lunes, 18 de junio de 2007

HE AQUI...EL BETIS


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Mi querido REAL BETIS BALOMPIE, Te escribo en los umbrales del año de tu Centenario, precisamente cuando yo, he cruzado el ecuador de tu edad, la mitad de una vida entregada a tus benditos colores, pues desde que tengo uso de razón el grito glorioso de BETIS,BETIS,BETIS, se me coló por las rendijas de mis entretelas como un apoteósico GOL que doy gracias y pido a Dios celebrar mientras me quede un soplo de aliento en mi vida. Fue en los aledaños de tu mítico Estadio Benito Villamarín cuando de la mano de mi padre, me deslumbró el resplandor de la Verdiblanca enseña; la alegría de saber sufrir de esa afición antigua como el hambre que acudía con gorras de visera y olor a pueblo bueno cruzando el esplendor de la Palmera o festoneando las avenidas de tu viejo Heliopolis. Me contagió la luz, y me arrastraba en su desbordante marea jubilosa, esa ola de verde florecido que me dejó encallado para siempre en la orilla de tus gloriosos colores. Por mucho que se cuente de ti en las viejas leyendas que han escrito tu historia, no basta conocerte, hay que sentirte para poder llegar a quererte como te queremos los que protestamos tu Fé, sin necesidad de poner la mano derecha sobre el evangelio, tan solo con el espeluznante gozo que para nosotros supone, verte saltar al campo, porque salir el BETIS, es como recrear de pronto el fogoneo estruendoso de la blanca cal en las paredes de toda Andalucía; es contemplar en masa el espectacular salto de las cataratas de un Niagara que salpica de verde Esperanza la tristeza del mundo; es cantar y llorar de alegría bajo una lluvia de aguas verdiblancas que te cala hasta los huesos; es sentir en tus carnes el hierro candente de ese Real Escudo de las trece barras que te marca de por vida. Cien años de BETIS, llevando a orgullo el nombre del gran río que eres, Guadalquivir de ilusiones y desvelos, que fluye en nuestra sangre más allá del fracaso y del éxito, más allá de los resultados y las clasificaciones, más allá de los títulos y los descensos. Siempre el mismo BETIS que anuda las gargantas, lo mismo juegues en Europa que lo hagas frente a aquellos equipos humildes de excursión y tortillas camperas…a tiro de piedra o en último rincón del universo, siempre sonará ese grito lastimero, glorioso, impresionante, cargado de simbolismo y devoción que destapa el frasco de las esencias: BETIS..BETIS…BETIS…en el año de tu CENTENARIO, tuyo afectísimo.

Marchaba el Betis a la Montaña con lo puesto y dos mil incondicionales que le recordaban que nunca está sólo y menos en el año del Centenario de un sufrimiento escrito con la frase legendaria del “tuyos para siempre”. Tenía que ganar, se lo debía a sí mismo; al trabajo de sus jugadores tachados de mercenarios; a su dorsal castigado con el número doce; a los errores arbitrales; a los segundos del descuento; a los tres palos de unas porterías con porteros batidos. Tenía que ganar porque solo le quedaba la vergüenza y esta se convierte en un honor cuando se siente que es de casa, cuando pesa el escudo y se empapa la gloriosa camiseta de un sudor de verdad. Marchaba el Betis con lo puesto que no es nada más y nada menos que se honroso nombre; el nombre sencillo de los sienten en verdiblanco; el nombre sin fama porque no tiene precio, de Chaparro, guiado por la huella indeleble de los Buenaventura, Antonio Barrios, Rogelio, Cardeñosa, que tanto saben de tardes sofocantes y partidos de infarto jugados a cara o cruz. Salió el Betis a apurar su última baza, el partido de la vergüenza blandiendo sus mismas armas, pasaban los minutos, igual que siempre enfrascado en el futbol timorato que ha sido una constante a lo largo de la temporada, pero había algo diferente que flotaba en el ambiente de esa tarde gris santanderina, era la vergüenza que tocaba arrebato, el sufrimiento echo literatura en la crónica escrita desde el cielo por Fernandez de Córdoba, cuando viendo al Betis en Segunda durante los doce fatídicos minutos del segundo tiempo, transformó a un jugador tocado por el dolor de las lesiones en el auténtico héroe de la casta verdiblanca. Hay una leyenda que recorre el mundo entero, un salto a las nubes, una coronilla de lujo en pirueta acertada que peina el balón, cuando todos mastican el drama y un brasileño de samba más allá de la palmera marca el gol de la gloria merecida por todos. Bendito sea el sufrimiento cuando se hace piña de celebraciones históricas, montaña de llanto y sentimiento por encima de falsos dineros e intereses; por encima de antojos mesiánicos de máximos accionistas y presidentes de mentirijillas; Bendito sea este Betis que a cara y cruz se juega el peso en oro de su glorioso escudo, llorando como un niño con rostro de Marcos Asunssao. He aquí el Betis que marchaba a la montaña con lo puesto, con su viejo traje de faena con la casa a cuesta y a costa de un hombre al frente de los apellidos: Chaparro…”tuyos 100 años…tuyos siempre”.

3 comentarios:

  1. No puedo añadir nada más.
    Tus palabras están claras y con corazón.
    Eso de "la leyenda que recorre el mundo entero" ayer fue más verdad que nunca.
    Ahora, a seguir luchando y por supuesto, a seguir queriéndolo.

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  2. Tu lo has dicho: "el nombre sencillo de los que sienten en verdiblanco".
    Manquepierda.

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  3. No sabía que además de cofrade y buen escritor eras un gran bético, que alegria... el arte es arte, y no hay más camino... que ese sendero verde y blanco...
    Manquepierda. Siempre con él, esté donde esté...

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