viernes, 7 de enero de 2011

Ser y Estar


La razón de ser bético es, que merece la pena; la pena de pasar del infierno a la gloria en el paripé de un partido o de la gloria al ridículo en el fugaz tiempo de descuento. La pena de sufrir la nada de un amago, el reflejo, la finta, el arabesco, la alucinación de un espejismo que te deja estupefacto. Ser bético es estar como el verbo irregular en continua oración, conjugando el he sentido; el has llorado; el ha gozado; el hemos sufrido; el habeis clamado y el han estado. Estado que se transforma en energía desde el pretérito –hemos estado- hasta el futuro perfecto: del siempre estaremos, por presente de indicativo: yo soy del Betis y nada más espero en ese estado suyo de la buena esperanza. Y así, como siempre ha sido, surgiendo del mismo limbo de su propia nada, reaparece como el –ave Fenix- de las propias cenizas de sus malversadores, de lfalso evangelio de sus mesías, del discurso soez de sus cenadores, para fundirse con la afición y hacerse el verdadero equipo que nunca dejó de ser, aunque estuviera muerto; rendido, arruinado y sus jugadores soñaran el sueño de los mercenarios, antes de caer rendidos  por el peso aplastante del real  escudo de las trece barras. Sí, trece barras –trece- para vencer a la superstición  con sus propias armas, para vencer al maldito dinero con la cal viva de la preferencia hecha leyenda proclamada por Benito Villamarín; para satinar con el verde vivo, las vigas de un colosal estadio que le queda pequeño y ridículo, ante la grandeza de la caseta del marcador de gol sur. Y porque entre otras muchas cosas, ser bético, es no descender nunca, aunque se baje al infierno, ni perder la categoría aunque se descienda a segunda, ahí está el Betis –como siempre- hecho una piña colada por su afición: la que dice Mel y grita ¡gol!; la que lleva en volandas a Rubén Castro hacia la gloria y le está labrando un capitel corintio a su columna vertebral –Hércules Portllo- para hacerle un monumento en la media punta del césped.  Pero, poco a poco…sobre los piés –como los buenos costaleros- sin correr que es cosa de cobardes, desde la yerba y sudando la gloriosa camiseta, que el camino es largo y el mundo dá muchas vueltas. La razón de ser bético, no es sufrir, que también,  es merecer la pena y llorar de alegría y emoción por no dejarnos nunca indiferente, ante esa "leyenda que recorre el mundo entero".


martes, 4 de enero de 2011

Donde todo comienza



Allí donde la ciudad guarda lo mejor de todos nosotros, coincidiendo con los nobles deseos que se renuevan con la llegada del año, sin treguas de fiesta y resacas, el portal de Belén, se ha transfigurado en sagrario de plata y la cuna en Cruz para el que “todo lo puede”, presida su anual y solemne Quinario. Allí en San Lorenzo, la navidad alcanza la cima intangible donde reina la Ilusión: la Epifanía o manifestación del Gran Poder de aquel Niño-Dios al que fueron a adorar los Reyes magos. Apenas horas, para que el Heraldo Real, salga al encuentro de los niños de Sevilla, para recoger las últimas cartas de la ilusión, la misma ilusión se encarna en humildad revestida con túnica persa, aguantando el peso que a todos nos cansa y agobia para que nos aliviemos con la Luz de su rostro. Antes que el Niño fuera entronizado en la carroza del Portal viviente de la Cabalgata; la primera cofradía multitudinaria que recorrerá las calles abarrotadas por la bulla más exultante e inocente, Jesús hecho hombre, nos espera en San Lorenzo –donde todo comienza- . Antes de recibir las llaves de la ciudad sus majestades de oriente; la estrella de la ilusión apuntó hacia la basílica y allí fundió sus brillos en el crisol de las manos que abrazan todas nuestras penas y dolores; antes que fueran coronados los Reyes, El Señor hizo digna la sierpes de su corona de espinas, para el perdón y la reconciliación de todos los hombres; antes de ser lanzados los primeros caramelos al cielo de Sevilla, El lanzó su secular mensaje de Paz en la tierra incluso a los que no conocen la buena voluntad. Todo un lujo saberlo, en la noche mágica de la Cabalgata y comprender la ilusión de cuantos hombres se despojaron de sus miserias mundanas para volverse locos como niños, y hacer felices a los más desfavorecidos; a los huérfanos de los antiguos hospicios por cuya intercesión se fundaron los pilares de esta Cabalgata; todo un símbolo de ternura, para hacer olvidar a esos locos calvitos, la crueldad de la metástasis. Lo mejor de nosotros mismos va en esa Cabalgata; lo mejor de todas nuestras edades unidas por un mismo sentimiento, por eso, en este año tan difícil para todos, sigamos a la Cabalgata –con los ojos de la ilusión de un niño- hacia donde realmente se dirige, donde todo comienza, el Portal de San Lorenzo, allá donde en sus Manos está el Poder y la Gloria.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Pasó un ángel

Nuestras ilusiones no se cumplieron por la sencilla razón que dejarían de serlo para nunca jamás; pero se cumplieron las ilusiones de otros, dejando frustradas las nuestras,  y esos otros, estarán en estos momentos,  brindando con cava bajo una lluvia de oro, con la alegría inenarrable de la fortuna, cuando visita a los agraciados o menos. Nuestros sueños se van renovando con el consuelo de la Salud, con  la sonrisa de los amigos y con la luz que irradian los que más amamos, con la certeza de no saber lo afortunados que somos y la cantidad desapercibida de lo que recibimos, que es infinitamente mayor a lo que damos. Así cumplido el rito de la tradicional cantinela del sorteo que nuestra acusada ilusión ha hecho más famoso del mundo, podemos decir que llega la Navidad, ese tiempo tan íntimo como desconcertante, tan tierno como aprensivo que nos sitúa en un punto de ánimo, que no le es indiferente a nadie, sólo a los que la maldicen por no llevarse bien con la soledad. Y no hay más que mirar en derredor, o prestar un poco de atención a lo que se vé, ó pararse a contemplar, ó dejarse llevar, o meditar en silencio. Servidor, lo hace de la manera más  naturaldesevilla –como me enseñaron- viendo más allá de lo que se mira; intentando, sin apenas lograrlo, amar tanto como me aman; dando la cuarta parte de lo que recibo, escuchando el diezmo de lo que intentan decirme, muriendo en el intento de no hablar por hablar, aunque hablando se entienda la gente. Es el tiempo de sentarnos juntos a la mesa –fuera las prisas- aunque se fijan con suculentas comidas que valen más que los manjares que se pagan. Aunque se guarden las apariencias y el corazón no esté de acuerdo con los cumplidos que salen por la boca; aunque se pacten las cenas alternando las veladas en casa de nuestros padres biológicos o políticos; aunque el discurso sea rutinario e insoportable, la cita es tan útil como la que consolida o fortalece una indisoluble relación. Insisto, no hay más por donde mirar que lo que queramos ver –como todos los años- en estos días tan entrañables, La verdad y la unión, la ponemos cada uno de nosotros, del mismo modo que si nos lo proponemos, la convertiremos en una quimera. El mundo…la vida…no se recompone en Navidad, pero…hay un deseo, un simple, colectivo, multitudinario deseo que se propaga por todas partes en forma de Felicitación y allá donde halla un Deseo, el creador, manda un Angel.  La fe no es infalible, pero ayuda mucho…muchísimo. FELIZ NAVIDAD a TOD@S








Fernando Ollero
Pepe Luis Trujillo

Verdial

Juan Luis García Castilla


Antonio Rivera
Jesús Ramón Narváez -ALTOZANO  y el resto de los 400 amigos.

viernes, 17 de diciembre de 2010

La Esperanza, viene sola...


¿La Esperanza viene sóla?

-que vá- de muchos caminos

Viene de caños Carmona

A lomos de un borriquito

Con el Santo patriarca

Tan Bueno y bien escogido

Que por no ofender, no hablaba

Dulce San José, bendito.


¿La Esperanza viene sóla?

-que va- preñada del niño

el niño que la hizo esclava

Del Señor y dando brincos

En el sagrario del vientre

La llena de refocilio.



¿La Esperanza viene sola?

-que va- si el Abad Benito

Al verla por la calzada

Le regaló el pañuelito

De encarnación coronada

Para enjugar su destino…


Nunca llega la Esperanza

Por estas fechas del frío

Sóla, a la tierra que lleva

Su nombre tan bien escrito.

Escrito sobre la Gracia

Que en San Roque dio cobijo

Bajo palio de esmeraldas

Y flores de cera en rizo.



Nunca llega la Esperanza

Sin portal ni villancicos

Sin ángeles por la ronda

Ni pastora en Capuchinos

Ni sol por donde no quepa

El resplandor de su Auxilio

Que en la Trinidad se ensancha

Gloria de Dios uno y trino

Para abrirle a la Esperanza

Las puertas del paraiso…




Después si triste la vieras

bajo el arco florecido

En navidad de centuria

Que dicta sentencia a Cristo

Verás que nunca está sóla

Bajó del cielo…, allí mismo…

Para acercarnos la mano

Con el nombre que Ella quiso

de-Esperanza Macarena-

para invocarla sus hijos.



Y así, cruzó río y puente…

¿habrá un Belén más bonito?

Que el que rodea la Esperanza

Entre orilla y caserío

Cuando se adentra en Triana

Buscando el Portal castizo

Donde su Esperanza alumbre

Como Faro prometido

Los siete mares del mundo

Gloria del recién nacido.




¿La Esperanza viene sóla

Sóla… algún año la has visto?

Si es Clemente Expectación

Antífona del altísimo

Que encierra todo el Amor

En el ascua de su círculo.





lunes, 13 de diciembre de 2010

Dale la vuelta al bombo

La depresión de Navidad, son unos síntomas –que no enfermedad- que padecen los que aman, han amado y seguirán amando por encima del amor anunciado a precio de fábula, gentilmente empaquetado para regalo y expuesto maquinalmente en los escaparates –estratégicamente- con toda la parafernalia de la luz y el reclamo publicitario. Lo padece la madre trabajadora, pero no el prototipo de madre trabajadora de diseño, que aparece en los infumables anuncios superbienvestida, dando el desayuno a la prole y marchando a su oficina conduciendo un monovolumen o 4x4, que regresa al hogar, pasa la superaspiradora, se cambia a ropa deportiva, se marcha al gimnasio y vuelve para servir la cena de los embutidos, la lechuga y el queso blanco, sino que la padece esa otro ama de casa que trabaja más de ocho horas a turno partido (limpiando portales, escaleras; cosiendo, cocinando para un regimiento, etc., etc –ya me entendeis-) que regresa a su hogar para servir a sus hijos maleducados por deformación maternal, que después de que estudian ó no estudian; trabajan ó no trabajan, la esperan en el sofá acogidos a la ley del mínimo esfuerzo con la célebre frase de bienvenida: “mamá, que hay de comer”. La padece –como escribo- esa mujer, que después de sufrir los estragos de una jornada laboral estresante, se siente culpable de que sus hijos no sirvan siquiera para abrir el frigorífico y apartarse la comida que dejó dispuesta en un “taper”, aduciendo únicamente en su defensa: “hijos míos, ni siquiera sois capaces de echarle un vistazo al frigorífico y calentaros en el “micro” la comida”. Esta depresión la padece también el marido o la pareja sentimental, que acogiéndose al beneficio del machismo, como así a la susodicha ley del mínimo esfuerzo, se afana en ayudarle lo mínimo –porque como hombre- no está en su guión poner lavadoras, tender, doblar ropa y preparar el guiso para el día siguiente y aunque pone todo su empeño y se solidariza con su mujer, le puede la comodidad y aquella antigua añoranza materna, de que los hombres eran los reyes de la casa. Esta depresión también la padecen las familias monoparentales que se ven absolutamente solas a la hora de administrar los escasos medios económicos, hacer la lista de la compra y pensar en los regalos imposibles que quisieran para sus hijos y también la padecen los parados resignados por el mal de muchos (quien no tiene un parado en casa –ascendente o descendente miembro o miembra familiar); los parados que han agotado el indecente subsidio o la prestación del recorte anunciada y viven, malviven o subsisten en casa de sus jubilados padres, comiendo de la pensión. . Naturalmente hay caso de excepción –como estados de alarma- aunque estos ni sienten ni padecen la depresión, porque todo en sus lujosos hogares es de ensueño: de ensueño la decoración, de ensueño el belén con figuras carísimas, de ensueño el aroma a incienso y el ambiente de Paz reflejado en magnífica cristalería y vajillas cartujanas; en fín que la niña canta en el pijolero coro rociero de la hermandad de los acomodados y no para de ensayar y cantar por las calles en belenes céntricos, los rancios villancicos de la barba rasposa del bueno de San José. En cualquier caso, todos estamos metidos en este bombo de la Navidad, igual que las bolas de la lotería más famosa del mundo y en algún momento de la noche de Paz por excelencia, sentiremos en nuestro interior, el ruido ilusionante de esa bolita que canta la diosa fortuna para los más agraciados o hace vibrar de emoción a los más desafortunados, los que se sienten tan solos a pesar de estar tan bien acompañados en su lucha contra la depresión. Feliz Navidad.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Los gozos

Todo lo bueno y lo malo, arranca de la niñez que es el patio del colegio donde jugamos . Para bien o para mal, alguien muy querido o muy odiado, nos inculcó el cariño, la devoción o el rechazo a lo que con el tiempo se convirtió en tradición u olvido. En mi caso el patio que recuerda naturaldesevilla en esta noche destemplada por el redoble del viento y la lluvia, era del Colegio La Salle, para más señas, bajo la advocación y el patronazgo de la Purísima. En fecha tan señalada, la memoria escoge el camino más corto para emocionarme con esas cosas –que por increíbles y fantásticas- son más sencillas de lo que parecen. Se trata de soñar en esta noche inclemente, rozando con la punta de los dedos de un niño, las estrellas de aquel camarín celeste, donde la imagen de la Pura y Limpia relucía en el máximo esplendor de la capilla Lasaliana. Después alguien que hablaba con el corazón más que con el entendimiento, nos envolvía con la historia sagrada de la joven doncella desposada con José. Aquella a la que el ángel del Señor anunció con el Dios te Salve, María; la pintada en plena gloria por los pinceles de Murillo; la sevillana cieguecita de Martinez Montañez; la musa de Alonso Cano; la mil veces copiada, cincelada, labrada y concebida como apoteosis de las Bellas Artes. Y no era más que una joven, piadosa, discreta y humilde, como aquellas mujeres de carne y hueso que nos acercaron al altar de su Belleza y nos enseñaron a rezar, juntando las palmas de las manos, al admirar su imagen cargada de unción. He aquí el principal misterio, en el que mis cortas luces, alcanzan a descubrir la Inmaculada Concepción de María, por encima de subterfugios y enrevesados misticismos. Ella representa la Plaza del Triunfo de la humildad y por eso la corona en su cima, como Pura y Limpia alegoría de la tierra que lleva su nombre por lema. Cuando todo resulta confuso e impensable, Ella continua siendo Virgen –siempre Virgen y Madre, presente en las esquinas de azulejos con la leyenda extendida por las coplas de Miguel Cid, a lo largo y ancho de esta ciudad; reluciendo más que el sol en el jueves del Corpus y llenando las parroquias, iglesias y monasterios con la luz del medio día de la gracia. Todo arranca desde la niñez y confluye en la desembocadura de una sola mirada. No es preciso levantar los ojos para adivinar la altura de este día de gozo, basta sólo gozar de esta fe aventajada y traviesa tan naturaldesevilla, que cree en lo que no ve, porque sólo las elegidas, pueden llegar a creer lo que están viendo.






jueves, 2 de diciembre de 2010

Carta a Diciembre

a Adrián:




Querido Diciembre, hoy me acuerdo de todas aquellas personas, por las que no hago otra cosa que pensar en ellas. Y no hago otra cosa, no por falta de ganas, ni medios, sino por que como bien me increpa alguien que me quiere muchísimo, no sirvo más que para mirarme a mi mismo. Propicio es el mes que nos alumbra, para hacer cura de humildad o practicar la falsa virtud sinónimo de la modestia –modestia aparte- te voy a confesar mis cuitas y el que se las crea que las compre (a Dios gracias por su generosidad y comprensión) y el que no se las crea, que lance la primera piedra (como dijo el profeta). Quisiera dedicarle esta carta a Adrián, un joven pariente al que Dios sabe y pongo por testigo, que profeso una admiración radiante y sincera. Hay personas en la vida, que, por diferentes circunstancias que no vienen al caso, solo necesitan cariño, el cariño entendido en la extrema dedicación de una madre y en la labor callada de un padre, que aunque parezca que no haga nada por sus hijos, sus hijos saben que el padre está ahí, sosteniendo económicamente a la familia o simplemente dando la cara con su presencia e implicación. Pero cuando a una persona como al joven Adrián, le falta el cariño de un padre y más concretamente la presencia del mismo en cuanto al abandono inexcusable de sus obligaciones y deberes con respecto a su hijo, es tan probable como cierto, que Adrián se sienta apesadumbrado y herido en lo más profundo de su corazón. Así es, pero Adrián bien lo disimula con su ejemplar conducta y el ejercicio diario de una exquisita educación que brilla por su presencia. Adrián se ha vuelto en espécimen monoparental que sin dejar de hacer lo propio de la edad del pavo, vela y razona los problemas del hogar y se implica en las labores encomiables de su madre, ejerciendo de hijo-padre y marido de circunstancias. Como todas las víctimas caídas por la crisis generacional, ha tenido que pasar de vestir prendas de marca a buscar la marca de las prendas entre los stands de las grandes firmas en liquidación, pero Adrián no ha bajado la guardia ante las adversidades, continúa esquivando los golpes de desatención que le propinan los estudios y se machaca diariamente para vencer el combate aunque sea por puntos. Parece un chico introvertido y solitario, hogareño y enganchado a los roles informáticos de la red de redes, pero atesora buenos amigos desde la infancia al tiempo que cultiva sus pasiones heredadas, como la religión que profesa a su Real Betis Balompié. Me acuerdo mucho de Adrián, quizás sea por lo poco que me preocupo por él, sobre todo cuando lo observo en esos momentos de complicidad y desenfado, que vive cuando mis hijos (sus primos) se reunen; ahí es donde siento por él un cariño, respeto y admiración que revuelve mis entrañas, aflorando los peores deseos que un ser pueda sentir hacia un padre tan indolente, orgulloso y desgraciado que no sabe bien lo que se pierde. Dentro de pocos días, Adrián montará su Belén, aquel entrañable belén de plástico, corcho, papel satén y serrín, que grabó de pequeño en su memoria y de la mano de su hermano jóse, bajo el auspicio ingenioso del abuelo, consiguieron ponerle el río, cuyas aguas acciona la bomba de una vieja lavadora. Y cuando nos reunamos todos –un año más- la noche de paz en familia, Adrián volverá a deleitarnos con su ritmo y compás en el toque de la “caja” y hacernos destornillar de risa con la interpretación magistral de sus chistes al compás de bulerías y flamenquito. Entonces en el fragor de la fiesta, pensaré una vez más, transido de emoción al mirarlo, que Adrián, daría –a pesar de todo- la mitad de su vida, por que estuviera presente, el innombrable de su padre. Pero claro: cuesta tanto una simple llamada y es tan difícil un gesto de perdón…a ver lo que pudieras hacer este año –venturoso Diciembre- yo que tanto confío en ti.

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