lunes, 7 de abril de 2014

El Maestranza de la utopía

¡Que me gustó el Pregón de Kiko Berjano!...¡que forma más directa, más sencilla, más sincera de cantar las verdades sobre las que se sustenta la Semana Santa de Sevilla. No era el pregón esperado -lo sabíamos- no era el canto encendido que nombra a todas y cada una de nuestras cofradías, el que va directo a la epidermis y provoca el repeluco. Era domingo de Pasión y escuchaba el pregón acompañado de la persona amada, aquella que comparte conmigo la cruz verdadera que todos llevamos; esa Cruz a la que se aferró el pregonero, invitándonos a que sintiéramos su peso y la llevásemos con resignación y alegría franciscana, con paz y bien. Pero las verdades hieren como nada ni nadie, las verdades como puños, son golpes que van directo al corazón, puñales que derraman la sangre bermeja del amor propio y producen heridas irreconciliables. Por eso hay que tener, esa Caridad, que como bien exaltó el pregonero, opta por el auxilio fraterno, la atención inmediata al que requiere de nuestros servicios, el perdón y sobre todo el olvido por el daño que nos infligieron. El pregonero, elogió nuestras penas, metió el dedo en las llagas que tanto nos duelen, apuntó hacia la fe que nos sostiene con apenas deshilachados bríos y...nos hizo ver con sus justas palabras, quien es Aquel que hace que los ciegos vean y los sordos oigan: El que todo lo puede, sin necesidad de ser nombrado con términos ampulosos. No ha habido un soneto más perfecto, para pregonarlo; ni alejandrinos, ni endecasílabos, ni otra décima más sublime e inefable, que la sencillez del Gran Poder de su mirada. Nos hizo llorar, llorar a lágrimas vivas, desahogadamente, sin conceder más facilidades que la que dicta lo que sale del corazón y va al encuentro de la Esperanza. Para todo lo demás, incluido el pregón que siempre esperamos escuchar, esta esa vida, que para los cofrades es “una semana”...a esa misma hora en la que los nazarenos de la Paz, fluyen de todos los rincones del Porvenir, un pregón impronunciable, como indescriptible es el paraíso que alcanzamos a las puertas de un nuevo Domingo de Ramos. La pena de tan profunda reflexión, la que nos hizo llorar de rabia e indignación, la que vuelve a poner los pies en el suelo de la utopía, es que a esa misma hora -en la que el pregonero bordaba con la palabra una de las piezas más sentidas y rotundas del verdadero sentido de la Cruz -principio y fin de la Semana Santa vista por un cristiano-cofrade comprometido, otros hermanos nuestros, eran desalojados del “Corral de la utopía”, poniendo de manifiesto, la “otra utopía” de que el hombre -por más que se afane y empeñe en estar con el verdadero Cristo en la Cruz, nunca llevará a la práctica lo que con tanta facilidad predica, aunque camine dispuesto hacia la perfección por la Caridad. Paz y Bien para todos en la ilusión de una nueva Semana Santa.

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