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miércoles, 24 de febrero de 2021

PANdeMia


 PANDEMONIUM

Hace un año, que nos entraron el mal de San Vito. Justamente un año, ay mamaita mia, nos vino volando a reacción ultrasónico, esparcido por la mayor tecnología del mundo, el gigante amarillo, el dragón Colorado que guarda la Gran Muralla. Y los próceres del poder lo sabían, que eso es lo malo de todos los males, ay mamaita mia, lo sabían a ciencia incierta, porque el lodo invisible, hecho ceniza tóxica, se esparcia desde Oriente, hasta Occidente, cruzando los Balcanes ignotos y encantando al mismísimo Golfo Pérsico, que para eso es el mayor Golfo que se pronuncia, llegó desde los Apeninos a los Alpes, como el bueno de Marco, ay mamaita mia, y se extendió como el humo del botafuneiro, denso y aromado llegó hasta la ciudad del Vaticano, donde Monseñor Antuan de Laforet, cerró la Santa Iglesia Católica, con la misma llave de San Pedro y el nuncio de su santidad lo difundió desde el balcón Pontifical, para que el mundo viera, como había quedado Roma, la ciudad inmortal, cerrada a cal y canto por la soledad de los romanos confinados. Mira como estaba la. Piaza, ay mamaita mia, que desolada la Fontana de Trevi, sin un céntimo de los enamorados, ni el gatito blanco de la Dulce Vita. Que cuando miramos la televisión no nos lo creíamos y ya estaba el mundo mordido por el infausto murciélago, antes que se reuniera en gabinete de crisis los próceres del Gobierno, que ni siquiera habían tomado posesión de sus cargos, cuando tallaron en mármol de Carrara, la figura del portavoz de los expertos más inexpertos de la. Madre patria, para que informara al país, que se cerraba por culpa del PAN demonio. Y para que conste y surta los efectos oportunos, le cambiaron la voz, por la de un negro de las Antillas, que parecía que más que informar, declamaba salmos. Nosotros no salíamos de la extenuación, con el comunicado oficial, no porque no entendí éramos nada, que también, sino porque no sabíamos ponernos la mascarilla. Y entonces fue cuando pasó, ay mamaita mia, se llevaron el cielo de la ciudad más barroca del mundo, desapareció de la noche  ala mañana, por un lienzo turquesa, que por donde lo mirabas, no tenias alma de reconocerlo. Se llevaron nuestro azul, ay mamaita mia, todo el cobalto de en toda la extensión de la mirada, su intenso reflejo satén, se lo llevaron, alfombrando la. Marisma, con una especie de paramos inermes, que no se lo creían ni los astrólogos más ancianos. Lo intentaron cubrir con intenciones y estadísticas inverosímiles, que pasaban de una gallina y media a miles de contagiados, entonces no encontraron lugar para esconder los embustes y se metieron en las residencias de ancianos, donde acostaron a los más decrépitos, confundiéndose con los. Muertos y entonces vinieron con la novedad que no había más muertos, que los que se morían de pena y abandono, sometidos a los trabajos forzados de la cartulina, los pinceles de oro péndulas y la inconcebible tristeza de los que quieren hacer reír a los que han perdido, todo indicio de sonrisa, fue entonces cuando saltaron las alarmas de la conciencia y vistieron de astronautas a las fuerzas armadas y cuerpos de seguridad del Estado sin sitio y los obligaron a fumigar, todo lo que no estaba escrito, las paredes satinadas por el apoyo de los que no pueden guardar el equilibrio, los carritos de invalidez, los andadores de los niños perdidos por la memoria. Los sillones, las mesas, las camas impregnadas de ácido úrico, las ventanas invisibles y las cortinas de yutes en serie que decoraban las casas del horror. Ay mamaita mia. Era marzo de vísperas, cuando después de llevarse el cielo y dejarnos la ciénaga insoluble del desencanto, después de dejarnos sin el azul Hiniesta plata del día y la noche, de dejarnos sin aquellos azules despistados de las aguas y los caballos que volvían a Santa Catalina, después de dejarnos sin el azul fuerte del Baratillo, ni el terciopelo azul de los gitanos, la Macarena, Triana y la elegancia inmarcecible de la Carretería, nos dejaron sin pregón, y se fueron llevando cada quince días, los plazos de nuestra primavera. No se conformaron por cambiarnos el sol por albero maestrante, sino que nos cerraron hasta el Postigo de carbón, aprovechando que era la puerta menos conocida de la ciudad barroca. Y ya va para dos años, ay mamaita mia, nos dejaron sin bares donde caer nos muertos, sin barras fijas embadurnadas de caldo de caracoles y aroma a serrín meado. Nos dejaron con los aplausos melancólicos de la hora veinte y los himnos de la patria soñando por las terrazas a toque de silencio y de Retreta cantado a dúo dinámico con el Resistiré de los videos caseros. 

lunes, 4 de marzo de 2019

naturaldesevilla: Ha llegado la hora

Tunaturaldesevilla: Ha llegado la hora:


He dejado mi yo en la orilla, algunas veces -muchas veces- se me escapa, como niño inseguro que hace rabona, Es que no se lo cree aún, tiene sus dudas, no entiende el misterio, aquello de la Encarnación, la vida eterna, el cielo y el infierno, las almas benditas del purgatorio. Y sale a relucir mi yo, como el merecedor de todas las gracias; como si fuera preservado del pecado inmortal; como si fuera digno de la infinita misericordia del padre. El yo, sabe que el amor es una fiesta, un banquete de nupcias, un baile exquisito, donde no puede faltar la primera persona del singular. Pero no sabe el yo, que no da nada, que no ofrece más que el sí mismo y cuando escucha la palabra se queda plantado, abandonado por su propio egoísmo, petrificado por ese Soy que descalza y hace clavar las rodillas en la tierra, para cargarte con la cruz de ceniza, que te recuerda que eres polvo y te conmina al arrepentimiento para creer en El. La cruz de ceniza, parece que se la llevará el aire, pero cuando la tomas y lo sigues, comienza a pesarte como un plomo que horada tu hombro e inclina tu cintura. El yo de esa cruz, solo se deja abrazar por el tu que ama, por el que está dispuesto a cargar con las penas del próximo, es un peso que duele, que va cuesta arriba, que tropieza y cae -hasta tres veces- pero que se levanta, cuando agobiado por tanto sufrimiento, vislumbra a su alrededor la fuerza de la compasión, los frutos del árbol de la fe, que caen multiplicados por la oración de los santos; por las obras de misericordia; por la bendición y el oleo sacramental. El yo no cae en tierra y muere -queda infecundo- “pero si muere da frutos”...”el que se ama así mismo en este mundo se pierde y el que se aborrece así mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna”. ¿En quien confiar?...ya has visto el reino de los locos y lo que su príncipe te ofrece: Gula, oro y riquezas, poder y ejércitos mercenarios. Mi yo, sigue buscando placeres en la carne -Venus efímera- la fe de los diablos que miran su propio interés. Tu has venido a la orilla, no has buscado, ni a sabios ni a ricos, me has mirado -sonriente has dicho mi nombre- amor que quiere seguir amando, yo quiero amarte, porque tu Amor no se engría, toma mi yo a cambio de tu infinita misericordia.. “A tí Señor, levanto mi alma. Dios mío en tí confío. No quede yo defraudado”.

miércoles, 24 de febrero de 2016

No daban fe


Y continuaron haciéndose preguntas. Conocían muchas respuestas, pero no acertaban la verdad. ¿Porqué, el nazareno, vestía túnica elegante de raso, de costoso merino, de rico terciopelo...porque capirote cubierto por el antifaz?. Un repeluco causaba la sombra espigada del nazareno de ruán y esparto, negra silueta que se prolongaba por el callejón, rajando la cal como afilada tizona. Aun más miedo da el blanco nazareno con el cirio al cuadril. Antorcha ritual en la noche de la cruz en llamas. La Cruz, siempre la cruz, guía del camino de una penitencia que cubre los rostros del pecado. Penitentes en medio de la gran expectación, reos sin condena; descalzados voluntarios de cruz y rosario en la arena del circo de las admiraciones. ¡Pregunta, pregúntame, profano en la materia!...que tengo la respuesta en mis sentidos, todo tiene un sentido: el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir. Nadie tuvo mejor maestro, todos le seguían, decían de El que tenía palabras de vida, quedaban admirados, pero no se lo creían, no daban fe a lo que tenían delante. El era Yo soy; era el Camino, la Verdad y la Vida. Precedido del honor de las bocinas flamantes, con paños suntuosos. Inciensado entre las nubes más fragantes, se presenta ante el Pueblo arrobado, absorto, conmovido, que se santigua a su paso, pero continua sin dar crédito. La música sinfónica pone fondo a una oración de asombro, distraida por las andas refulgentes que lo llevan sobre los piés. -no se puede andar mejor- por eso el corazón se para y los oídos no escuchan otra palabra que no sea la emoción. Desde que se deshoja el azahar, ya anda el pueblo redimido; no ha lugar para aclamar su entrada en Jerusalén, ya va Despojado de sus vestiduras; dejado de la cruz que abrazaba en el Porvenir; orando en los confines de un Altozano. No hay Pena más grande que sus Penas, sin embargo ya estamos dando Gracias y Esperanza y su Muerte hacemos Buena, por el Amor del Padre, silencio que desprecia la Amargura y al mismo tiempo la torna en apología de música en alta noche. No habrá otro templo lleno, la ciudad se ha hecho catedral de aire libre, con abside de estrellas, sobre el altar de un paso, se inmola el Cuerpo y la Sangre de Cristo: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; Sagrada Cena, abarrotada de público; Señor yo no soy digno de que entres en mi casa, por eso te quedas en las calles, repartiendo la Eucaristía de tu imagen, imagen de Dios invisible que queda esperando en el vacío del Templo. La pregunta nos sigue respondiendo afirmativamente, pero puede que no sea la verdad. El tiempo, no se mata por saber, permanece en perpetua cuarentena, anunciando Tu muerte, proclamando tu Resurrección, la penitencia llega a su máximo esplendor, en medio de la gran expectación del público que abarrota las calles. Pero el templo está vacío, esperando que vuelvan los fieles, lástima que no sean todos los que parecían convertidos llenando las calles.  

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