miércoles, 29 de octubre de 2008

LOS CELOS DE DIOS

 María, acabo de ser requerido por Don Pedro Salcedo, mayordomo de la Hermandad del Traspaso que tiene capilla propia en el Convento del Valle, para ejecutar las tallas de Jesús del Gran Poder y San Juan Evangelista. Por los visto las ilustres cofradías fundadas por los Caballeros catalanes merced a las hechuras del Cristo de la Conversión, así como la que presta Socorro a los encarcelados, con el crucificado del Amor, han quedado conformes y satisfechas con mi trabajo. Alabado sea el Santo Cristo del Amor, tu obra predilecta –mi señor- que por la devoción que inspira, milagros divinos nos concede al no faltarte consideración y trabajo. Pues no lo creas –mi bien- que aunque doy gracias a su bendito nombre por la unción que producen mis imágenes y la Fe que transmiten al pueblo, razón no me falta cuando me quejo de la desidia con que las juzgan los caballeros venticuatro de esta noble ciudad y sobre todo la indiferencia que le profesa mi mentor y maestro Don Juan Martinez. Sepa vuesa merced, Don Juan de mi alma, que las cosas de Dios estan lejos de la vanidad del hombre y mientras más encumbrado este, con mayor pereza y dificultad verá la auténtica sencillez del arte. Repose, pues mi adorado esposo junto a mi lecho y aparque sus cuitas, que esa tos que le precede no empieza a gustarme nada. Soñó el “divino ignorado” con la cabeza de Cristo –su Cristo- no tendría la factura exquisita del de la Buena Muerte, la dulzura inclinada hacia el hombro derecho, que había embriagado de admiración a la casa exprofesa de los Jesuitas de la Anunciación; no tendría la anatomía perfecta, ni el realismo hecho belleza barroca de sus célebres crucificados; ni en su tronco se apreciaría el riguroso post mortis, fruto de sus profundos estudios humanísticos y observaciones forenses. El mismísimo Pacheco lo había comentado con cierto desdén en sus tertulias de galería de ilustres sevillanos, hasta en la Cofradía a la que ambos vecinos de collación, pertenecían, en San Antonio Abad, se murmuraba , pues era público y notorio la admiración que producían el Santo Cristo del Amor y el de la Conversión, cuando procesionaban por Sevilla. A sus treinta y siete enfermizas primaveras, el Divino Juan, tenía al Señor de Sevilla en la cabeza, tan sólo le faltaba darle forma, imprimirle la fuerza del Dios hecho hombre, imponente zancada de realismo y plasticidad- y aquel otro “Dios de la madera” al que adoraba como maestro- también lo sabía; sabía que su discípulo se había consagrado como el genio de esa fuerza que desprendían sus portentosas imágenes, capaz de desbordar verdaderas riadas de sentimientos en la fé del pueblo. DE ahí los celos de Dios, que fueron la sombra en la corta vida del Divino hombre. María Flores, así se lo confesaría al Señor de Sevilla, hecha Valle de Lágrimas, cuando en 1.627, daba cristina sepultura a su amado esposo, desde la Pasaderas de la Europa hasta la Iglesia de San Andrés. Juan de Mesa y Velasco, tenía tan solo, cuarenta y cuatro años de edad. Por causa de estos celos, sus magistrales obras permanecieron ocultas, durante tres lustros para la historia de esta heroica ciudad: “Ego feci Joanes de Mesa, anno 1.620."
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domingo, 26 de octubre de 2008

José Antonio NAVARRO ARTEAGA

Tal es la inspiración, causa de una saeta que el dios del genio dispara con insultante acierto, directa al corazón. Quizás no lo sepan tus manos llenas de pasión que solo se afanan por descubrir los sueños que concibieron tus ideas plasmadas en el noble cedro donde estan enterrados los tesoros de la forma. Quizás no lo sepan tus manos cuando aprietan tan fuerte al que te tiende la suya para darte la enhorabuena. No, no lo saben, porque he visto en tus ojos un brillo extasiado, un brillo que sin dejar de estar entre nosotros, te abraza y eleva hacia otro plano. Es la luz cegadora e incierta de los que están donde no saben, porque saben muy bien donde están, en la búsqueda incansable del brillo fugáz de los contraluces, de los juegos y la sombras que se van almacenando en la memoria para que su talento las cobre a golpe de gubia y formón. Tal es la inspiración, un sinvivir que no te deja en paz, hasta que te encierras a solas con ella entre las cuatro paredes de tu taller de Triana y continuas despachándola delirios de genio. Mucha gente ya disfruta, cada vez somos más, con esa Paz que no deja vivir a José Antonio Navarro Arteaga, la hemos sentido al contemplar el rostro del Divino Perdón de Alcosa y nos ha echo quedar mudos en Santa Ana, cuando pasa el silencio escapado del mismo s.XVII, en la Pasión Y Muerte de cristo en la cruz. El don de crear, no tiene precio, quien nos acerca al hijo del hombre a imagen y semejanza de nosotros mismos, se endiosa como ser humano y además si es humilde, como Jose Antonio Navarro Arteaga, sientes en el apretón de sus insignes manos, el calor de quien no se lo tiene creido. Como “natural de Sevilla”, me siento orgulloso de ser conocedor devoto de vista y seguimiento de su obra, de gozar como contemporáneo de lo mucho y bueno que puede regalarnos con la consagración de su imaginería. Ante tanta mediocridad y relativismo, José Antonio ha conseguido que la escuela sevillana, vuelva a ser la “ciudad Jardín” de la Esperanza.
http://www.artecofrade.com/artesanos/index.asp?cod=1 (su obra)

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