Deseabas un hijo y los tuviste por amor, después de someterte a multitud de pruebas y avanzadas técnicas de fecundación artificial, que a la postre no te hicieron falta, porque llegó por el procedimiento habitual, cuando menos lo pensabais. El niño, ya sabes, entre abuelos, tías, tíos, cuñados y tatas, era el muñeco mas lindo del mundo con el que todos jugaban, hasta que empezó a llorar y se escuchó asimismo, prolongando las tomas habituales de la noche y tú dijiste: ay, ni niño tiene gases…y tu madre y tu suegra te dijeron; eso va a ser que se queda con hambre…y la abuela apostillo: a mi niño le duelen los oídos y hasta que no se le caiga el cordón umbilical…y empezaron las noches en blanco y en vela; las noches de ayuno y abstinencia marital, porque el niño se desvelaba con el ruido de una mosca; las noches de turno de guardia levantándose para calentar el biberón. Aprovechando la coyuntura de que tu mujer estaba disfrutando de su bebé, así como del permiso posparto, comenzaste a sentirte más a gusto en tu trabajo, preferías resolver problemas y escuchar las quejas puntuales de tu jefe, que el llantito impertinente y prolongado del niño, que se te metía en la cabeza, como el tic-tac de un reloj. Por más mentalizado a ser padre, que te creías, observaste como el niño, tu niño divino y precioso, iba restando cada día espacio a tus lugares sagrados: el ordenador, la música, las pelis que te marcabas, abrazadito a tu “churri” en el sofá y en la cama. Menos mal que los abuelos, sobre todos, preferías a tus padres, te lo ponían fácil, algunos fines de semana, en los que te permitían disfrutar con tu mujer de los placeres en pareja…pero no era lo mismo, tu mujer no tenía los mismos reflejos que antes, las mismas iniciativas ni sorpresas, se quedaba, absorta, pensativa…su instinto de madre, la apartaba de ti –pensaba en su bebé a todas horas- incluso se sentía culpable de dejarlo en otras manos y esto no le permitía concentrarse en vuestras fantasías sexuales. El primer año, pasó como una exhalación –te pareció mentira ver a tu hijo andando- qué peligro, qué hiperactividad, lo quería todo, lo cogía todo, seguía llorando por todo: tu sitio en la cama, el beso de tu mujer, la paradita en el bar con tus amigos…todo un espectáculo que te hacía maldecir a la “supernani” y la madre que la parió. Tu mujer, sin embargo estaba deseando de coger las vacaciones para irse una semanita a descansar los tres: ¿a descansar? …¿realmente tu crees, que vamos a descansar, con el enano este?...¡Socorro!, piénsatelo bien –amore- no es sólo por los 1.000 euros que nos cuesta de nuestra maltrecha economía, pasar la ITV al vehículo, cambiarle los neumáticos y cargar el maletero con la sillita, la descomunal bolsa de los pañales, los cuarenta biberones, las 50 boquillas, el agua mineral, las latas de “nativa”, el neceser del nenuco, las cremas y los tropecientos conjuntitos con sus respectivos zapatos y calcetines…¿no vés, ya has despertado al niño con tus voces?...ahora te toca a ti cogerlo:….¡niña, que este niño apesta a perros muertos!!...pues ya sabes, ahora te toca cambiarlo a ti…
el blog de Antonio Sierra Escobar -Mayo 2006- Mi espacio para el verso y la prosa, la crítica y la imaginación desmedida y por descubrir.
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Osú, osú, como he leído esta mañana en una viñeta de Mafalda: "es que son los últimos preparativos de las vacaciones que nos tomamos para descansar de los últimos preparativos de las vacacines que nos tomamos" ;)
ResponderEliminarUn saludo.
Eso si que son unas vacaciones ajetreadas y lo demás en cuento y digo yo ¿por qué hay que iese de vacaciones si en la casa de uno con el aire acondicionado, unas cervecitas con tapitas y una buenas pelicula también se está muy a gusto?
ResponderEliminarFelices vacaciones
Osú, osú y lo malo es que a los niños chicos cuando lo metes en el coche sufren el mismo efecto que cuando metes un pollo en un canasto.
ResponderEliminarQue te sean leves, saludos
Buenas vacaciones.
ResponderEliminar"Iouta" niño. Yo tú, lo electrocutaba con la turmy, aunque me pegara to el verano sin gazpacho.
ResponderEliminarEn los tiempos que corren, los padres tenemos poca paciencia con los niños, cuando antes nos ibamos al cine de verano a compartir con ellos una película entrañable y desde pequeñitos los metíamos en el saber del buen estar y saber compartir toda la sabiduría que nos enseñaron los padres. Pero hoy, entre gritos y antojos, no nos podemos permitir ni llevarlos al cine de verano. Saludos cariñosos a alguien tan natural desevilla.
ResponderEliminarA pesar de todo hay que disfrutarlas, siguen siendo un placer de dioses
ResponderEliminarUn abrazo
Jajajajajaaj no me he podido reir mas, que verdades mas grandes.
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