miércoles, 30 de diciembre de 2015

FELIZ AÑO ENTERO

A José de Arimatea

He vuelto al lenguaje de los ángeles y los santos; he cruzado con mis piés tus umbrales; He escuchado atentamente la palabra que tenía olvidada en mi memoria. Lo he hecho de la mano de mi hermano en Cristo. No llevamos la misma sangre, porque aquel que reza oficialmente como mi hermano, ha despreciado a este hijo pródigo, que ahora se vuelve en alabanza, hacia aquel otro con el que se ha reencontrado en el camino. El lenguaje que he vuelto a practicar, habla solo de paz; sirve solo de alivio para las penas; hace el bien que desea; se une en la comunión de los santos; te recibe con alegría y te abraza en plenitud. Sus palabras son de consuelo y ánimo; sus gestos exquisitos; sus formas especiales: siempre atentos, cordiales, dispuestos, unidos en la Fe y por supuesto, libres y orgullosos, en la aplastante revolución que supone en nuestros días, proclamar, la siempre buena nueva, de ser Cristianos -discípulos de Cristo-. Probablemente, este lenguaje, no encaja en el devenir del hombre, que se enfrenta, cada día a la batalla de sobrevivir en un mundo globalizado, que como su adverbio de modo indica, no deja de dar vueltas, en un frenesí constante de masiva competición. Y todo, para alcanzar las metas volantes del éxito profesional, que cada vez se corresponden menos, con la preparación académica y méritos propios de los contrincantes. Los títulos académicos, las diplomaturas, los “máster” universales, se amontonan como los “curriculum” en el valle del ninguneo. La necesidad de un puesto de trabajo, no solo establece las diferencias de clases, sino que se ha vuelto imperiosa y obedece más al bombo de la suerte, que a la garantía de una especial preparación. Y no quiero entrar en más detalles, ni por supuesto, en el terreno farragoso de la política, donde hasta la ilustre democracia, se convierte en esclava de lo que el mismo pueblo ha decidido en las urnas. Vuelvo a ese lenguaje caduco y hasta cierto punto estrafalario, que los laicos suelen denominar, mentira y falsedad de una religión, que como todas las religiones son, el consuelo de los tontos y fracasados del pueblo. Efectivamente, resulta ridículo el mensaje de la verdad y la vida, cuando se vive tan de espaldas a la Verdad. ¿Quien pondría hoy la otra mejilla?, ante la violencia y la ofensa del prójimo...naturalmente un tonto, como Francisco, o un juglar como el mismo santo de Asís. ¿Quien llamaría Bienaventurado a los que sufren persecución por la justicia?...quien, mirando las dos caras de una misma moneda, sentenciaría: “Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del césar”...quien, sin tomar medidas de salud pública, se juntaría con los leprosos, con los que convalecen de oscura pandemia; con los enfermos y asolados por infecciones mortales de necesidad...Pero la verdad es que existen esas santas personas, que sin necesidad de otro credo más que el de la solidaridad y la ayuda en acción, construyen verdaderas catedrales al aire libre bajo el cielo raso de todas las Iglesias, cuyos voluntarios hacen lo que su inmenso corazón les dicta, inflamados por la divina misericordia. Este otro hermano en Cristo, con el que la divina Providencia, me ha reencontrado, carga también la cruz que todos llevamos, pero la lleva con la misma sana alegría y beatitud, tanto por dentro como por fuera, luce su escueto crucifijo a modo de colgante. Consuela al que llora, -que es hoy día, aquel que se queja y pontifica su desgracia, creyendo que logrará contagiar a todos con su intrínseco pesimismo. Nada de eso, mi hermano, lee en los ojos con claridad, porque refleja en los suyos, la gracia de los que no necesitan actuar como cómicos. Da testimonio de una fe y una esperanza plena en el Señor, que no necesita otro ejemplo ni obra, que su ejemplo de bondad y pura disposición. Es un abrazo vivo de buena ventura, que acoge y ampara a todos los que encuentra en el camino y nosotros despreciamos por su aspecto y color de piel. Sin distinción de clases, tendencias o credos, a todos nos habla en el lenguaje de los ángeles. Pero no de los que hablan como los ángeles, profesionales del panegírico, la retórica parca o el restañar de platillos, timbales y bombos de la orden de los predicadores, sino en aquel otro lenguaje musical y sublime, que amansa a las fieras, enaltece a los débiles y humilla a los soberbios, que no es otro que el lenguaje antiguo y siempre nuevo de la palabra de Dios, lo más subversivo y revolucionario que se puede practicar en este mundo de grandes avances tecnológicos e información inmediata, que vuelve, sin embargo a estrellarse -como en otros tiempos imperiales-, con su propia decadencia. Los últimos meses, mi hermano me ha devuelto una Paz que dormía abandonada en los mejores rincones de la memoria. Quiero darle las gracias por su presencia -alter ego- que retorna al camino de la verdad y la vida, que para este humilde narrador, no ha sido otro, que el que nos marca Cristo, el Señor de Sevilla que nace eternamente en San Lorenzo: “¡Alegraos, alegraos...no tened miedo...ni del peso de vuestra Cruz, ni del de las otras cruces, que el materialismo, la comodidad y el deseo, nos han impuesto, para que vivamos tristes, atormentados o sumidos en el pesimismo y la derrota!” Encomienda tu cuerpo, tu alma y tu espíritu a Aquel que percibe, quien toca su túnica en medio de la inmensa multitud: Hermanas, hermanos, la Fe te ha salvado, solo basta tenerla del tamaño de un grano de mostaza para hacer que se mueva una montaña. FELIZ AÑO ENTERO, VENTUROSO 2016


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