Por que se
que existe, yo me lo imagino: El Amor; el amando; el amado. Los tres
tiempos del verbo que busca la verdad: el Misterio. El Amor, que
interviene en nombre del amando y exclama con toda seguridad: “haced
lo que El os diga”. El amado que ordena llenar de agua las tinajas
y el agua que se convierte en vino bueno, frugal, oloroso de la mejor
cosecha. Diferentes pareceres y un mismo espíritu; diferentes
culturas, distintos puntos de vista, hacia una misma dirección. Se
conocieron, escuchando la Palabra; la buena nueva que une, que
abraza, que ilumina, que sostiene, que alienta, que anima. Tuvieron
sus dudas, le asaltaron los miedos, le sorprendieron las
vacilaciones, pero nada ni nadie podía arruinar la fortaleza
construida por la Fe. Si, es verdad que había que seguir viviendo en
un mundo hostil, competitivo, vertiginoso ahí afuera; pero la
Esperanza de encontrarse al caer de la tarde, cansados de sus
obligaciones y deberes, era muy superior al cansancio. Si, es verdad,
que los consejos que recibían, que los anuncios publicitarios, le
ofrecían unos productos tan irresistibles, tan encarecidamente
necesarios, que era casi imposible rehusar a su consumo, si no
querías verte incomunicado dentro del imperio de la desazón. Pero
sus respectivos corazones, solo latían para la comunicación directa
de mirarse a los ojos, frente a frente y descubrir, que el brillo de
una mirada, vale más que todos los “pixeles” que encienden la
aplastante multitud de las móviles pantallas.
Sentían la
soledad que inundaba las calles de gente hablando sola; muchas veces
en voz alta, cruzando las miradas en el vacío de cada cual
escuchando cada tema, con los oídos tapados por auriculares. Los
pasos de cebra, no daban a vasto para cruzar ensimismados, jugándose
la vida entre el estruendo de los coches. ¿Donde vamos, Amor, amando
así de tan absurda manera? Yo te miro y tu te sonrojas. Tu me miras
y yo me agito. “¿Que tengo yo contigo, mujer?” Todavía no ha
llegado mi hora. Pero sé que a mi Amor, nunca se le ocurriría
encelarse, sino es para demostrar más que te quiero. Y tu sabes que
tu Amor es de madre, que intercede siempre, que nunca se despecha;
que no habla si no es para alabarme, bendecirme, adorarme, fundirse
en mi pasión que es la tuya, convertir el agua en vino, el mejor
vino para el banquete de boda, festejando siempre, el júbilo de una
vida unidos por el sacramento. No, ¡calla Amor! Que nos toman por
locos, por sepulcros blanqueados, por escribas y fariseos; que nos
acusan de anormales, que nos tachan de débiles mequetrefes, de
añejos perdedores, abatidos en el pulso de esta absurda batalla. No
puede ser tan sencillo, tan humilde, tan simple...sobre todo cuando
el hombre ha luchado tanto por complicar su existencia, por entender
el pensamiento, por cultivar el don de la palabra escrita que quede
para siempre impresa en sus libros inmortales. Pero sabes, Amor, tu
bien lo sabes, que han muerto en la utopía de la nada, sin saber de
cierto a quien dar gracias, creyéndose ser el Dios a quien se
resistieron vivir en semejanza, como si ellos no fueran hijos del
hombre. Se que existe, yo me lo imagino, cuando he visto en sus ojos
el fuego de la ira, la soberbia inflamada, el reproche soez, cuando
te han ofendido tanto, que no has sido capaz interpretar de donde
viene tanta acidez, tanta urdimbre de duelo acumulada. Y todo es tan
sencillo, que se cura con un simple abrazo, con la fe de un niño y
el espíritu limpio de dar al frente, dos pasos: “Haced lo que El
os diga”...conjugar el Amor, Amando, Amado, los tres tiempos del
verbo, la verdad del misterio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
con naturalidad