ME GUSTA,
SAN ESTEBAN
Padre
nuestro que estás en el cielo
Santificado
sea tu nombre,
venga a
nosotros Tu Reino...
Porque el
Reino de Dios es muy parecido a un Martes Santo de la mano de un Niño
y estoy seguro que debe tener el mismo color de San Esteban, cuando
extiende el cielo de su Capa por la judería y explende de crema las
paredes estrechas del vuelo de Aguilas. Decía su Hermano Mayor,
cargando con toda la responsabilidad de sacar una cofradía a la
calle: que su Junta de Gobierno había decidido hacer Estación de
Penitencia...
Hagase Tu
voluntad
en la Tierra
como en el cielo...
Y al unísono
se abrazaban acólitos y costaleros, nazarenos destocados de todas
las edades, en un revoltijo de Fe, que se extendía como mar de
lágrimas. Mi niño, confuso y entusiasmado, abría de par en par sus
ojos de asombro y satisfacción y se aferraba a las manos de su
abuelo. Por una mirada un mundo que lo despeja todo sin necesidad de
palabras.
El pan
nuestro de cada día
dánosle
hoy...
pan hecho
migajas de estampitas y caramelos, para los párvulos que anuncian la
palabra de Dios sin saber el significado de tanta grandeza: “Pedid
y se os dará...dad y recibireis”. Mi niño se cubría de gloria,
bajo el capirote, pagando con el dulce amor de sus caramelos, todo el
Amor que su tierna generosidad recibía. Sin perderme de vista, para
que yo no me perdiera el orgullo de llevarlo a mi lado. El Reino de
Dios ha de gustarse mucho del recorrido idílico que San Esteban
había trazado con motivo de su 90 aniversario. Rodriguez Martín;
San Ildefonso; Zamudio, San Leandro y Alhóndiga se perfilaban con
puntadas de surtidores y conventos, para blanquear estrecheces
paradisíacas, hasta alcanzar las anchuras de Imagen. El cielo no
quiso esperar tanta dicha y se encapotaba con los peores auguríos.
El Dios de
Abraham y Jacob, fiel a la Alianza del Antiguo Testamento,
manifestaba todo el Poder y la Gloria de su nube, para abrirles las
puertas de la Anunciación a su Divino Hijo, nuestro Señor de la
Salud y Buen Viaje, Aclamado NO Burlado, bajo la inclemente lluvia.
Segundos
antes de que ese nazarenito de mis entretelas, era retirado de las
filas por Madre y las Santas mujeres que velaban por el, para tomar
un refrigerio, antes de entrar en Carrera Oficial, se escribió la
historia del inédito refugio del paso de Cristo en la sede de la
hospitalaria Hermandad del Valle... y vinos entrar en su trono de
fuego dorado, al Señor de la ventana entre un clamoroso aplauso... y
sin solución de continuidad, su Madre bendita, María Santísima de
los Desamparados, avanzaba precipitadamente por el pasillo de Amor
filial que le habían improvisado sus hermanos buscando en todo
momento a su Divino hijo, entre emociones y lágrimas unánimes que
se confundía en el esplendor de su candelería en ascuas...¡que
lástima!...pero ¡que incomparable consuelo, presenciar que el Señor
hace NUEVAS, todas las cosas!.
Perdona
nuestras ofensas
así como
nosotros perdonamos a quienes nos ofenden...
Tiempo
muerto, impás para relajar nuestras ansias y necesidades, bajo los
arcos que circundan los patios de la Facultad de Bellas Artes. Tiempo
para la oración íntima y encargada por nuestros hermanos. Tiempo de
concertar el desconcierto de una cofradía descompuesta en su orden.
“Por su dolorosa Pasión, Misericordia Señor para nosotros y las
víctimas del salvaje atentado por el que ofrecimos nuestra Estación
de Penitencia”. Misericordia, Señor por tantas intenciones
depositada bajo la túnica de este nazareno, que no tenía ni la mano
de su Niño en esos momentos para aferrarse...No tardó el cielo en
despejarse, aspirando todo el Azul de nuestras humedecidas capas. La
cofradía color Sevilla, comenzaba de nuevo a formarse. “El Señor
es compasivo y Misericordioso, lento a la ira, dispuesto al perdón”
y escuchó mis plegarias. El Reino de Dios, parecido al Martes Santo,
me devolvía esa mano menuda, imprescindible, cómplice de esta
divina simbiosis que la providencia teje entre abuelos y nietos
unidos en la Fe.
Y fuimos los
dos, ese uno e indivisible que funde la diferencia de edad en un solo
sentimiento. Y contemplamos, juntos, el prodigio de la Palabra; la
buena nueva según Sevilla, que hizo posible el encuentro de dos
pasajes: CORONACION y BURLAS en el mismo Evangelio. ¡Comprendes,
Madre mía, como EL, hace nuevas todas las cosas!...
No nos dejes
caer
en la
tentación...Señor, perdóname, porque yo vi en los ojos de mi Niño,
tu gracia santificante y fue entonces, cuando rompí la norma y corrí
hacia el carro del hombre de la cera y cogí un cirio pequeño,-
abandonado por otro Niño, que no quiso volver o no se lo permitieron
sus mayores-, para hacer realidad el sueño que ardía en la mirada
de mi nieto, radiante de satisfacción y lo coloqué en mi sitio de
privilegio -el último tramo- tan cerca del Señor, para alumbrarlo
de vuelta, cuando la tarde caía en su ocaso más indescriptible de
azules San Esteban. Sí hermanos, todo fue tan hermoso, desde
entonces, que el Reino de Dios, se parecía a un Martes Santo
insólito de contrastes y estética... hasta la Luz destemplada de
las “setas”, semejaba una cúpula fantástica, un “arca de la
alianza”, entre la ingente multitud que presenciaba el misterio de
la “Burla” al compás de “chicotás” valientes, poderosas,
admirables y dignas del más puro clacisismo, en profusión de
marchas escogidas para la gloria.
Y líbranos
del mal...
Señor si
acertamos o erramos, todo sea por dar testimonio de Fe... y a mí no
hay quien me quite, que San Esteban, cumplió su misión con creces.
Porque este nazareno abuelo, que no deja de alabarte y darte gracias,
por haberle concedido la inmensa dicha en el Amor de acompañarte de
la mano de mi Miño, -un años más-, escuchando lo que vi y viendo
lo que escuché de su boca -aún sino creyéseis- Mirad y ved, que
Bueno es el Señor, : “Abuelo estás rezando...sí, mi vida”...
“Abuelo yo también voy rezando, para que tu me dures muchos años”.
Como decía el poeta: ¡Tanto Amor, quien me lo quita!...¡Tanta
dicha, quien me roba!
AMEN.
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