el blog de Antonio Sierra Escobar -Mayo 2006- Mi espacio para el verso y la prosa, la crítica y la imaginación desmedida y por descubrir.
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sábado, 26 de marzo de 2016
viernes, 18 de marzo de 2016
y será como siempre ha sido...
Y pasará lo
que pasa siempre, llegará la hora de la salida; está despejado, no
llueve; el templo a rebosar; el cuerpo de nazarenos con carita de
expectación y lágrimas, aguarda la decisión del Cabildo de
oficiales, reunido de forma extraordinaria. Los partes que se barajan
confirman negros augurios a lo largo de la tarde, los mapas indican
porcentajes de altos riesgo según pasen las horas. Pero en la calle
no llueve, luce un sol de “justicia” entre comillas. Tarde de
transistores, los distintos medios van apurando cábalas y cargando
la atmósfera de presión: El llamador cuenta con información
preferente, de última hora, tratando de adaptar los porcentajes de
riesgo al horario e itinerario de la cofradía; El Salvador, La
Anunciación, están dispuestos. Las cámaras de la tv local, captan
un cielo, cuyos nubarrones parecen descargar sobre la lontananza del
aljarafe; tengamos fe y que no falte la Esperanza, para Dios no hay
nada imposible y estamos en la ciudad más hermosa del Mundo. No
quisiera yo estar en el pellejo de los oficiales de junta; libranos
Señor de tan aplastante presión: llevamos más de trescientos niños
en nuestros tramos; comienzan a desesperar, desean salir, señalan en
sol que se se filtra por las vidrieras; la plaza está a reventar; la
banda de Cruz de guía viene haciendo el pasacalles; se enciende el
delirio, la gente aplaude ahí fuera. Los reporteros de la alcachofa
recogen las impresiones de devotos y vecinos, transmitiendo ese afán
irrefrenable por salir, que se va convirtiendo en delirio a través
de las ondas. En la sala capitular, El Diputado Mayor de Gobierno,
los Fiscales y Priostes, se niegan rotundamente a Salir: “no
podemos arriesgarnos, es mucho lo que nos jugamos, sobre todo el
patrimonio humano”, los mapas no bajan del 80%...el Hermano Mayor
con gesto descompuesto, traga y traga saliva...y si agotamos el
tiempo que nos conceden de receso...el sol ríe a las puertas, como
jactándose de la paradoja efímera. Los auxiliares de Junta se
pasean por el abigarrado bosque de cirios, insignias, capirotes,
varas, que se abren a duras penas paso por las abarrotadas naves del
templo, sin rumbo y a la deriva; los reporteros de las alcachofas,
los abordan, tratando de extraer luz informativa, entre tanta sombra
de incertidumbre. La pregunta del millón: ¿Que hermano, se ha
tomado ya la decisión...salimos?...Ante la pregunta si salimos, la
respuesta, ha sido de lo más difusa y desconcertante, sin embargo
¡¡salimos!! se ha interpretado ya como posibilidad más que posible
y corre como una mecha por las redes. La expectación del cuerpo de
nazarenos se convierte en un murmullo modulado, que va subiendo
volumen, y hace moverse a la gente de su sitio; el nazareno abraza la
Cruz de Guía apoyada en la puerta cerrada, los tramos parecen
reagruparse, la voz corre como la pólvora, encendiendo las ansias y
el anhelo...¡salimos, salimos!!. Los transistores, móviles,
pinganillos, aligeran el paso de los corresponsales callejeros hacia
la iglesia. Y pasará, lo que pasa siempre: se hará un silencio
sepulcral dentro del templo, ante la presencia del Hermano Mayor, que
sale al presbiterio rodeado de sus oficiales, para informar a sus
hermanos, sobre lo que se ha decidido. Prensa, radio y televisión,
con los omnipresentes amigos de Arte Sacro, colocarán sus
micrófonos, cámaras y trípodes, delante del máximo dirigente de
la Corporación. La cara del HM es el espejo de un alma descompuesta.
Los ojos cargados, los labios tembloroso, la palabra entrecortada,
las manos temblorosas, acariciando a sus niños, nietos y más
pequeños que han salido a refugiarse en los pliegues de su capa:
“Queridos Hermanos, las previsiones y partes meteorológicos que
barajamos y la puntual situación de los mapas, apuntan a lo largo de
la tarde un 80% de lluvia...ésta podrá producirse, con mayor o
menor virulencia, entre las horas.../...por consiguiente y analizando
todos los posibilidades.../...consideramos razonable.../...
La
concurrencia, acoge el drama con un clamoroso aplauso, que se funde
en un mar de lágrimas, besos y abrazos. Lágrimas para lavar el
desconsuelo; besos para sellar el vacío y abrazos para sostener la
increíble fatalidad de estar un año esperando para esto. Se para el
tiempo y el espacio se despeja como por ensalmo, de pronto la
Esperanza, cubre con su velo de ánimo los cuerpos descompuestos de
nazarenos, acólitos y costaleros, todas las miradas están puestas
en los Sagrados Titulares, que desde el esplendor intacto de sus
pasos, nos ciegan infundiéndonos la Fe inquebrantable en su
devoción. Y pasará lo que pasa siempre, que ni el aplastante rigor
de las nuevas tecnologías, las pantallas móviles inmortalizando la
realidad virtual del momento, ni la precisión incontestable de la
ciencia avanzada del IMET, conseguirán aplacar la eclosión de
sentimientos concentrada en el espíritu secular de la Semana Santa
de Sevilla, una histórica tradición litúrgica, basada en la
humanidad, la sencillez y la humildad, que no entiende ni de sabios
ni de poderosos remedios científicos, ni quiere saber de otros
experimentos que no sean susceptible a la propia naturaleza del
hombre, frente a lo trascendente del Dios del Amor, ese que nunca
llueve a gusto de todos, pero sabe lo que es mejor siempre, para su
Santa Iglesia. Bendita estas Semanas Santa de incertidumbre
meteorológicas, que también nos dejan momentos inolvidables de
verdadera y profunda Estación de Penitencia.
martes, 15 de marzo de 2016
"En verdad te digo"
Tenía los
ojos, como dos cuencas cargadas de agua de mar. Las pupilas,
profundas y redondas, brillantes lunas llenas de lágrimas. Mandaba
con temple; ¡callarse ahí abajo!, juntar los talones, fijar la
cintura...¡venga de frente, muy poquito a poco! Con qué mimo, con
que gracia, con cuanta emoción, nos echaba a la calle el domingo del
pregón, el domingo de pasión. Se vertieron en los templos, todas
nuestras ansias; estaba Sevilla como la novia de dulce, tocada de
azahar, entre los verdes costeros de las calles eternas de su centro
histórico. La Paz del convento, alterada por la cola impaciente que
desea poner su beso en el pálido aceituna de las llagas del Cristo
en su Sagrada Mortaja, Tendido en el sudario que cubre el regazo de
la Madre, como una ola antojadiza, que extienden los querubines. De
espadaña a espadaña, desde los Terceros a San Juan de la Palma, el
cielo era un páramo que iba tomando azules para estofar los brillos
de la bóveda celeste. Un repeluco, cruzar la nave central, sin
resistirse a rendir los honores a la más dulce Amargura, encargo
imposible, no perderse en la vertical de una delantera emboscada de
cera virgen y gloria “juanmanuelina”, pero el fondo nos llamaba,
con un silencio blanco, austero, insoslayable a Jesús; ni siquiera
separaba sus manos de la soga, para prendernos entregados a tan dulce
beso. Cuando la ausencia de luz atrapada en las sombras de la
celosía, iba buscando el resplandor de la calle, los ojos
deslumbrados, conocieron el iris: los siete colores descompuestos,
hasta alcanzar el sereno de toda la iluminación que se suspende en
el aire. Por la estrechez de Viriato, la angosta esquina de Viejos,
anunciaba un sol que extiende sus imperios de fragancia en sobre la
Plaza de San Martín. En sus sagrados adentros, la Luz se recrea como
en un amalgamado caleidoscopio, obrando maravillas sobre el mármol
del sagrario, la portentosa canastilla neogótica y el Palio
incompleto esperaban, desnudos de Cristo y la Virgen el Buen Fín,
carnes expuestas en piadoso Besapìes y Besamano, respectivos. Sobre
los pies del primer ensayo callejero, la emoción va ganándole
terreno al cansancio por San Andrés, se alcanza el Reino de los
azahares y se adentra el alma en el paraiso de la Adoración. Gracia
plena de lo trascendente, si bién aturdido el corazón por la
belleza que le rodea. Absorto en lo finito del misterio, nos vamos
adentrando en el misticismo de un Dios encarnado, que ha dado su Vida
por el Amor infinito de su caridad y Misericordia, obra cumbre que
hace nueva, todos las cosas. Así este pregón que fue directo al
corazón, al compás del sereno atardecer, va llegando a la cumbre de
su recorrido, embriagado por el aroma suntuoso de San Vicente, con
las Penas y los Dolores como grandes titulares, hacia un museo, donde
la Virgen tiene la misma cara que nuestras hermosas mujeres cuando
sufren el drama. No sabes si has alcanzado el Paraíso o hace tiempo
que estás dentro de el, hasta que el Cristo con los brazos abiertos
te ofrece la mejor Conversión; no hay palabras, hablan los salmos en
una de las Siete: “En verdad te digo, que esta misma noche estarás
conmigo en el Paraíso”.
Se ha hecho
noche, bajo la bóveda cobalto de ese cielo, donde tan solo te aman
mejor.
Los ojos
reflejan el brillo de una conversión que derrama sus primeras
lágrimas por las calles preparadas para recibir la Pasión, Muerte y
Resurrección de Cristo, todo sea por el Amor el inefable Amor que
nos hace hombres nuevos al saber como nos Ama. De lo contrario nada
tendría sentido.
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