miércoles, 19 de abril de 2017

LA MADRUGÁ DE LOS SUEÑOS ROTOS

Varios días leyendo, casi todo lo escrito sobre esta Madrugá de los lamentos, revisando la multitud de videos sobre los momentos del pánico, en los puntos calientes donde se produjeron las estampidas -que al parecer y visto lo grabado- fueron más de atronadores ruidos que de nueces, rompiendo el tenebroso silencio de la noche. Varios días intentando digerir las declaraciones vertidas por las fuerzas y cuerpos de Seguridad, desde los informes de Emergencia, hasta las versiones de las distintas autoridades, sin poder quitarme de la cabeza, la rabia e indignación que me embarga ante el daño innecesario y cruel, sufrido por tantos paisanos de todas las edades -sobre todo los niños- que no olvidaremos, después de diecisiete años de rehabilitación, el nuevo trauma de esta madrugá.. No me cabe sacar otra conclusión que la del fracaso absoluto, tanto de los responsables de Organización -CGHH, como de las autoridades Municipales. Coincido con ciertas declaraciones vertidas, por algunos cronistas de la ciudad, en el sentido de que aún no estamos curados del espanto de aquella Madrugá, que hace 17 años, rompió el tarro de las esencias de nuestra Semana Santa, cambiando de rumbo y perdiendo el concepto de su ejemplar comportamiento en la calle, cultura de la bulla y manejo autóctono de las situaciones. Aquella Madrugá que nos dejó a todos, incluso a los que no la vivimos en la calle, tocados moral y anímicamente, después de 17 años, nos ha vuelto a recordar -de manera igual de lamentable- lo vulnerables que somos, a pesar de lo grande de nuestras creencias y sentimientos, de los que tanto alardeamos, que una manzana podrida es capaz de contaminar un cesto y que no hay nada peor, que enfrentarse al seismo incontrolado que rompe el más devoto silencio de la noche, para hacernos huir despavoridos, ante cualquier causa real o imaginaria. Sevilla ha vivido desde entonces estigmatizada, herida por no conocer a ciencia cierta las causas y culpables de aquel crimen sin causa, presa de todo tipo de especulaciones, abrumada por el amplio espectro de versiones oficiales, que han intentado resanarla, con el engaño de marear la perdiz: Tiritas, que como dice la canción, no curan el corazón partío por el desconocimiento de la verdad. Desde entonces, ni el aspecto que presentan las calles más reclamadas por el público, ni el mismo público, es el mismo que se apretaba dispuesto únicamente a disfrutar del esperado momento de sus cofradías de la Madrugá, viviendo lo esencial, lo más importante de su espíritu devocional y manejando a su comodidad el libre albedrío -que siempre ha estado presente- en la figura fantasmagórica de los gamberros, la envoltura externa que caía por el propio peso del respeto que imperaba, resolviendo felizmente, los problemas de botellona y alcohól que alborotaban  la Gavidia y Arfe, al sereno discurrir del Gran Poder y el Calvario. No cabe duda que en los tiempos que corremos, se masca la tensión, se respira la desconfianza, incluso en presencia de ciertos números de la policía que actuan, digamos al límite de su autoridad, se sufre con las carnes abiertas los altisonantes murmullos de la bulla, la aglomeración pública en ciertos puntos de la ciudad, como Placentines/Alemanes, El Salvador y Orfila, roza la claustrofobia en algunos momentos, sobre todo cuando procesionan más de una cofradía seguida y los agentes no regulan adecuadamente el tráfico peatonal a discreción. Es entonces, cuando cualquier ruido inopinado y salido de tono, puede encontrar el eco nefasto o provocar la histeria del miedo a lo desconocido. A todo este ambiente de tensión, se une  la psicosis de terrorismo que nos trasmiten diariamente, la amenaza que se cierne sobre occidente, el estado de alerta inminente en el que se encuentra nuestra nación y más concretamente la cultura andalusí, representada en sus Fiestas de primavera, verdadero caldo de cultivo para los lobos solitarios que todos tenemos aprisionados en nuestra mente. Sumemos también a esta madrugá de los sueños rotos, la interconexión masiva. la inmediatez de los medios de comunicación gracias a las redes sociales, la noche trágica de las pantallas táctiles, pidiendo, buscando, recabando, auxiliando y atendiendo, como el resplandor de los flases que encienden en plena oscuridad, el rostro imponente del Señor del Gran Poder, sin solución de continuidad. Todo ello a la hora de los sustos, entre las 3 y las 5 de la madrugá, cuando la mente se encuentra bloqueada por la ansiedad y el desvelo, los fantasmas del miedo, se despachan a su antojo, como el hambre, cuando se junta con las ganas de comer. Pasamos de la nada al todo, como dijo un costalero, entre tinieblas al ruido de la estampida de bizontes, como declaró otro testigo bajo las trabajaderas de la Virgen de la Presentación, del disfrute sentimental, del éxtasis interior y el recogimiento, pasamos al pánico que se lleva todo lo que encuentra por delante, arrollando a las personas y las cosas, porque el miedo es una alteración angustiosa del ánimo que no sabe distinguir entre lo real y lo ficticio. Y ya no hubo seguridad a la altura de las nefastas circunstancias, ni las vallas por gruesas y pesadas, ni el aforamiento por número de vigilantes, como se ve perfectamente en unas imágenes cedidas por la cadena OL, se convierten en armas y obstáculos de destrucción activas. Porque Sevilla y esto lo vengo escribiendo reiteradamente, está dividida en Semana Santa por la barrera infranqueable de una CO, que se blinda ante cualquier incidente, como un bunker, que puede llegar a aplastarnos los unos contra los otros, en sectores como Campana, Palcos y Avenida, mientras que la ratonera de Sierpes, actua como coladero de las estampidas y el cuello de embudo del Postigo, se convierte en un filtro mortal que te atrapa en su red. Por medio, los cortejos de los sufridos nazarenos y después lo más grande, desde el punto de vista de nuestra Fe. El aforamiento de la estrechez de Placentines resultó inútil para contener la estampida, gracias a Dios que no había gente entre los sectores de las Cuestas, semejante en densidad a las aglomeración de la Magdalena y Reyes Católicos, porque el miedo en su huída, no busca la soledad de las calles, sino el auxilio y calor de la arropía, como el dicho: "donde va Vicente, va la gente". Visto lo actuado y sobre todo oído los testimonios de víctimas y afectados por "las carreritas" uno humildemente, llega a la conclusión de que las vías llamadas oficialmente de evacuación, sirvieron tanto o menos que la actuación ejemplar del público, volcado en la caridad de atender a los danmificados, sembrando la serenidad y llamando a la calma, dentro del caos. Que la llamada "zona cero", epicentro donde, según las autoridades, se originó la rokambolesca, madre de todas las peleas -hablamos de la calle Arfe- es de toda lógica inconcebible de admitir, vamos que tiene menos credibilidad que la versión de los 7 u 8 individuos, detenidos -todos ellos con antecedentes- como responsables, mejor dicho chivos expiatorios de de esta maniobra orquestada, que sin duda alguna, fue la verdadera culpable de las distintas estampidas, malversado efecto dominó, que milagrosa e increiblemente, afectó-mira que casualidad- a todas las cofradías, como una ola, que desde el Postigo, pasa por la Avenida, los Palcos, Sierpes, la Campana, Duque Trajano y salpica a Dueñas, para arrasar desde la Magdalena, la calle Reyes Católicos y morir en el Puente Triana, wi... También opìno que estos actos, aunque marcados por la falta de respeto, valores, educación, saber estar e incultura radical, que salpica especialmente a la juventud en una sociedad en conjunto  multicultural y globalizada, NO tienen nada que ver con el comportamiento general de nuestra juventud, bastante seria y concienciada con los valores de nuestra tradición y cultura, especialmente sensibilizada con sus Hermandades y Cofradías, a las que se entregan con verdadero celo y devoción. Es curioso y doy fe, desde la atalaya privilegiada, que tuve en un balcón de la Campana, que durante los incidentes y repetición de conatos de estampidas, apenas circulaba público por los alrededores de Alfonso XII, Gavidia, Villasís, como así  lo hacían extensivo, las personas que subían procedentes de dichos entornos. No me quiero quedar con la visión patética del palio de la Virgen de la Concepción en el Salvador, tampoco con la Imagen del Señor, desolado en la calle Arfe, igualmente con los momentos vividos en calle Cuna, contra la pared y la fuerte sacudida al Palio de la Virgen de la Presentación en la Magdalena, así como el foco principàl de la estampida, sufrida por la Banda de San Juan Evangelista, Gracias a Dios y salvados por la Esperanza.... No, no quiero recordar lo que ví en la Campana, al paso de los primeros tramos del palio de la Señora.--Eran muchos, los niños y copioso el llanto de los puber...no tengo ánimo para expresarles, el ruido de ese temblor sísmico, contra nuestros más íntimos sentimientos. Me quedo con la Esperanza, entrando en el Duque, encendiendo las luces de la calma, con sus brillos inefables, era la única que podía poner orden, era la única que nos hacía despertar de la pesadilla y recobrar el sentido común, que solo Ella puede restaurar. 


Mi más profundo respeto y consideración a los cuerpos de Nazarenos de El Calvario, verdaderos soldados de Cristo, imperturbables, impertérritos, ajenos a los desmanes...así como al resto de las Hermandades de la Madrugá, especialmente a La Esperanza de Triana, el Silencio y los Gitanos, a las demás las he mentado en la anterior crónica. En cuanto a las medidas de urgencia propuestas por el Ayuntamiento...tendremos tiempo de analizarlas, si es que lo merecen. 

  

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