lunes, 8 de junio de 2020

Mi hermano mayor

A mi hermano mayor, se le iluminaba el rostro cuando se encontraba conmigo. Y como la cara, dicen que es el espejo del alma, al mirarlo a los ojos, me sentía querido. Muchos son los llamados a administrar los bienes y el destino de una Hermandad, pero pocos son los elegidos a ser el Hermano mayor de la gran familia que debe ser una Hermandad. Convertir la Hermandad en una familia, es cosa de sabios humildes. Sabios porque han crecido,  empapandose en el día a día de una Hermandad convertida en su casa y humildes, porque han madurado en el día a día de su casa, convertida en Hermandad. Mi hermano mayor, creció y vivió  en San Esteban, casa, Hermandad y barrio; haciendo de su familia, una continuación de su casa, Hermandad y barrio o lo que es lo mismo, su propia vida. Estos son los principios incalculables de mi hermano mayor,  siempre disponible, desde el callejón sin salida, donde tenía su imprenta, hasta aquella casa Hermandad destartalada que a cada peldaño subido, ascendía  los sueños de un mayordomo empeñado en juntarnos a todos los hermanos. A golpes de simpatía, mi hermano mayor, nos convocaba a ser hermanos costaleros, nos atendía, nos mimaba y defendía a uñas y dientes,  nos daba "caña", pero su caña, era la de Cristo, su Cristo de la ventana, el Señor de la Salud y Buen Viaje. Con el devenir de los años, parece ser que la vida empezó a dar los frutos que con tanto ahínco, cosechaba mi hermano mayor, después de tanta entrega y dedicación, la vida le sonreía a mi hermano, simplemente porque el, le sonreía a la vida. En el esplendor de su sencillez, de la mano de mi hermano mayor, la Hermandad, vivió las más brillantes efemérides de su reciente historia. La nueva casa Hermandad, que era la prolongación de su casa,  abrió sus puertas como local accesible y cómodo, para acoger a todos sus hermanos, el Señor de la Salud y Buen Viaje, presidió el Via+Crucis de las HHCC, cosa que para mi hermano Mayor y familia de San Esteban, era como si nos hubiese caído el "gordo" de la lotería. María Stma Madre de los Desamparados, volvió al lugar desde donde salió su hechura, para pasearse bajo Palio, desde la Puerta Macarena hasta la Puerta de Carmona, con motivo de sus bodas de diamante. Pero lo suyo, no era la pompa y el boato, mi hermano mayor, era la misma persona, cariñosa y acogedora, tanto esgrimiendo la vara dorada, como dando la "caña" del mismo Cristo. Aquel, hombre que se paraba con todo el mundo y te reconocía, tanto en privado, como en público, porque se sabía de memoria el apellido de todos sus hermanos. Después de un largo exilio,  por diversas circunstancias que no viene a cuento relatar, volví a mi Hermandad, la misma casa de siempre y allí estaba mi hermano mayor, para recibirme como hijo pródigo, con los brazos abiertos, como nos espera a todos los hermanos de San Esteban, revestido de esa túnica celeste y crema, que refleja el color de la vainilla y el cielo del Martes Santo -como el decía siempre- más bonito del mundo. Con su sonrisa abierta y el lema que reza en el glorioso escudo de la capa celeste: "Que más puedo hacer por vosotros". Allí esta, Julian López, delante de su paso de Cristo de la Salud y Buen Viaje, para recibirte amablemente con su abrazo,  en ese eterno Martes Santo, cuando los últimos de tramo, nos encontramos, cada vez más cerca, para ser los primeros, en presentarnos ante la morada delPadre. Así, lo recordaré siempre, si el Señor me da Salud hasta que emprenda el Buen Viaje, cada Martes Santo, en la tarde más bonita del mundo, delante del paso, estará mi hermano mayor, el bueno de Julián López, para alegrarse de vernos y celebrar juntos, que la vida es bella, a pesar de las lágrimas, que ruedan por las mejillas divinas de nuestro Cristo,  que como bien reza la advocación de su Bendita Madre, nunca, pero nunca nunca, nos dejará Desamparados. Hasta siempre, mi hermano mayor. Julián López.

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