Hablan de una Hermandad antigua y señera; la humilde Hermandad que ellos conocieron en los años difíciles de la miseria. La Hermandad que traía a su Cristo a hombros desde Santa Catalina, hasta su querida Iglesia de San Román resurgida como ave fénix de las cenizas de la sinrazón. Se les llena la boca de gloria musitando su nombre: Salud, que es lo más grande del mundo, lo más importante -qué más podemos pedirle a la vida teniendo Salud, teniéndolo a El-. Hablan de lo que era la Hermandad entonces y el apagado mate de sus ojos reluce con el fulgor de una huidiza lágrima, al contemplar su actual patrimonio y el esplendor que vive en estos momentos. ¡Qué sabrán estos jóvenes de ahora tan altivos como emprendedores , qué sabrán de fatiguitas prestadas, de túnicas de remiendos, de estirar los despoblados tramos hasta juntar el “senatus” con los ciriales de latón!. Pero teniendo Salud, pero teniéndolo a El: -mira en qué nos hemos convertido-. No hay cosa más gratificante que saber escuchar a los que hablan con conocimiento; y saben rezar con la experiencia de los años en su haber: “Tu eres Señor, la honra de nuestra raza...el fruto bendito de su vientre... Nuestro Padre Jesus de la Salud”, ahora y en la hora -como siempre has sido y serás- el que abrazó la Cruz de nuestras Angustias - tanto en los tiempos color sepia del hambre-, como en la bonanza; Ell elegido -sin duda por el Todopoderoso- para presidir el Vía crucis de esta crisis actual que nos ha contagiado a todos y en todos los sentidos. No saldrás a una calle cualquiera, ni a una ciudad de las que tantas necesidades padecen en el mundo. Saldrás al encuentro de Sevilla, cuna de todas las razas, la que hizo de tu bendita etnia, una hermandad orgullosa, devota y universal. No es por casualidad que tu Sagrada Imagen acuda este año a nuestro auxilio. Nuestro auxilio ha recurrido a tu Nombre, nuestro auxilio es el nombre del Señor de la Salud, no podía ser otro. Podría decirte muchas cosas –pura retórica en malos tiempos para la lírica- te lo dirán mis ojos cuando te vean de nuevo con la mirada de aquel niño de San Román que nunca te rezó otra oración que no fuera el saludo de un hijo a un Padre. Entraba a verte, yo te presentaba mi respeto y Tú correspondías con el recogimiento en aquella recoleta capilla Sacramental donde despachabas la Salud en calidad de Amor de los Amores.
Te lo dirán los leales del Jueves Santo, criados en las casas de vecinos, cuyos patios se impregnaban del aroma de incienso de tus solemnes quinarios; las caras conocidas que lloran de alegría cuando nos volvemos a encontrar en el mismo sitio para verte. Lo dirán tus cabales Gitanos de caravana y candela, los mismos que hacian palmas al compás de bulerías donde cantó “Caracol” y el maestre Mairena con sus llaves del cante en la mano. La Esquina de la cadencia escrita en el papel de las cales de Dueñas con letra de los Ortega. El corazón no envejece, tiene salud de hierro forjado en yunque y fragua. Tu exquisito rostro de bronce, tu extrema elegancia, le va a poner nombre de Salud a todas las Angustias que atenazan el alma. Este piadoso Lunes de cuaresma, cuando camines por “tientos” a hombros de todos los cofrades de Sevilla, nuestra sentida oración -te lo dirá- hecha clamoroso silencio en busca de tu auxilio. Nuestro auxilio es tu nombre, Padre y Señor de la SALUD, porque Tú eres la honra y el orgullo de todas las razas.
a Jerónimo_madrid
¿Qué te voy a decir, si estoy deseando que llegue el lunes para acompañarlo en el Via Crucis?
ResponderEliminarSi hay venia por parte de la lluvia, allí estaré. Y si no, también...
Saludos.
Esperemos que haya una tregua, Lo necesitamos ver en las calles.
ResponderEliminarAntonio
NO PUDO SER, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Tu Salud, es lo primero.
ResponderEliminarNo pudo ser. Me quedo con tu magnífica entrada, que ha servido de Via+Crucis para todos aquellos que nos hemos perdido entre tus líneas.
ResponderEliminarUn abrazo querido profesor.
Estaba radiante, pero más lo estará el Jueves Santo. Nos toca esperar.
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