A Sevilla se la quiere –entre otras muchas cosas- por su belleza e historia, algunos incluso han llegado a enamorarse de Ella sin conocerla, han quedado fascinados por su fotogenia y el embrujo de su luz y su color. El ángel del amor alumbró a Sevilla y concibió por obra de la estética: “Dios te salve, Sevilla, llena eres de gracia”, que cantaba el pregonero. Sin embargo, como rezaba el avispado musulmán que cobraba el impuesto de “almalcabra” por los cadáveres que salían por sus puertas: “Esta es la ciudad del desconcierto y el mal gobierno”. Sevilla es esa Vieja Dama –venida a menos- como escribía el Dr. Criado, que se tiende en el diván para salir fortalecida por los despropósitos ajenos. Así siempre ha habido tiempo a lo largo de su vasta historia, para que sus Alguaciles, regidores (antiguos caballeros veinticuatros) e ilustres Alcaldes contemporáneos, sembrasen sus respectivas cizañas sobre una tierra tan buena, tan buena, tan buena que transformaba los eriales en generosas cosechas. Se perdieron tantas cosas como las oscuras golondrinas que ya no volverán; Fabulosas Puertas de Carmona, La Carne, Osario, Jerez, etc., etc., que harían hoy de los restos de sus murallas, un verdadero complejo histórico-artístico insuperable. Se perdieron años enteros –siglos de un legado barroco y renacentista -, por criminales decisiones adoptadas en meses de nefastas legislaturas, siendo Alcaldes ilustrísimos apellidos como Alarcón de la Lastra y Hernández Díaz, que vendieron, como auténticos presidentes de repúblicas bananeras, el sol de los Palacios y su vetusto caserío a las grandes firmas comerciales de la época. Siendo Alcalde de algo tan inmemorial como el vocablo Sevilla, estuvo a punto de desaparecer, el Templo de San Hermenegildo, epicentro monumental de la Gavidia, si no es por la impàgable actitud del Jardinero enamorado del Alcázar, que divagaba entonces por la ciudad de la gracia y le plantó cara al edil con lírica argumental de oficio. Por eso no me extraña nada, que hoy en día, siendo Alcalde alguien tan indolente como el Juez, que ni ejerce su profesión, ni la gobierna, se repitan los hechos históricos que siempre han salpicado de lodo a esta invicta ciudad. No creo que nadie, por muy aferrado que esté a la poltrona del poder, sea digno de pasar a la historia de la Muy noble. Es difícil mantener la mirada, cuando se mira a los ojos de la “vieja dama” fijamente, porque si uno tuviere vergüenza, se le caería la cara y si la ama de verdad, presentaría su irrevocable dimisión. Pero así es la historia, a Sevilla se la quiere con todo el alma y el tiempo de testigo por delante, porque es el tiempo de esta ciudad –eterna- el que siempre le ha dado la razón y aunque nos parezca improcedente y extraño, será el día de mañana, cuando una lápida perpetúe que “siendo alcalde D….se inauguró en Sevilla, la primera línea del metro, el Edificio Parasol-“Parasetamol” y la gigantesca Torre Pelli, para gloria y orgullo de los sevillanos, que supimos –tiempo al tiempo- adaptarlos a la memoria.
el blog de Antonio Sierra Escobar -Mayo 2006- Mi espacio para el verso y la prosa, la crítica y la imaginación desmedida y por descubrir.
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