domingo, 6 de noviembre de 2016

LA INCONTESTABLE REALIDAD DEL MÒVIL

         
Resultado de imagen de El Gran poder y los móviles
foto, El Correo web

   Conviene hacer la señal de...digo no olvidarse del móvil: al salir de casa; (cacheo los bolsillos, llevo el móvil). Al entrar en la...digo en el trabajo (dichosos los que están en nómina más de una semana, ganando 500 al mes)... antes de comer,( repaso el móvil, reviso mis grupos de wasap, veo las 300 fotos de postureo faceburil, algunos vídeos de caídas del imperio vándalo, que sean virales; compito en la carrera de los dolores de mi familia; recuento a ver quien gana en barbitúricos; me embobo con las divas y divos que están de la muerte, que sencill@s) y antes de dormir, repito, sobre todo al verme en alguna necesidad, tentación o peligro, que es prácticamente, el resto del día. Después tengo la desfachatez de exclamar: ¡No!, si yo no utilizo el móvil apenas, solo para saber como está mi gente, que si no los llamo o envío un wasap, de mi no se acuerdan. Y ahora me vienen, -ahora pasa-, lo que está pasando, al enfrentarnos con la cruda realidad, -que como bien sabemos, supera a la ficción- El móvil, forma parte de nuestras vidas, como lo forma nuestra pareja; nuestros hijos; nuestros nietos y/o, nuestros mejores amigos. Digamos que es, nuestro DNI; el elemento que más nos distingue y al mismo tiempo nos une, la etiqueta de “anís el mono”, según Chiquito, o el graduado escolar de mano, título mínimo e indispensable para encontrar un sitio en esta vida, o dicho de otra manera, como predica mi presbítero de cabecera: el refugio de la más absoluta soledad en la que han sumido las nuevas tecnologías al hombre, en los últimos tiempos. Pero seguiremos, negando la evidencia, como Pedro negó a Cristo; como aquella mentira humana, que convirtió a los documentales de la 2 en leyenda, como la vergonzante confesión, de que solo veo “Salvame” por entretenerme, poniendo como lamentable excusa, la violencia de los telediarios y la baja calidad y exceso de sexo, que genera el cine español o la infumable programación de tve1. Bueno, no todo es verdad, pero la verdad es un espejo en el que nos miramos y cuando nos miramos a ese espejo, espejito mágico, la realidad nos muestra la cara de lo que somos. Eso es lo que hay, no hay más ciego, que el que no quiera ver. La salida extraordinaria del Señor, para presidir el Pontifical, organizado por el CGHHyC , con motivo del cierre del Año Jubilar de la Misericordia -del tirón me ha salido- aunque algunos -no lo reconozcan- EL SEÑOR ES EL SEÑOR y no hay más que uno, el que manda en Sevilla para España y la humanidad. Ese mismo SEÑOR, que ha congregado, la más ingente multitud que se haya echado a la calle, en todos los tiempos de la historia de esta ciudad santa -hablo de memoria en voz alta- nos ha mostrado, además de la imagen viva de Dios encarnado, andando por sus calles, como el que anduvo en el mar, la otra cara de la moneda, el dichoso móvil estereotipado, que clamaba, levantando al unísono el multicolor objetivo digital de sus pantallas, la llegada del Señor, para inmortalizar su paso. Los ciegos -dice el Evangelio- no podían ver al Maestro y por ello gritaban: ¡Jesús, hijo de David, bendito de Dios, TEN PIEDAD DE NOSOTROS! Pero hay que estar más ciego todavía, para no ver pasar al SEÑOR de Sevilla, o dejar de admirar el Milagro de verle ese instante preciso que pasa por nuestro lado. Tu crees que la invasión silenciosa de los móviles, apuntando al SEÑOR, es capaz de restar atención a la incontestable catequesis que estaba impartiendo el Maestro por las calles de Sevilla. Sí, todo pasa y todo llega, ahora resulta que les molesta la marejada de móviles a aquellos que estaban acostumbrados a levantar impunemente sus cámaras con el dichoso zanco -entonemos pues humildemente el mea culpa- el mea culpa que se alzaba en su escaloncito metálico, para captar la foto soñada, de manera arbitraria, inopinadamente, sin respeto al personal, que también a la bendita imagen, por supuesto. Haberlos hailos, como las meigas, Dios guarde a los que siempre respetaron al respetable, buscando el buen sitio -sin molestar- alzando el escalón sobre la pared o pertrechándose juntos en gradas accesorias y reservadas para su buen oficio. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos con la mejor naturalidad -aunque la invasión silenciosa- sea de lo más desnaturalizada que se conozca. Es una realidad y como tal imparable, hasta que por sus propia inercia, caiga al abismo que le corresponde. El Señor, había que sentirlo y vivirlo, como se vivió y sintió bajo el mismo cielo rendido a sus plantas y tanto fue así, que además de vivirlo ¡Dichosos porque somos salvos en la Fe de acariciar el mismo aire que El respira, en el vaivén de su túnica!, sin dejar de rezarle, como quiera que cada uno reza en su corazón. Nos lo llevamos a casa y lo compartimos y multiplicamos -Bendita imagen-,, con quienes no contaron con la suficiente salud para verlo. Personas mayores, enfermos, impedidos, presos, desesperados, que aún están gozando -estamos gozando- con lo captado por esta invasión de móviles. Gracias a las nuevas tecnologías, como gracias – siempre y en todo lugar, vaya por delante- a la labor encomiable de los reporteros gráficos y tantos y tantos profesionales, con los que tuvimos la suerte de gozar, -no solo la presencia viva de Dios por la nuestra Jerusalén-, sino el don magnífico de la ubicuidad-, disfrutando de todo lo largo y ancho de su recorrido y sus momentos irrepetibles: La música de “Ione” en el Andén; Su visita a las Hermanas de su Cruz y su paso por Montesión, a los sones de la Pasión. Todo ello, además de la dicha de haber escuchado su Palabra elocuente en respetuoso silencio, lo llevamos en el móvil -cada uno cuando más lo necesite-, como antidepresivo y eficaz ansiolítico, para revivirlo en la dulce intimidad de nuestros hogares. Si hoy y para siempre, vimos o escuchamos a Dios, no endurezcamos el corazón. Así sea.  

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