jueves, 6 de marzo de 2014

Segundo día, "entre cenizas"

El Pastor no quería saber nada de una ciudad que ni entendía, ni sentía en sus fueros espirituales. Vivía en su Palacio renacentista; patios circundados por columnas de jaspes nacidas para grandes recepciones, Los príncipes de los sacerdotes, miembros del Consejo de, rondaban los damascos del Palacio entre la unción y el temor a un nuevo baculazo. La Pascua, principal fiesta de la ciudad de los Babosos, se presentaba un año más, apuntalada por los troncos que sostenían su ruina. El pregonero que clamaba a voces la chusma, había sido rechazado una vez más por el jurado del Consejo, que antes de satisfacer la voluntad del pueblo soberano, prefería medrar en el oscurantismo de la leyenda negra que salpicaba al trovador -políticamente incorrecto- y el compromiso de poner en un aprieto, la férrea voluntad del Pastor de apostar por los cristianos viejos. El Sanedrín no quería problemas, ni mucho menos creárselo al Sumo Sacerdote. Para contentar al Pastor y dejar a todos en el umbrete del conformismo, un hombre de iglesia fue el elegído, cristiano viejo, hermano mayor de la muy antigua y siempre humilde cofradía. Antes de matar al mensajero, la noticia corrió intramuros, los conspiradores señalaban a un clásico amanuense de pelo cano, que el pueblo celebró con júbilo, pero como todo lo que el pueblo celebra, es motivo de inquina y desazón para los príncipes de los sacerdotes, pronto se supo la verdad y la verdad, como siempre, no contentó al pueblo. De nuevo se hizo la calma en la ciudad de los Babosos, volvió la rutina hasta que el Consejo convocó la presentación del Cartel oficial de la Pascua. Aprovechando la arbitrariedad, que no ausencia de descuido de los príncipes de los sacerdotes, los amanuenses mataron nuevamente al mensajero, publicando una copia de la pintura, dejando en evidencia la falta de respeto que, sobre los artistas, ha recaído a lo largo de la historia, antes que reconocer los intereses recaudatorios del Consejo. Pero para los miembros del Sanedrín, no hay nada que no limpie su imagen pública, mejor que la vanidad de una buena recepción, inmortalizada por su corte de fariseos y aduladores impávidos, amenizada por un suculento ágape con brindis al sol y entrega de trofeos, legajos y molduras. Mientras el Pastor, continúa mirando para el otro lado de las cofradías, más pendiente que no le molesten que de agradar, enfrascado en su obsesión por las vocaciones, los miembros del Consejo se centran en su afán recaudatorio y cobran el tributo adquirido, que poseen los patricios, abonados a sillas, tribunas y palcos en la Carrera oficial de la Pascua. Un negocio redondo en todos los sentidos, que numerosos Senadores, anfitriones y cicerones, no se cansan de denunciar en los foros. Hasta los tenidos por Santos Varones, han clamado desde el ágora -no solo el peligro mortal que se cierne, sobre la encorsetada Vía Sierpes- sino la serie de atrocidades e injusticias morales, sociales y protocolarias en la que incurre el Consejo, en cuanto al reparto y adjudicación de sillas en la Carrera oficial de Pascua, llegando incluso a vender parcelas en estrecheces y sitios inverosímiles desde el punto de vista humano con el agravante de reservarse un gran número de parcelas para sus nobles amigos, familiares e ilustres invitados y visitantes, en detrimento de las personas discapacitadas físicas y la amplia lista de espera de público en general que las solicitan... continuará.


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