La penumbra es un olvido de la luz cuando se dirige a alumbrar una escena del arte. Este olvido no pierde su encanto, más bien envuelve el ángulo en la vaga nebulosa que oculta ante los ojos un detalle sagrado. En penumbra las sombras se alargan dibujando el perfil inaudito que hace cobrar una nueva dimensión a la sagrada Imagen. La exacta geometría de los cirios, retienen espasmos de luz en sus pabilos, para que el lacerado rostro del Nazareno recobre humanidad en cada oscilación del aire preso. En la penumbra yace el Dios reflexivo, las mañanas de su íntimo Quinario; llora y hace dignas nuestras lágrimas, justas nuestras penas, ligera la cruz que cada uno portamos. Lo arroparon con una clámide púrpura, terciopelo de desagravio, para tapar las burlas al Rey de los judíos. La penumbra descubre sus manos atadas, advirtiéndonos la realidad de habernos hecho libres, la cruda realidad de que en nosotros mismos está la solución de los problemas que acucian al hombre. No cabe más que un rezo en la penumbra, la oración que El nos indicó siguiendo su divina enseñanza: Padre Nuestro.
La romántica leyenda que prestó su advocación a nuestro Venerado Titular, merced a la cantidad de viajeros que salían o entraban en la ciudad por la Puerta de Carmona, encomendándose al Cristo de la “ventana”e invocando SALUD Y BUEN VIAJE, cobra en la actualidad un marcado relieve social por la delicada situación que atravesamos. En plena celebración del año nuevo, cuando la mayoría de las familias se sientan alrededor de una “buena” mesa para despedir un año especialmente duro y dar la bienvenida a un 2012, cargado de expectación y dificultades, reparé en un llamamiento que hacía alguien de nuestra Hermandad, através de la página de facebook, elevando una oración a nuestro CRISTO, por ser el titular de la advocación que mejor refleja, la voluntad e intenciones que la mayoría de los cristianos sentimos al desear de corazón a todos nuestros seres queridos, amigos y familiares. Me pregunto, si independientemente a nuestras debilidades humanas, ¿hay algo más importante que el don de la SALUD? Y me atrevo a añadir si ¿existe mejor suerte en la vida, que disfrutar del BUEN VIAJE que proporciona el esfuerzo, la entrega, el sacrificio de compartir con los tuyos, nada más y nada menos que “seguir adelante”?. Tan solo con esas dos preguntas y mirando a nuestro CRISTO, encontramos la respuesta: Cuando se nos cierran todas las puertas EL, nos abre la ventana y mirando su perfil entre los hierros con que nos enreja la vida, encontramos la Humildad que nos unge de gracia santificante y la Paciencia que enjuga todas nuestras lágrimas condensándolas en las cinco perlas que resbalan por sus mejillas. Precisamente, por esas dos rotundas palabras que conforman su bendito Nombre, Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje, merece ser el Patrón del Nuevo Año. Cristo Rey, Emmanuel -Dios con nosotros- que nace y renace en el portal dentado de San Esteban, regalándonos el don de la SALUD preciada y nos echa el capote de su purpura clámide para que abriguemos la esperanza de gozar de un Buen Viaje por la vida. Su advocación bendita, se hace digna y merecedora de esta reflexión, por eso al principio de cada año, especialmente un año tan crítico e inquietante, como el que se nos presenta, su Imagen debe ser el referente y principio de todos los esfuerzos y compromisos que vamos a encontrar como obstáculos; de todos los sacrificios y ejercicios de caridad y solidaridad que hemos de emplear en favor de nuestros hermanos más desfavorecidos. Aferradas a la reja de su ventana, veremos este año, las manos del Paro, el desahucio y la precariedad, la soledad que no entra en las iglesias ni en la Casa de Hermandad, porque siente pobreza vergonzante, pero que en el fondo sabe que lo tiene a EL, porque la fe no lo dejará nunca Desamparado. Con la felicitación y el precioso deseo que formula la bendita advocación de nuestro Divino Cristo: SALUD y BUEN VIAJE, os exhorto a todos mis Hermanos de San Esteban, para que seamos capaces de separar lo superfluo de lo fundamental, unidos en este año nuevo tan decisivo y trascendental, por la Caridad, seña de identidad que debe distinguirnos como cristianos o simplemente hombres de buena voluntad. Precisamente fue nuestra Madre, la primera que alargó su mano en el día gozoso de la Esperanza, para que selláramos con un beso de Amor, nuestro compromiso con el prójimo de cara al nuevo año.
Antonio Sierra Escobar
para el Boletín de la Hermandad de San Esteban.