jueves, 23 de julio de 2009

¿Donde está la Abuela?



(a mi tio Curro, que cogió una vez, la bandera de la "cucaña")
¿Dónde está la abuela?...la Abuela, ¡no tiene arte la Abuela! De Triana tenía que ser para permitirse el lujo de no presidir su novena. Claro, como tiene a su hija que se llama Esperanza y la Esperanza –ya se sabe- también está en obras y se ha ido unos meses a vivir con su Madre a la catedral de los trianeros…Hombre, pero es que tiene guasa, que en los días “señalaitos” la Abuela no esté presente…¿Quién ha dicho que no esté presente?, vd., no conoce muy bien quien es esa Abuela, ni mucho menos, Triana. ¿Vd., se ha asomado por la Real parroquia, ha mirado bien entre los bancos abarrotados y las sillas accesorias, ha notado el calor asfixiante –sí ese calor bochornoso y sublime, que se ríe de las alturas de los ábsides-, ha exhalado el aroma del incienso y transpirado el rocío vespertino de los nardos; ha reparado en el verdor efímero de las macetas de albahaca; ha respirado el aire entrecortado por un millar de abanicos…y no ha visto a la Abuela?...De verdad, que vd., tendrá buena vista, pero permítame que le diga, que no ha aprendido a mirar. La abuela, es Triana pura, la del pelo recogido y la moña de jazmines, esa que suspira con un nudo en la garganta y los ojos envidriados mientra sofoca las calores golpeando el pecho con su abanico. Mire, ayer tarde la ví, sentada en su mecedora en los venticinco metros cuadrados mejor despachados de la calle Alfarería, Procurador o Vázquez de Leca –qué mas dá- si es la Abuela inmemorial del alma de Triana, la que no ha perdido su sonrisa atrapada en un solitario diente, olorosa a agua de la banda; siempre pensando en sus hijos y nietos, con ayes alfareros que modelan los moldes del recuerdo en el torno de su boca: “Ay, mi Cachorro bendito, que lejos lo tengo de casa..menos mal que me lo cuida como nadie, mi señorita de Triana”…”Ay, mi jorobaito, que poco viene a verme, me parte el alma cuando lo veo con esa cruz tan pesada cruzando el puente…”. Mire, bien –hombre de Dios, mire Vd., bien; desde el altozano hasta el León que puso nombre a un pueblecito echo barrio en la avenida de Coria; desde el paseo de María de la 0, hasta la orilla en los márgenes de Betis. Oriéntese por una Estrella que alumbra y deslumbra todo el cielo de Triana y encontrará a la Abuela en persona comprando avellanas verdes, paseándose por el río, para ver su puente reflejado en el espejo del agua. Que importa si no vé su imagen presidiendo un altar que tampoco está en su sitio, deje vd., el patrimonio material en manos de los expertos y a la Abuela en su sitio, el que le corresponde y del que no se ha movido ni se moverá jamás. ¿Qué donde está la Abuela?...¡no tiene arte la Abuela ni ná!

miércoles, 22 de julio de 2009

PALABRA DE AMOR, (a María Magdalena)


Tenía mucho miedo. Sabía que llegaría el día de huir de los hombres con los que había intimado, conocía demasiado de ellos: sus lascivos hedores, la intensión de sus gestos, hasta las pulsaciones de su promiscuidad. Corría desesperada por la calle de la amargura, el calor del mediodía ensopaba su frente y fijaba las mechas de su alborotada melena en su rostro jadeante. Los mismos que gozaron el hosanna de su apetitoso cuerpo, ahora clamaban venganza de lapidación, blandiendo en sus sedientas manos guijarros de fanatismo de la vieja muralla de Jericó. Las mismas piedras que la cercaron dejándola sin salida atrapada en el muro de las lamentaciones. Allí, se desplomó, creyendo que su hora era llegada y besó tierra santa con sus labios ásperos de ocre, mientras apretaba en sus manos temblorosas los granos del último tiempo contado en segundos de arcilla y arena. Entre las tinieblas del contraluz del sol filtrado por las matas de su espeso pelo, adivinó la luz en manos de la luz que sabe poner en el momento justo, tierra de por medio. Y escuchó al amor de su vida hecho palabra de Amor enfrentada a la insoportable vanidad de los hombres: El que esté libre de culpas, lance la primera piedra”…El silencio otorgó su magistral sentencia, huyó el miedo como se deslizó la seda polvorienta del cabello por su faz iluminada. Cayeron las piedras de todas las manos a los pies de cuantos atónitos escucharon aquella luz hecha palabra: “Vete mujer, tus culpas te son perdonadas”. María quedó turbada desde entonces, había visto al Amor y se sintió por aquel Amor obligada a sabiendas que a ese tipo de Amor ni con todo el Amor del mundo se paga, sencillamente por que su Amor no era de este mundo. María su consagró al Amor en cuerpo y alma, le entregó la flor de castidad de su silencio íntimo, fue todo oído de alabanza , se convirtió en humilde sombra y se abrió un hueco donde nadie advertía su presencia más que El , que una noche la tomó por ejemplo, perdida en el deleite de ungir los pies sagrados del maestro con perfumado aloe cubierto por el manto sedoso de su pelo: Mientras vosotros bostezais en el cenáculo sin apenas entender el significado de mis parábolas, esta mujer alivia mi cansancio con unción. La mujer que era capaz de traducir hasta los más recónditos pensamientos del hombre, no intercambió una sóla palabra con Jesús, porque sabía que el Amor no tenía más que un verbo, Amar en su nombre.

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