Se me agolpan las sensaciones al recibirte, se mezclan con los
tópicos de este desenfrenado reclamo publicitario que te precede, cada año con
mayor antelación, pero por encima de todo te estaba esperando con los brazos
abiertos y nunca mejor dicho, como los tiene el Amor. Me ha alegrado siempre tu
llegada –desde que tengo uso de razón, aunque la razón no la use más que para
ilusionarme con el sonido de campanilleros y luces que traes de fondo. Banda
sonora de nuestra vida que resuena en los pretiles del recuerdo con alegría. Es
una alegría tan fuerte la que transmites –Diciembre- que a veces nos haces
llorar de emoción y la confundimos con la tristeza, cuando no es más que el
reflejo de los seres queridos que nos reunieron en familia estos días y que
ahora nos faltan. Por el atrio de San Antonio Abad un aroma prematuro de azahar,
corta el frío de la noche, desde lo alto de la espadaña, se despliegan los
gallardetes de víspera, el aire sabe a coplas de Miguel Cid y D. Mateo Alemán se
estremece en su lecho. Las cosas de Sevilla tienen mucho que ver y que contar de
ti, venturoso Diciembre, hasta la Pontificia Roma, se inclinó ante el
juramentado voto de tu octavo día, plaza celeste y blanca del triunfo ganada a
espada si es preciso sopena de derramar la última gota de nuestra sangre. Sangre
de mariana fe que se lava en las aguas esmeraldas de la Esperanza, mientras mira
como beben los peces en el río. Sabes milagroso Diciembre, tu bien lo sabes, que
en Sevilla –solo en Sevilla- hay Esperanza antes que vida o no hay vida sin
Esperanza, que viene a ser lo mismo. Por eso la Señora, antes de dar a Luz al
mejor de los nacidos, se nos muestra como torre de marfil, para que le besemos
la mano, convirtiendo la humildad de Belen en casa de oro y arca de la bendita
alianza desde la resolana a Pureza, pasando por Castilla, puerta Carmona o la
Trinidad. Por lo menos, aunque solo fuera por una vez al año, los hombres nos
sentimos más solidarios, aunque la caridad verdadera sea compartir lo que
tenemos con los demás, también sirve el deseo de disfrutar esta abundancia
efímera en la que nadamos, envueltos en oropeles y celofán; también sirve
–querido Diciembre- el resplandor de esta Navidad que hace que veamos con mayor
nitidez, la diferencia abismal que separa la riqueza de la pobreza y nos
sintamos obligados a parar el fuego de las armas; pactar treguas con la
violencia de todo tipo; compartir mesa, confites y cava con los más
desfavorecidos y llevar a cualquier rincón del mundo la Paz de esa Estrella de
oriente que nos anuncia el nacimiento de Jesús del Gran Poder. Ya sólo por eso,
eres bendito –prodigioso Diciembre- Y no tengo más remedio que abrazarte lleno
de regocijo, desempolvando el pellejo de mi vieja pandereta, mientras acaricio
las figuras de mi Belén entrañable. Tuyo afectísimo.
http://fotoblognaturaldesevilla.blogspot.com.es/2012/12/la-luz-necesitada.html
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