sábado, 3 de noviembre de 2012

El "MONA-guillo" de San Esteban


EL MONA-guillo de San Esteban

En memoria de Antonio López Vera



Con el alba arremangada hasta las pantorrillas, te imagino jugando a la pelota sobre el mármol frío en la soledad de San Esteban. No es nada irreverente, picardías de niño, travesuras de los que prueban el vino de consagrar y las obleas, antes de convertirse en cuerpo y sangre de Cristo. Ese Cristo de la ventana que te miraba y seguro que se reía, porque veía reflejado en sus lágrimas la cara de un futuro hermano costalero. Si tantas cosas sabe de nosotros aquel que teniendo las manos atadas nos mira con infinita misericordia, que no sabrá el Señor de los que como tu, Antonio, fueron sus Mona-guillos antes de vestir el hábito nazareno, para después cambiarlo por la faja y el costal, aperos de labranza de una fe que nunca se cuelga, porque forman parte de la manera de ser y sentir que dura todos los días de la vida. Pero la vida como bordó el poeta: es una semana y no siempre sale el sol en Martes Santo para que no roce un varal por la ojiva de esa puerta. Hubo años; meses de marzo y abril, días tristes en tu vida, Antonio, Martes Santos grises, nublados y lluviosos en los que te encontraste solo ante tus sagrados titulares. Viajes falsos al paraíso, que quebraron tus fuerzas y te hicieron doblar las rodillas - más a tierra, los costeros- cuando el mundo se disfraza de amigos con el traje negro de capataz adulterado. Pero ahí está el secreto que guarda nuestro paso de misterio -ante la burla y el escarnio- la humildad y la paciencia del ungido, El que con la piedad de su dulce mirada nos dá la “caña” y la convierte en cetro que abre todas las puertas de misericordia y para un “Mona-guillo” como tu, siempre estuvo la puerta abierta para colarte por la sacristía aunque la ojiva pareciera cerrada y por si fuera poco, los hermanos de San Esteban sabemos desde la noche de los tiempos, que existe una ventana siempre abierta, donde aferrarse para recuperar la Salud y continuar el Buen Viaje por la vida. Y además de todo esto -por si fuera poco, gozamos del consuelo de una Madre que no nos deja nunca Desamparados y menos a los que fueron “corrientes” bajo sus trabajaderas; “fijadores” al dolor de su infinito quebranto y “costeros” para ajustar los vaivenes que da la vida y salvar con el sudor de la frente, la imposible y más que justa ojiva. Era el día de todos los Santos, cuando el Director Espiritual soberano y perpetuo de nuestra hermandad, te llamó para que le ayudases a bendecir el pan y el vino de los que viven eternamente -se acordó de aquel Mona-guillo de San Esteban- que quizás...¿quien sabe? ...le preguntó al Altísimo: ¿Señor, te importa que cambie el alba por mi túnica azul-crema?... “En verdad te digo, Antonio, que esta misma tarde, te servirá de mortaja para entrar conmigo en el paraiso.”



Antonio Sierra Escobar



miércoles, 31 de octubre de 2012

"Don Juan cojones"

 
 
Después del: ¿No es verdad angel de Amor?, Doña Inés quedó preñada de algo más que romanticismo y en estado de buena esperanza, dió a luz su primer hijo, en una hacienda colindante al Castillo de San Jorge. Don Juan echó “barriguita de casado”, más como su oficio de poeta y antiguo pendenciero, no daba para caprichos y desahogos, colocóse al servicio de la familia De Pantoja, conduciendo a los hidalgos en sus prestigiosos carruajes, a cuantos menesteres y encargos precisaran su apretada agenda de visitas y negocios. Pero Don Juan, era culito de mal asiento y pronto cayó en la depresión de los que no nacieron para el servicio a los demás y sí para servirse de sus antojos y delirios. Al tiempo que Doña Inés, creció en carácter y naturaleza para el mando y dominio de las cuestiones amorosas y domésticas. La altivez y el orgullo, aparecieron en la ex-novicia, que a menudo increpaba a Don Juan, exigiéndole mayor soldada y disposición para atender a los cuantiosos gastos que generaba el mantenimiento y la educación que Doña Inés quería proporcionarle a su primogénito. Por otro lado, Don Juan, tan conocido en Sevilla, como burlador y licensioso mujeriego, era objeto de murmuraciones irrisorias, cuando entraba en las tavernas y bulevares a ahogar en bon-vino sus desafueros. Una noche en que Don Juan vagaba, por el Callejón del agua, preso de soledad y melancolía, se topó con el fantasma de su fiel criado Chuti, que dando tumbos de pared en pared musitaba versos de antiguos esplendores. El sabueso olfato de Chuti, reconoció enseguida al caballero esbozado, arrojándose a sus plantas como perro fiel y dando gracias al altísimo por encontrarse con su amo y señor. “Oh, Señor, mi Señor Don Juan, mi adorado caballero,¿ que sucede a vuesa merced?: ¡embajador insigne de gozos y festejos; invencible corredor de apuestas; alegría del huerto do crece la flor de castidad de las rendidas doncellas que suspiran por su nombre! ".- Qué ha de ser, responde Don Juan con gesto lastimero, que sufro mal de amores y eludo responsabilidades, que los hijos y parientes de los tantos caballeros cuyo honor mancillé, hoy me pasan factura y me niegan, pan, hacienda y trabajo y que el bello arte de la literatura que bien conoces que practico, sólo me dá renta para vivir de la sopa boba. Aquel angel de amor en apartada orilla -que no dudo suspira aún por mí- se desvive y afana por los tres hijos fruto de nuestro matrimonio, para cuyo mantenimiento ha tenido que emplearse en variedad de oficios y menesteres extraordinarios. Pero lo que más me aturde y desangra -mi fiel criado Chuti- es su inapelable ceguera- el observar, como invitado de piedra, que estos hijos, fruto del amor y la dicha entrambos, alcanzando con creces la edad de merecer oficio y beneficio que aún no tienen, se sirven de ella, viviendo a sus expensas como auténticos señores consentidos, mientras me espeta a la cara los desperdicios de su avinagrado ánimo y cansancio existencial. No apure más vuesa merced,- coligió, visiblemente emocionado, Chuti -; vayamos a la hostería del Laurel, como aquella noche de ánimas, para ahogar nuestras penas en vino, que es inutil luchar contra el amor de madre; amor que hace a los mismos hombres que lo reciben como hijos, unos auténticos desgraciados cuando se convierten en padres. Amor que en las generaciones venideras, será condenado por las mismas mujeres que aún no conocen los dolores del parto, como “machismo”.

domingo, 28 de octubre de 2012

El Gran Poder ya tiene quien le escriba


Cada año vivo intensamente la elección del Pregonero; es como sentir la enorme ilusión que conserva el que nunca lo pronunciará y la sorpresa indecible del que es designado, cuando ni siquiera la idea pasa por su cabeza. Y tiene que ser así, para alguien que conoce la experiencia y la responsabilidad que supone subirse a cualquier atril -no porque se trate de un atril cualquiera, incluyendo al de la Basílica o el monumento de la magna hispalense- sino al verdadero atril donde sabes que te escucha Sevilla entera y gran parte del universo cofrade, el teatro Maestranza. En esta atmósfera de plata que supone el otoño, según la acertada metáfora, tan rancia como afortunada, que la sensibilidad literaria del ilustre Paco Robles cita, últimamente, cuando el tiempo se confunde con el mismo temple de la primavera, alternando sus oros y sus grises, sus nubes de diseño, sus claros y chaparrones con la alfombra de hojarasca, invernal, crujiente e inodora, la elección del pregonero es como dos faroles de cruz alzada que bajo el dintel de una puerta, nos anuncia que sale a la calle una gloria. Una gloria, que a veces sorprende la lluvia ensayada de la manipulación, el figureo y los filtros masivos que por amor al arte, bombardean las redes sociales con la exclusiva de una noticia que se da a conocer, mucho antes de ser anunciada oficialmente. Nada que ver con las quinielas; ternas y elucubraciones que barajaban las encuestas gratuitas de los mentideros cofrades y saraos extraoficiales que se citan en las mesas trapezoidales de los programas de Semana Santa que pueblan las radios y televisiones locales. La mayor sorpresa fue la misma noticia en sí, cuando dividió en opiniones no sólo a los miembros y mayores de penitencia en el Consejo (cosa que viene siendo habitual cada año) sino, el chaparrón con granizos de Martes Santo, que supuso apostar por un joven “desconocido” -tan joven como apostol amado- en el que pocos pensaban. Y es cierto que me alegré de verdad de la buena; de verdad que en verdad os digo, porque estoy harto de periodistas jóvenes y menos jóvenes que rellenan cada año su quiniela personal en base a la influencias que ejercen en el mundillo cofrade, el micrófono que blanden o la pluma con que escriben; estamos -y creo poder hablar, haciéndome eco de la opinión popular- hartos de paladines y comunicadores, de falsos pregoneros, amigos, aforados y conseguidores, que cobran sus favores, subiendo cada año el peldaño de Esperanzas y Glorias que le llevará al gran teatro de la Real maestranza de las vanidades. Y el pueblo mientras tanto, escuchando atentamente el silencio de los corderos, atendiendo la incomodidad soporífera que supone más de dos horas sentado en la butaca, la palabra del santo evangelio según san Juan José, para después soportar, entre bastidores, el comentario rotundo e insaciable del ex-pregonero de turno: “ha sido un pregón muy sevillano y comprometido con la iglesia”. ¡Ande usted ya don...sálvese quien pueda!; que los cofrades venimos de más de 60 quinarios con sus respectivas funciones principales, atendiendo panegíricos; entonando el “mea culpa” y cantando el “perdona a tu pueblo Señor” por las calles  un Vía Crucis interminable de cuaresma. Que los cofrades y sevillanos no tan cofrades -como dice y muy bien dicho mi mujer- queremos sentir el Domingo de Pasión, lo que estamos deseando ver: La Paz, fundiendo su rutilante blancura entre los encajes verdes del parque; la ilusión hecha niño en brazos, por la Presentación del Señor la barrio de la calzá; el rachear por la estrechez de gravina del Señor de Sevilla; el magnífico macareno amanecer de la noche más hermosa y el cielo cobalto que cubre la infinita cúpula del Calvario por la Magdalena. Por eso, me cabe toda la ilusión del mundo en el nombre de este cofrade “desconocido” (mirad que lo escribo entre comillas), el más joven de los pregoneros, Francisco Segura Márquez, al que le deseo mi más profunda y sincera enhorabuena y toda la luz de ese espíritu Santo, que sin duda necesitará, para ponerle voz y sentimiento a lo que sólo los más escogidos pueden prestarle palabra. Su brillante juventud y entrega a las hermandades a las que sirve, serán su mejor garantía, así como la tarjeta de presentación de fe, que en este año que celebramos, tanto necesitamos para aferrarnos al clavo ardiente de su Cristo de las Almas. Mucha suerte, Francisco y cíñele bien la cintura a la Esperanza.

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