Había que tener mucha Humildad y
Paciencia, para contemplarlo allá en la Iglesia de la Misericordia,
cuando su Imagen menuda, descansaba entre los dos pasos de su
cofradía, durmiendo el sueño de los justos. Te contaban los mayores
que era el Cristo titular, el más noble y antiguo de la historia,
que venía del convento de los Basilios e incluso acompañaba en
procesión a la misma Hermandad de la Macarena. Había que tener
mucha Humildad y Paciencia, para rendirle la merecida devoción que
se transmitía de padres a hjos, celosamente conservada en el
recuerdo de aquellas añejas fotos en la que lo veías, saliendo de
Omnium Sanctorum, entre los tenderetes del mercado, en el mítico
paso gótico, rodeado de los judíos feos o posando entre las naves
del templo de Consolación. Había que tener mucha Humildad y
Paciencia, para adorarle y darle gracias, siempre y en todo lugar,
porque su Hermandad de la Sagrada Cena, tenía el convencimiento que
le llegaría su hora de verlo de nuevo en la calle, para que el Sol
de los Terceros, irradiara el espeluznante fragor de su lacerada
espalda, para conmover a los fieles hermanos y devotos que nunca
perdieron la Fe en su Humildad y Paciencia. Por eso, cada Domingo de
Ramos, este Cristo menudo y ensimismado, que parece pasar de
puntillas por el esplendor de la tarde, nos enseña, que la Humildad
y Paciencia, son virtudes que pasan de boca a boca y en voz baja, de
padres a hijos, de abuelos a nietos, en contestación a las preguntas
incontestables que formulan los niños. Desde la reflexión, sin otra
música que la de los vencejos que se columpian en el cielo del
Domingo de Ramos, este Cristo esencial, nos imparte la lección del
silencio, sin distraer la mirada, en otra cosa que no sea la Humildad
y la Paciencia, divina y humana, que hay que tener en el momento
trascendental previo al más grande de los sacrificios. A la caída
de la tarde, cuando el dorado atardecer, nos acercaba, esos cielos
ilustres de malva y violeta cuaresmales, donde los clarioscuros de
Sevilla, se difunden con las salvas de incienso, lo vimos pasar
camino de la S.I.C. para presidir el Vía+Crucis de las HH. No iba
solo, a pesar de su aparente leyenda de gran desconocido, era el
pequeño gigante de la Humildad y Paciencia, abriéndose paso entre
el reguero de cirios sacramentales de todos sus hermanos y la masiva
presencia de un pueblo que lo contemplaba absorto y oferente. Sevilla
se prendó de su Humildad y Paciencia y le regaló un camino de
vuelta por el más legendario y estético de sus barrios. La luz de
la luna, lo devolvió de nuevo al sol de los Terceros, en la noche de
un día inolvidable, cargado de Humildad y Paciencia, todo lo contrario de lo que nosotros somos, por eso, en definitiva, EL se queda para siempre, mientras que nosotros pasamos.
VIA+CRUCIS DE LAS HHyCC, Presidido por el Santísimo Cristo de la Humildad de Paciencia; Hdad. Sacramental de la Sagrada Cena. 2015
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