domingo, 2 de agosto de 2015

Algo se muere en el alma

 Yo no creía en los gatos y más desde que tuve que sacrificar a nuestra última mascota, el más fiel amigo que había tenido en mi vida, con diferencia, mi perrito “jaro”. Desde la altura de terrazas y azoteas, contemplaba a los Gatos, esas figuras enigmáticas, que se asomaban al paisaje urbano, posando como para ser inmortalizadas por los mejores retratistas de la creación. Los gatos me parecían, ariscos, acechantes, traidores y un tanto diabólicos -en su mirada- seductora y amenazante...pero, como suele decirse (de este agua no beberé), se colaron en mi vida, sin previo aviso. Todo fue llegar a casa el Faraón, procedente del valle de los príncipes abandonados, un felino con tacto de visón -marrón oscuro-canela, con manta de reflejos pelirrojos cuando el sol le irizaba su brillante lomo. Mi hija, la primera #engatuzada, le puso de nombre Miky, en honor a su ídolo de Disney y pronto, terminamos todos -hasta el más reacio que era yo- formando su corte.
   SM Miky, nos adentró en el mundo fascinante de la raza felina, nos embelesó con las muestras de su arte y seducción, de los usos y costumbres, de su técnica y poses admirables y genuinos modos de atraer la atención a la hora de comer, jugar, cazar, reposar o dormir. Dueño y señor de la situación SM Miky, marcaba solemnemente las diferencias, El nos recibía, estaba allí, pero nosotros éramos los que teníamos que acudir para cumplimentarlo. El era el primero en sentarse a la mesa, se tomaba la libertad de husmear los alimentos y antes de que sintiéramos su constante presencia, marcaba la distancia oportuna, atento para acudir, solo y exclusivamente a aquel que se le ofreciera, lo que solía siempre rechazar, por ese acusado instinto de desconfianza, que caracteriza a su raza y al mismo tiempo les confiere su milenario sentido de orgullo y altivez.
 Alli donde estuviera SM, establecía su particular “salón del trono”, una vez acomodado, nos resultaba difícil, resistir su encantos; primero lo hacíamos llamando su atención; el nos miraba impertérrito devolviendo la mirada envolvente, seductora, casi hipnotizadora para después, tenderse, cuan largo era y citarnos, desde su distancia de seguridad, cuando nos acercábamos a El, sólo admitía unas caricias, las justas y precisas antes de iniciar su espantada y retiro y así aparecía y desaparecía, para ocupar sus distintos tronos repartidos por la casa, atendiendo a sus privilegios ancestrales de libertad, independencia y necesidad de compañía. Una compañía que SM Miky, administraba en pequeñas dosis, escogiendo a la persona adecuada, en el sitio adecuado, a la temperatura adecuada, para regalarle el privilegio de ronronear en su regazo, mientras permitía el adorable placer de acariciarlo, cierto tiempo. Dicho acto o ritual #gatuno, es comparable, según algunos expertos en esa materia, con el orgasmo humano, lo cual aunque un tanto descabellado, merece citarse como ejemplo-anécdota, a la hora de hacerse a la idea de tan gratificante momento.
 Fue así como creció en la familia, -a la par de hacerse adulto SM,- la afición #gatuna y entramos a formar parte de esa especie de consagrada adicción extendida por todo el universo a estos seres felinos, cuyo comportamiento y belleza, no dejan indiferente a nadie que haya disfrutado de su presencia y trato. Así surgió la idea de buscar compañía al Rey, para que aportara a su reinado de próspero ocio, independencia y libertad, algo que le acercara a su misma especie.

 No tardó en aparecer por las puertas, una bolita de pelo ralo -completamente blanca- que cabía en el hueco de las palmas de las manos. La impresión ante tan célebre recibimiento, fue bautizarlo con el nombre que no admitía duda alguna: “Copito”, porque realmente se asemejaba a un copo de nieve. La sabiduría y nobleza del Rey, SM, Miky, supo, asumir el papel de padre y tutor del advenedizo y aunque los primeros días de estancia y conocimiento, se mostraba reacio e indiferente, paseando majestuosamente su dignidad por “palacio”, no dudó ni un momento en aparecer por el habitáculo de “Copito” y presentarle sus credenciales, al mismo tiempo, que aceptaba dignamente sus labores de cría, guarda y custodia del cachorrito.
 Daría para escribir un libro de aventuras #gatunas, el relato pormenorizado de la vida en pareja de estos dos personajes tan queridos, pero me temo, que no es el momento adecuado, ni esta la entrada más oportuna -que mas quisiera yo- puesto que de lo que se trata hoy, es de adornar con las mejores flores del recuerdo, uno de los momentos más tristes y sentidos que nos ha tocado sufrir en la vida; “Copito”, aquel gatito de nieve que vino para acompañar el reinado de Miky, el que nombró “amita” y camarera de honor a mi hija; el más cariñoso; el que apenas sabía maullar, sino emitir llantitos de ternura; el más mimado; el que echaba sus gloriosas siestas y solaz, recostado sobre el lomo de su rey de acogida; aquel que se hizo adulto, con su largo pelaje blanco-vainilla, jaspeado de tiramisú, cuya armoniosa cara era un dibujo animado por los ojos color cielo de Sevilla, que quitaba las tapaderas del sentido...se nos marchó la noche del primero de agosto, sin duda al paraiso del valle de los príncipes. Que los dioses del Nilo lo conduzcan eternamente por las aguas del mejor recuerdo y la memoria. Te queremos “Copito”, nunca te olvidaremos.

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