Yo se madre, que hay gente muy desesperada, yo mismo un día apunto al palio de tu cielo para descender otrora, a las más oscuras profundidades de las trabajaderas. Gentes que aferradas a tus manos para no caerse, reniegan ante el sol deslumbrante de las joyas, el escozor que padecen sus carnes expuestas a la intemperie. Yo se madre que hay gente triste con razón y razones muy tristes, para volver la cara hacia tus ojos de misericordia. Gentes, cuyo quebranto no aguanta las colas que va formando la fe, porque su carro vacío está pendiente de guardar otra cola; más fría, más incómoda, pero más necesaria. Personas maltratadas por la vida, que se han ido apagando a la sombra de los trabajos más duros, más ingratos y peores remunerados.
Saben que hoy es la Esperanza, el señalado día de la máxima expectación de la sua Belleza, pero están cegados por el resplandor del tesoro, más que deslumbrados por la gracia espiritual de una Reina. Están aturdidos ante tanto esplendor; ante tanta riqueza expuesta en los alardes del arte y se siente indignos, en la frustración de contemplar a la humilde doncella, a la niña turbada que iba camino de Belén a lomos de un borriquito. Dentro del cielo basilical, los hombres hablan el lenguaje de los ángeles, no han dormido esta noche de vela y montaje. Es el paraíso, donde en los bancos se sientan las almas conmovidas, extasiadas, suspirantes, oferentes, transidas por una emoción de lágrimas incontenibles. En ese momento, en esa distancia sin espacio ni tiempo, que uno recorre para sentir el roce de la Esperanza -dicen- que se olvida todo, porque el cuerpo presente de la Madre, es una aparición que nos transforma y eleva a otro plano.
El beso, no lo das tu, lo recibimos nosotros del mismísimo aliento de la Esperanza. Después en el infinito de ese instante en que te encuentras con sus ojos: ¿que le puedes decir, de Madre de Madre...que le puedes contar de hijo a Madre?. Ella le ha puesto a tus lágrimas el reflejo de la Esperanza; a tu desesperación, el consuelo del llanto compartido; a tu oscuridad y desánimo, la luz de una sonrisa milagrosa que es la clave de su misterio, el misterio de la vida...y ya no has visto más porque todo lo ha pormenorizado Ella. El oro de su corona, el preciosismo de su manto; las joyas que decoran su prendedor, han sucumbido ante la grandeza del rostro que le da sentido a tu angustia vital, poniéndole nombre propio a la Esperanza. Cuando salgas de allí serás otra persona, aunque la cruda realidad intente persuadirte, con la presencia en la calle de los mercaderes del templo; los que tienden su mano en la puerta, mendigando las monedas de la pobreza en el umbral del paraíso. En este día, por muy mal que te vaya, la Esperanza te ha devuelto a la vida, su espíritu te hará efecto inmediato porque ha ido directo al corazón y el corazón tiene razones, que la razón no entiende. Ese beso de Amor, ya no hay quien te lo quite.
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