Los tratos domésticos.
Teniendo en cuenta que el Amor, en su definición etimológica, no hace daño, ni por tanto es dañino. Ni origina celos, ni produce infidelidad, ni causa trastornos psicológicos atribuibles en una relación, donde el Amor funcione, como lo que es:-respeto, cariño, buen trato, asunción mutua de culpas y perdón constante e inmediato-. Todo lo demás son metáfora falsas del amor en pareja, cuando no han funcionado en la relación los factores primordiales que representan al verdadero Amor, o han desaparecido por desgaste de la convivencia, -el respeto, el cariño, el buen trato, la asunción de culpas y el perdón constante e inmediato-. La pareja, novios, prematrimoniales o sacramental, deben tener claro que en la lucha cotidiana en pro de los citados ideales, ambos, amante y amado, pertenecen al mismo bando, ambos, han de remar en la misma dirección. Que tanto el uno como el otro, la una como la otra, van en el mismo sentido del vuelo, siempre que el vuelo sea, libre y sin coacción. La Pareja tiene que ser cómplice de un proyecto incomparable, que gracias al amor conyugal, ha de convertirse en la gran obra de sus vidas, la creación de una familia, que garantiza, la base de una sociedad sana, principio y fin de la existencia humana. La pareja que se conoce o cree conocerse mutuamente, la pareja que confiesa abiertamente los secretos e íntimas virtudes y miserias de su compañero, novia o cónyuge y utiliza el conocimiento subjetivo, como arma arrojadiza, en cualquier situación desfavorable o comprometida, sin asumir unilateralmente su parte de culpa, antes bien vertiendo, sobre el compañer@, toda la responsabilidad, a las primeras disquisiciones de cambio, está quebrando el primer principio fundamental del Amor en pareja, como es -el respeto-, aunque siempre, este a tiempo de reparar el defecto de fábrica que todos llevamos dentro y pocas veces queremos reconocer, como egoísmo. A menudo llamamos al Amor enfermizo, cuando los enfermos somos nosotros, contagiando a nuestra pareja, con los síntomas aparentemente posibles, que no hacen más que la vida imposible de quien en realidad nos cuida e intenta sanarnos. Conociendo a nuestras respectivas parejas, con la seguridad exclusiva, como presumimos conocerla. Teniendo la certeza de saber, como y cuando la hacemos feliz, atesorando sus más íntimos secretos, sabiendo los puntos vulnerables donde podemos tocar, para hacer de nuestra relación, una verdadera melodía...como es posible, que en la realidad, toquemos tan mal el piano de la complacencia y nos decantamos por porrear el nocivo tambor de las controversias irreconciliables, que dañan nuestra conciencia, tanto como los oidos distorsionando el normal desarrollo de nuestra relación. A la perniciosa frase de "te conozco igual que si te hubiese parido", hemos de ponerle el predicado del Amor, amor tan puro y delicado como maternal y no cambiarlo por el sentido doloso de un ataque enemigo, que hace a la víctima, presa y cautiva de un trato vejatorio y humillante. -Se tanto de tí, que aprovecharé tu sinceridad para derrotarte- Cuánto daría el amante empeñado en conquistar a su amada, por conocer aquello que la hace feliz, para gozar más con la felicidad de verl@ feliz, que con nuestra propia ración de felicidad. Es complicado en el mundo de la pareja, pero en el Amor, menos es más y Dar, supone más que recibir, porque en definitiva, quien siembra -tarde o temprano, recoge- En esto consiste el Amor, esa es la clave tan sencilla, como complicada de llevar a la realidad. Porque en estos tiempos convulsos, tan parecidos e iguales a los que siempre sucedieron, -conocer es Amar- y el que conoce bien a su pareja (teniendo en cuenta que nunca llegamos a conocernos al completo) ha de amarla y respetarla, aprovechando esa sabiduría, como levadura que enriquezca el delicado pastel de la convivencia y nunca utilizando el conocimiento como arma de dominación y poder, lo cual generaría en algo tan de moda, como los malos tratos o la violencia de género.
Por consiguiente a modo de resumen, las parejas o matrimonio, necesitan tres tipos de carburantes para alcanzar la utópica, pero no menos ansiada meta que reza el sagrado mandamiento de: "Hasta que la muerte nos separe". Primero el Amor en la forma imprescindible del respeto mutuo.(las afinidades, los gustos, las pasiones compartidas, no garantizan la disolución del matrimonio, pero si consagran la buena amistad en una pareja. Segundo el Amor en base al cariño, el roce, las caricias, abrazos y gestos llenos de ternura SIN importar la edad ni el sitio, siempre que no entremos en el pegajoso "sobeo" continuado y baboso que se aprovecha hasta del público que tiene delante
. Y tercero el Amor con capacidad bastante para asumir el daño psicológico que infligimos a nuestra pareja, reconocer nuestra culpa y pedir perdón . Quedate con esto último, porque, aunque no tengamos la suficiente voluntad, para dejar de hacer daño, porque no somos capaces de controlar los arrebatos de ira y acritud, que a día de hoy, achacamos al estrés de vida, el hecho de asumir nuestra culpa, merece el perdón cristiano, siempre y cuando no haya violencia de por medio, el Amor, perdona, no siete, sino setenta veces siete. Vaya el cariño, por delante. Si el Cariño, cae en desuso por efecto o defecto del roce, no perdamos nunca el debido respeto, ni la educación, los buenos modales ni las formas. Pero si caemos reiteradamente, porque la vida es tan complicada como bella, mantengamos la capacidad de levantarnos con dignidad, con la cabeza bien alta, mirando de frente a nuestra pareja, para pedirle disculpas, intentemos reparar las cosas, antes de tirarlas, no perdamos el tiempo con otras personas que por nuevas y atractivas, no van a dejar nunca de desengañarnos. No somos perfectos, como nuestras respectivas parejas tampoco lo son, pero hasta día de hoy lo más hermoso y perfecto que hemos conocido, es el Amor y a El acudimos siempre, por necesidad, soledad o desesperación. Si nos cuesta decir, Te quiero, no perdamos la memoria de las veces que lo escuchamos en boca de nuestra pareja.
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