sábado, 22 de septiembre de 2012

El Otoño, ha llegado...

REPOSICIÓN: "Aquí estamos"
 
 
Estamos aquí; hemos vuelto sin salir de casa a abrir las ventanas aprisionadas por el aire acondicionado; hemos vuelto del mar que nos devolvió la calma de la efímera felicidad que encuentran los que conocen su quimera; hemos vuelto de los días mágicos donde todo parece más bueno o menos malo por decisión propia que no por su propia acepción. Venimos cansados por el cansancio aceptado; hartos por la piadosa gula; estresados por la relajación; concientes de nuestros propios excesos, con los días grabados en el traje de luces de la color de bronce. Septiembre nos trae el reencuentro con una cruda realidad a la que habrá que hornear y cocer en el fuego lento de las calores del membrillo. Cada cual sacará sus propios humores, ojeando el atiborrado álbum de fotos digitales y los insufribles comentarios de los viajes condicionados por la vanidad, más que por el puro placer de las sensaciones vividas. Blanco ibicenco sobre el cuadrilátero de antorchas que iluminan la noche interminable; sonrisas blanqueadas por el uso de los profilácticos; cuerpos retocados por el fotoshop de los gimnasios y curvas matizadas en los manglares del pareo. En el libro de la vida, Septiembre abre un cuaderno donde se esbozan nostalgias, como dibujo de párvulos, sencillos trazos redondos, bajo figuras horizontales; el sol poniéndose sobre el horizonte es la vuelta al cole, tanta ilusión en los niños como desolación en los bolsillos de sus padres. Los rayos del sol poniente desde la terraza, festonean el cielo, pero esta puesta, aun siendo igual de hermosas, no corresponden a las contempladas desde el mirador de la cala o aquel rincón escondido de la sierra, sus fuegos languidecen en las brasas de un crepúsculo que en el lenguaje ininteligible de los sueños escribe las letras del trabajo y la rutina. Hay quien por lejos que se fue de casa, nunca estuvo tan cerca de sus costumbres convertidas en ley; otros sin moverse del sitio, volaron tan alto que jamás podrán poner los pies en el hábito de los vicios. Septiembre está aquí, para conducirnos a todos por la ruta de nuestro particular retiro.

domingo, 16 de septiembre de 2012

LUZ de San Esteban

EL HOMBRE BUENO DE SAN ESTEBAN

El hombre bueno de San Esteban es ligero, se desliza como si en sus pies portase las alas traviesas de un angel; habla con los ojos iluminados por la luz de la fe, sus palabras son ligeras –un tanto atropelladas- porque brotan de los arroyos cristalinos donde se bebe a borbotones la Buena Nueva del Evangelio. El hombre bueno de San Esteban es alto como torre de sabiduría y frágil como el junco que dá buenos mimbres, tiene las sienes plateadas por las huellas del tiempo, aunque por más años que pasen, conserva esa eterna juventud que solo distingue a los limpios de corazón. El hombre bueno de San Esteban es un fortín sustentado en los cuatro puntos cardinales de la virtud: hecho toda prudencia en claro espejo de justicia, dechado de fortaleza y ejemplo de templanza. Desde que conocí al hombre bueno de San Esteban, aquel lejano Martes Santo en una misa de hermandad, delante de los pasos, aún sin ser hermano, supe que esta hermandad tenía un privilegio, un don añadido por la varita mágica del Amor de Dios y aún así, no somos concientes de la magnitud que supone para una hermandad, el hecho de gozar espiritualmente de una dirección como la del hombre Bueno de San Esteban.
 
 Aunque me pierde la tentación, no quisiera que mi mano izquierda se enterase de las miles de cosas que ha obrado la diestra del hombre Bueno sobre todos los que hemos acudido a implorar sus favores. No hay más placer que verlo todos los días allí, en su casa de San Esteban –entre nosotros- solícito, entregado desinteresadamente, cada vez más perfecto en la caridad, partiendo el pan y bendiciendo el vino, mirando hacia ese rincón del cancel donde parece que va a salir a su encuentro desde el paraíso, la figura menuda de su madre. El hombre bueno de San Esteban, sí…Don José Robles.
 

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