lunes, 18 de agosto de 2014

IN MEMORIAM

 A N/HNO. MAYOR DON JOSE LUIS GOMEZ DE SOTO

 Profundamente emocionado por los últimos acontecimientos que se van sucediendo de manera inexorable. Cuando, toda una familia reza para que el Padre acoja en su seno a uno de nuestros seres más queridos, en la fase terminal de tan terrible enfermedad; cuando el manto verde esperanza de la Virgen de los Reyes, aún retiene en nuestras pupilas las peticiones de oro de ley que su pueblo le confía en la mañana del eterno regreso, recibo la triste nueva del fallecimiento de uno de los hermanos más significativos de mi Hermandad de San Esteban.

Si a la vida le pusieran fechas, yo destacaría 1976; año en el que nació mi primer hijo varón y se hicieron realidad otros sueños, como el debutar como Hermano Costalero en la cuadrilla de Ntro. Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje. Por entonces, era Hermano Mayor de la Hermandad de San Esteban, D. José Luis Gómez de Soto, un hombre de mirada clara, como la de sus chispeantes ojos; pequeño, cual mesita de noche, pero grande como un “Stradivarius”. De su mano, conocí -aunque nunca me parase a agradecérselo- lo que es una Hermandad para andar como por tu propia casa; supe lo que es realmente vestir el “mono” de priostía y cambiarse en la sacristía, sin apenas tiempo de ajustarse la corbata, para asistir a los cultos de regla. Descubrí los milagros que era capaz de obrar una escuálida mayordomía y el esfuerzo ímprobo de un Diputado mayor de gobierno, por no dejar a la improvisación, el cumplimiento de unos horarios e itinerarios que parecían improvisados. 

Lo bueno y grande de las personas comprometidas, es no saber -en su momento- el bien que hacen ni la ilusión que cosechan, en el campo anónimo de sus hermanos. José Luis Gómez de Soto, me dió -en mano- la primera invitación, para que mi mujer, asistiera al milagro de contemplar la salida procesional de la cofradía, desde dentro del templo. Cosa impensable en nuestros días, pero que jamás olvidaremos los enamorados de una hermandad para siempre. También de sus manos, recibí el recuerdo imborrable del pergamino que me acredita como “Hermano Costalero” en el año del Cincuentenario y esa medalla -primigenia- (que cariñosamente bautizamos como “el cencerro” en el argot costaleril) que recortaba el arco ojival de San Esteban, firmada con la leyenda de “hermano costalero”. Pero todo esto que escribo, no es más que una ínfima muestra de la categoría que atesoró un hombre sencillo y entrañable que lo dio todo por la Hermandad de San Esteban, pasando por cada uno de los cargos de junta, que siempre desempeñó con igual celo e infatigable responsabilidad, porque como el mismo señalaba -transido de emoción- el día que recibió el merecido homenaje de la insignia de oro de la Hermandad: “San Esteban lo es todo para mí”. 

Al final, como reza la canción: “las obras quedan las gentes se van” -pero siempre nos alcanza el recuerdo de esos hombres -en el buen sentido de la palabra, buenos- la memoria escogerá el camino más corto para llegar de casa a la Iglesia; de la iglesia a casa, como lo hacía José Luis Gómez de Soto, de la mano de su fiel escudero -Mari Carmen- co-fundadores de la “comisión de hermanas de San Esteban, del mismo modo que el lo hizo -sin afán de protagonismo- siempre juntos, cortando las telas crema y celestes de las túnicas que vestirán las nuevas generaciones, cuando el tiempo sin tiempo de nuestros nietos, nos releguen a ver pasar -desde una silla de sierpes- la cofradía de nuestra vida. Embargado por la emoción de tan irreparable pérdida, me quedo con una frase de NH MAYOR, Don José Luis Gómez de Soto: “Para algunos, hasta luego, para otros, hasta el año que viene”. D.E.P.  

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