Era una
palabra olvidada, borrada de la pizarra, de las clases de la antigua
historia sagrada. Te sonaba a catequesis de primera comunión.
Vagamente la recuerdas, haciendo un esfuerzo mental: La Misericordia,
-si-, se que tiene que ver con las Bienaventuranzas, con aquello de
los Misericordiosos. Tiene que estar relacionada estrechamente con la
“miseria”, con la práctica del bien hacia los más menesterosos.
Pero no se lleva, esa palabra tan larga, está olvidada en alguno de
nuestros muchos bolsillos con la calderilla de una simple limosna. Tal vez la leíste impresa, en alguna de las
jaculatorias que llevamos en la cartera, tal vez -si somos cofrades-,
nos recuerda al Cristo titular de nuestra cofradía. La Iglesia está
presta a proclamar e inaugurar, el año, consagrado a esta Palabra, a
esta definición propia, que establece el deber de auxiliar al
prójimo o hermano más necesitado; para los cristianos practicantes,
supondría algo más que un deber: una OBLIGACION. La Iglesia que
tanto y tan bién habla de sus pobres, parece no convencer con su ejemplo, repetirá hasta la saciedad, esta palabra mayor
que ya se viene anunciando como el tiempo de adviento. MISERICORDIA.
Entre las polvorientas obras de Misericordia, se encuentra el
-enseñar al que no sabe- los sacerdotes y pastores, se aferran a la
primera obra espiritual y continúan imprimiendo carácter con la
segunda -Dar buen consejo al que lo necesita- y siguen evangelizando
con las siguientes: -Corregir al que está en un error; -perdonar las
injurias-; -consolar al triste-; -soportar con paciencia los defectos del
prójimo-; Rogando finalmente por los vivos y difuntos. La comunión
de los santos -la oración comunitaria de Conventos, Monasterios y
Prioratos, desde sus clausuras- se une a estas obras espirituales, en
el convencimiento de sus nobles intenciones: fortalecer las almas de
las miserias humanas y llenar de paz los corazones necesitados. Pero
en nuestro mundo globalizado, tal y como ha ocurrido a lo largo de
las intrigas palaciegas y las ruinas entre las que se ha desarrollado la cultura de los pueblos a lo largo de la historia- no basta con la
oración y el predicado, continúa siendo necesario la conjugación
del verbo AMAR, en su gerundio AMANDO, practicando las obras de
Misericordia o llevándolas a la práctica, como siempre han hecho,
los píos homes de todas las confesiones y los santos en particular.
En pleno siglo XXI, no podemos conformarnos con la MISERICORDIA de
funciones principales, predicada en sagradas cátedras, bajo el nimbo
del incienso y la solemnidad apostólica. La Misericordia, ha de
salir a la calle en procesión extraordinaria, practicando durante su
recorrido corporativo, las obras humanitarias, que siguiendo el
precepto divino, ejecutamos en la intimidad de una caridad mal
entendida, que no quiere que la mano derecha se entere de lo que hace
la izquierda. Habremos fracasado, mientras la labor denodada e
ímproba de Cáritas diocesana, continúe emitiendo tan lamentables
informes sobre la pobreza, sobre la nueva exclusión social que
padecen los niños malnutridos, producto de los importados brotes de
pobreza energética y pobreza laboral y pérdida de la vivienda
familiar, como consecuencia de una crisis globalizada, que ha hecho
del trabajo un lujo para algunos y un vergonzante gueto de
precariedad para el resto de víctimas que hay que lamentar cada día
que pasa. Habremos fracasado si en el inminente año que se aproxima,
la Misericordia, sea esa necesidad incardinada, que cada quien y cada
cual practica, por su lado. El Santo Padre, Francisco que tiene en su
boca, palabra de ángeles, ha de coordinar, admitir y reconocer en su
justa medida, la labor de TODOS los llamados y comprometidos con los
Servicios Sociales, sea cual fuere el color, la confesión, la clase
o condición de los distintos grupos y plataformas que la practiquen.
Desde la consagrada Cruz Roja, hasta la Plataforma de Afectados por
la Hipoteca, TODOS somos padres e hijos de esta noble causa. La
Misericordia no ha color, como el llanto y la hambruna de un niño,
no se para ni entretiene en el restañar de platillos, la denuncia,
la recogida de firma, el llamamiento de médicos sin fronteras y toda
clase de ONGs, que claman, ayuda humanitaria, a través del fenómeno
global de las redes sociales. Gracias a la Providencia, la
comunicación es inmediata, directa, desbordante. No podemos apartar
la vista ni escondernos en el sectarismo y la impunidad, rayana en el
fanatismo. La clave está escrita en la carta de San Pablo a los
corintios, sí para el que no la recuerde, aquella que se lee en la
ceremonia del matrimonio. La clave está en el ejemplo que practican
las entidades sin ánimo de lucro, no ha color político ni religioso
posible, la clave está en la acción: Dar de comer al hambriento;
Dar de beber al sediento -sobre la marcha, de manera inmediata, salir
a buscarlos, están en la calle y casa, de los que no se atreven a
acercarse a los comedores- la pobreza vergonzante y deprimida, que
padece la incomprendida enfermedad mental. Dar posada al peregrino y
sobre todo, vivienda a los sin techo -sobre la marcha, de manera
inmediata, está probado que un hogar les devuelve la dignidad- ahí
están los “sanjuanes de dios”, víctimas y coordinadores de las
plataformas de afectados por la hipoteca, que devuelven a sus
acogidos, la ilusión y la esperanza de que ¡si se puede!, cambiando
lágrimas de amargura, por risas de comprensión y solidaridad
-bendita Misericordia- la del pecador Miguel de Mañara y tantos otros- que trasciende todas las creencias y confirma,
al mismo tiempo las palabras del mismo Jesucristo: “todos los que
practican lo que nosotros hacemos, están con nosotros y no en contra
nuestra”. Habremos fracasado -en el año internacional de la
Misericordia- por más que asistamos a sus cursos y actividades
culturales y cultuales, sus mesas redondas, sus ponencias y cátedras,
sus exposiciones y logros, si pasamos de largo, frente al hermano que
ha tocado el fondo de un cartón y duerme en la calle, habiendo
órdenes hospitalarias, recintos municipales e incluso palacios
vacíos. Habremos fracasado -sobre todo- si somos incapaces de
PERDONAR al que nos ha ofendido- antes de presentar nuestras ofrendas
en un altar. Habremos fracasado, si no respetamos la decisión de los
atormentados que rechazan techo, alimento y vestiduras dignas, y no
le ofrecemos siquiera una taza de café o caldo caliente.
Desgraciadamente la pobreza se ha convertido en un próspero negocio,
que pone de manifiesto las miserias humanas. Podría erradicarse por
completo, con la quimera de una renta per cápita, equilibrada por
las grandes fortunas mundiales, si se pusieran de acuerdo. Podemos
soñar lo imposible, los hombres y mujeres de fe, estamos en ello,
haciendo lo posible, aquello que está en nuestras manos: El mejor
banco que ha creado el hombre, el Banco de Alimentos; voluntarios no
faltan, todo el mundo reacciona frente al dolor, cuando ha sentido en
sus carnes el mismo dolor que no le es ajeno. #MontemosMisericordia,
de una vez, aunque sepamos que no será de una vez por todas, se basa
sencillamente en proporcionar a nuestros hermanos necesitados las
tres cosas fundamentales que está obligado a promover cualquier
gobierno civilizado que se precie, sea cual fuere su tendencia, color
o credo: Trabajo, techo y educación.
Todo lo
demás prosperará cumpliendo con estas sagradas premisas. En el Año
de la Misericordia podría ser posible, lo imposible sería no
intentarlo siquiera.
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