En este
camino de ida que ha sustituido los botos camperos, por las botas de
agua. En este camino del diluvio, que ha tapado el colorido de los
trajes de flamenca y los cortos, por el el capote verde y el
impermeable. En este camino duro e inclemente, como no se recuerda,
que ha anegado los caminos históricos de barro y lodo, haciendo
impracticable los surcos de las carretas, las ruedas de los tractores
y toda clase de vehículos que componen la flota de una Hermandad. En
este camino de agua bendita que está calando hasta los huesos a
carreteros, peregrinos, caminantes, romeros y personal al servicio de
la Romería; nos hemos planteado, más que nunca la cuestión sobre
que significa realmente, el Rocío y las causas que mueve semejante
peregrinación, que continua sin dejar indiferente a nadie. Frente a
las circunstancias desfavorables, de la meteorología, el Rociero de
Fe, cuya principal idea es el encuentro con la Madre- la respuesta es
inmediata: “llueva o ventee, caiga chuzos de punta, haga calor y
haga frío, ¡siempre para adelante!”. El camino para los Rocieros
de Fe, es un camino glorioso, que se realiza con todas sus
consecuencias. Que ningún Rociero se queje de la tremenda dureza del
camino, que es un camino que se hace voluntariamente, con mucho gusto
y esperanzas puestas. Nada que ver con ninguna travesía del
desierto, con cualquier tipo de éxodo o huída de la muerte a
consecuencia de la guerra y sobre todo comparable con el drama de los
Refugiados” que todos llevamos en mente. A más de uno de los que
se quedan, viendo partir a los Rocieros, se nos ha quedado otra cara
bastante lejos de la envidia y la soberbia, de la crítica resentida
y despiadada, al contemplarlos bajo la inmisericorde lluvia, tan
necesaria como nunca del gusto de todos. Hasta los más aviesos
detractores -en el fondo- han sentido cierto estímulo confundido con
la solidaridad, tildándolos simplemente de locos. Porque aquello de
los tópicos, de que el Rocío siempre es juerga y tambor; que el
Rocío es mentira y vanidad;que el Rocío es puro postureo y hasta
botellona a discreción, se ha visto cubierto por el plástico que
tapaba la carreta del Simpecao pingueando; se ha visto cubierto por
un caparazón multicolor de paraguas, que ha formado una piña
encharcada de fervor, para hacer verdadera hermandad alrededor de la
Carreta de Plata. Obligando a los romeros y peregrinos a tomar rutas
alternativos que no se recordaban en la Historia del camino rociero.
Carreteras olvidadas, senderos inhospitos, sesteos imposibles y
paradas forzosas donde dormir, fuera del charco y la humedad del
terreno. Sí, claro aún así y una vez “acomodados”, volverían
a encender los motores, las cocinas, a preparar el festín de turno
con toda clase de mariscos, chacinas serranas y exquisitas viandas,
dispuestas sobre una mesa al resguardo del relente y correrían “los
arroyos del vino, donde como cantan las sevillanas, se disculpan y se
lavan los tropiezos del camino ¡ay si los pinos hablaran!”. Pero
no es menos cierto, que frente a esa empalagosa necesidad de
convivir, está el momento recogimiento; el rezo del Santo Rosario
entre la luciernaga de las bengalas; los Rocieros de Fe que no
pierden el sentido, por más sueño y cansancio, de arremolinarse con
sus ponchos y mantas, delante del Bendito Simpecao, para orar y dar
salves de Gracia a la Blanca Paloma, con los ¡VIVAS! Más sentidos.
El Rocío, por muy al alba que se levante, es hacer un camino de
Esperanza, al encuentro de la Madre; cada uno es cada cual y lo hace
según tradición heredada por sus antepasados o curiosidad y ganas
de sentir o vivir la experiencia única del contacto con la
naturaleza. Unos irán siempre al lado o detrás del Simpecado: “mi
camino es caminar al lado del Simpecado”, por promesa o intención;
por alguna necesidad de salud o simplemente para adorar a la Virgen y
darle gracias en todo momento. Otros lo harán de igual manera, pero
por motivos de profesión, o responsabilidad de los cargos que ocupan
en la Hermandad. Otros irán dominando la belleza de los parajes, .a
caballo., contemplando olores y sabores, respirando el aroma de las
flores silvestre, amapolas sobre trigos, lirios marismeños,
arrancando el romero fragante de las matas. Muchos, peregrinos de
mochila y tienda de campaña, ilegales de cara a una hermandad que
exige, porque se lo exigen a ellos, pagar el terrero vallado, las
lindes donde pernoctar ¡ay alcalde de carreta! Que tienes que beber
el trago amargo de darle espaldas a la caridad y la misericordia con
tu prójimo. Pero si queremos mirar para otro lado, veremos el Rocio
de las jardineras, del buen gusto por la incomodidad, la alegría y
el poderío de un camino que con pan y vino, se hace más cómodo. Si
queremos mirar, la otra cara de la medalla, veremos bastantes
contradicciones, niveles que van desde el servir de los contratados,
hasta el ser servidos de los que lo costean; no es cuestión de
posibles, aunque se note el despilfarro, el esplendor, la fiesta
continua dentro de las casas del Rocío, sigue siendo el espejismo de
una Romería inconfundible pero aún confusa, para los que la ven
desde las afueras. Hay muchas cuestiones y las apariencias engañan
más que nunca en el Rocío. Hay que hacer el camino para poder
opinar y sea cual fuere tu opinión, habrás de llevar contigo -como
mínimo- el don de la Fe. Porque por mucho que veas, no llegarás a
creer más que una sola cosa y eso si crees sólo esto: El Rocío es
el encuentro con la Madre, un camino con todas sus luces y sombras
que debe empezar desde tu interior y solo desde tu interior verás,
que ese camino termina agarrao a las rejas de su Ermitan, postrado a
sus plantas, ese es su final y así debe ser la finalidad de su
sentido: “Al final la Paz, al final su perdón, arrodillado a sus
plantas y gritará tu garganta, Rocío danos tu Amor” Si no es así,
quédate en casa rumiando las imágenes de quienes gozan la belleza
de un camino, que va más allá de cruzar el Quema, presentarse ante
Villamanrique, salvar la interminable Raya Real, y cruzar el Ajolí;
quédate en casa, mirando la dicha y el tronío de los caballistas;
la belleza única de las mujeres vestidas de flamencas; el poderío
de los carreteros y la extrema emoción de las plegarias, salves,
cantos, Vivas y lágrimas de los romeros...y si aguantas impasible,
llegar al culmen de ese lunes de Pentecostés, cuando la Madre
provoca la marejada ciclónica y esperpéntica de los Almonteños.
Pero “no preguntes el porque, ni motivo, ni razón, que las cosas
del Rocío, no tienen explicación” ¡querer es poder. vivelo si
puedes!
el blog de Antonio Sierra Escobar -Mayo 2006- Mi espacio para el verso y la prosa, la crítica y la imaginación desmedida y por descubrir.
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