lunes, 4 de abril de 2016

El Gran Poder de la Misericordia

La mañana era gris de nubes altas, cruzamos los jardines que cubren la cúpula del cielo con las hojas de palmas. En lo más alto, un camino de albero custodiado por la sombra celosa de los frondosos magnolios, los ramos sueltos de las blancas acacias y la media altura de los naranjos fragantes, nos acercaba a la Puerta de la Carne. Misterios Gloriosos entonaba el hermano, Padre Nuestro, trenzando el Rosario en su primer misterio por Santa María la Blanca. Calles con sabor a trote de carruajes, humedecidos adoquines que brillaban su añeja historia por la estrechez que abre su recoleto adarve al Patriarca Bendito Señor San José. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia, Segundo misterio en la soledad íntima y claustral del Convento de Madre de Dios; Dios te Salve María, llena eres de Gracia, Bendita Candelaria, que atendía nuestros rezos, con la mirada baja de su pena Dolorosa. El Rey Don Pedro, que tanto misterio encierra en sus leyendas, observaba con su mirada de piedra a estos tres peregrinos, camino de San Lorenzo. El tercer misterio llegaba a la Alfalfa, aun chirriante de cera derramada, y se perdía con el gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por las siete revueltas, hasta la misma Encarnación: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, por el camino más corto, entre Orfila y Amor de Dios, las Letanías de Estrella de la Mañana, Salud de los Enfermos, Refugio de los Pecadores, Consuelo de los Afligidos y Auxilio de los Cristianos, Ruega por nosotros, por las intenciones del Papa Francisco y una Salve a la Virgen antes de enfilar Conde de Barajas. Señor mío y Dios, mío que cerca, el sabor exquisito de tu infinita Misericordia, como se siente la Paz en tu entorno flanqueado por los plataneros y el vuelo displicente de las palomas tordas. ¡Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor rezando el Santo Rosario! Con el pié derecho cruzar los umbrales de la Puerta de tu Misericordia, ofreciendo al Padre, el cuerpo, la sangre, el el alma y la divinidad de su Amantisimo Hijo, Señor del Gran Poder, como propiciación por nuestros pecados, implorando la Misericordia de nuestros hermanos en busca de la Reconciliación. Con la certeza de encontrar allí el Perdón de su Cruz con los mismos brazos del que nos Espera para abrazarnos. Toda la ciencia de la vida presidiendo el Altar mayor, para que pongamos toda nuestra confianza en el Señor de Sevilla. Y a sus plantas, en derredor, una Basílica repleta de fieles y peregrinos llegados desde la vecina Alcalá de los panaderos, para ganar el jubileo más jubiloso de la vida cristiana, en el año consagrado a la Divina Misericordia. El beneficio de la Humildad, toda la fuerza de la piedad, humana y Divina que derrocha el verbo encarnado en el cedro de su precioso imagen, el Gran Poder que en sus manos derrama todo el poder y la Gloria, para olvidar nuestros pecados, esas faltas que ha purificado en el fondo del mar que ha dado su vida por nosotros, que te ha amado hasta tal punto, que ya no existe punto de partida, que no sea el de su infinita Misericordia. Que sí, Dios mío, que si no somos dignos de que entres en nuestra casa, tu si eres Digno de sabernos amados como el niño pequeño que acude a tus brazos. Con esa Paz que recibimos, aun más dichosa que la que impartimos a nuestros hermanos, con esa Paz del Gran Poder Resucitado entre sus discípulos; con esa Paz que supone en medio de nuestra incredulidad, ofrecerse a que introduzcamos nuestra mano en las llagas, en el costado abierto, para que creamos de una vez por todas y no tengamos por menos que arrojarnos a sus plantas clamando: Señor mío y Dios mío. Con la misma Paz con que volvemos por nuestros propios pasos, después de haber recibido gratis tanta gracia a sabiendas que tenemos que perdonar, porque EL ha sido y será el que nos perdona a nosotros antes. Quiero dar a conocer, Tu Misericordia, Señor, por medio de las obras de misericordia corporales y espirituales, consolando y asistiendo, a los más afligidos y enfermos de mis hermanos, pues todo lo temo en mi debilidad, pero todo lo espero de Tu Misericordia.



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