Plaza Mayor de San Francisco, bajo los arcos de un triunfo efímero y un cielo vaporoso dispuesto a recibirte cantándole al Amor de los Amores. Dios no es que venga contigo-dichoso Junio- Dios está en ti cuando despiertas a Sevilla con las esquilas fragantes de la solemne mañana alfombrada de juncia y romero. Dios viene contigo en brazos de María de la Hiniesta, patrona y bienhechora desde la Puerta de Córdoba la tarde vespertina de concierto y altares. Es el Sol que aún sin nacer, despunta con su violeta Aurora, para reflejar el Caliz de su sangre en las sombras apagadas de los Terceros. Por eso los adoradores, venimos a adorarte en la mañana juncal del cantar de los cantares de Sevilla, al revuelo de los vencejos que se columpian entre los alminares de Alemanes. Venimos –Junio- como nos enseñaste, de la mano de nuestras abuelas y padres con mirada siempre remolona de niño soñoliento, cuya fé lo ha convertido en hombres y mujeres que blanden los cirios y estandartes, los guiones y varas como anunciando su Divina Majestad. Dios está aquí, bajo la monumental custodia de Arfe y Junio hizo brotar para él las magnolias de los rincones mágicos, tan frescas y efímeras como las mañanitas de juncia y romero que se presentan por Santa Ana y la elegancia parroquial de la Magdalena, tan sentidas, tan íntimas, tan de Corazón, como el Sagrario que lleva en su pecho el Cuerpo de Cristo abierto desde la calle Jesús del Gran Poder hasta Nervión. Son cosas que suceden siempre en la Sevilla eterna, pero que sólo nos trae el mes de Junio.

Publicado, Viernes 1 de Junio 2007.







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