viernes, 18 de febrero de 2011

Igual no es lo mismo...


Te encontré mucho antes de buscarte; entonces yo era infante de marina comulgado por primera vez y me dolían los zapatos nuevos. Descubrí tu cielo del color azul-rosa, jirones de una tarde que se disolvía al vuelo de los vencejos, degustando el sabor de una onza de chocolate. La luz tenía el sentido que ahora luce en el marco dorado del recuerdo; la antigua incertidumbre que renace para que yo me vista con su traje nuevo cada año. Buscaba las palabras para juntar el verso de tus vísperas; escritas las leía en el vaciado fulgor del horizonte al caer la tarde. Siempre igual no es lo mismo, en esto la luz tiene un secreto inconfesable para los que saben mirar con la virtud de ver; para los que distinguen que ver,  no consiste en mirar sino en abrir los ojos incluso cerrando los párpados. Siempre igual, no es lo mismo, el sueño se hace realidad cuando la realidad cuenta los días que faltan para vivir el sueño. Así como ayer, vuelve a ser la misma luz de siempre, la que habita en los cielos que nunca olvidamos; la del eterno momento suspendido en el aire; la del perfil suave recortando la azul espadaña; la asomada al pretil donde se orea la ropa tendida a la silueta radiante de la torre. ¿A qué esta ansiedad profana de que pasen los días cuanto antes, si son estas horas la certeza del tiempo que nos resta para el gozo…para qué tanta dicha apostada en la recta final del principio donde termina el sueño? Vivir es  sin vivir de encontrarte en vísperas, cuando volvemos a ser infantes que despiertan los viejos olores del recuerdo; cuando percibimos que el incienso es la esencia del solemne Quinario y el Señor es la cima de un monte sembrado de cirios; cuando volvemos a ver que María se despoja del lujo de reina y se viste de humilde hebrea para mostrarnos lo dulce y cercana que queda su dolorosa Belleza. Y esa luz estuvo siempre allí, velada plenitud o efímera penumbra expuesta a la mirada de quienes la descubren y contemplan. Ahora, cuando empiezo a buscarte –de nuevo- te hallo besando tu libro de reglas, con la mano en el evangelio de tu función principal en vísperas: Palabra de luz, palabra de Dios.  

lunes, 14 de febrero de 2011

Hombre de San Esteban


A MANUEL PÉREZ SUAREZ, hermano.


Lo ví por última vez en San Lorenzo, cuando la Sevilla cofrade, daba gracias al Señor por el acto de aquel desgraciado que le alzó la mano –por defecto de amor más que por exceso de maldad- llevaba en sus fosas nasales las gomas de la respiración asistida y su aliento exhalaba el hierro mohoso que apuntalaba la desvencijada estancia de su vida. Siempre con la frase de cariño y admiración en su boca, delatada por el recuerdo de los viejos tiempos –las glorias de San Esteban- la Hermandad donde nos conocimos bajo las mismas trabajadoras que nos hicieron hermanos: “Sierra, todavía me acuerdo del bocadillo que le robé a tu mujer –haciendome pasar por ti- debajo del paso”. El –ay- del repeluco, recorre todo mi ser al conjuro de aquella anécdota que siempre repetía, Manuel Pérez Suarez. El ¡ay! de una “soleá” que busca su mano, recia, incansable, amiga y maestra en el arte de la priostía. Aquel ¡ay¡ que pedía los “costeros a tierra” -¡más a tierra!- hasta alcanzar el milagro que cada Martes Santo se produce en la Puerta de Carmona. Manuel, era hombre de San Esteban, de los que se calzan el “mono” de trabajo y le incomodaba la chaqueta del protagonismo; de los que se apuntaron a la delirante aventura de fundar la cuadrilla de hermanos, cuando los ensayos buscaban las claritas de la mañana. De los que se pudieron contar con la mano –esa mano- que él tendía  dispuesta a echar por su Hermandad con la sonrisa particular del “perragorda”. En fín, Manuel, me quedaré con la anécdota, de esos gloriosos días que llevan en la memoria grabado el mejor azul cielo de San Esteban, con tu mano varada –como un ¡ay! Perpetuo- en el fulgor de plata que abre paso a la Madre de los Desamparados por el proceloso mar de la fe. Allí estarás para todos los que queramos abrazarte cada nuevo Martes Santo. Descanse en Paz; Manuel Pérez Suarez.

martes, 8 de febrero de 2011

Memorias del Tiempo



Fue como si la belleza superase a la belleza. Cosa harto imposible, pero no baladí en la ciudad de la gracia. Divagaba por la mañana azul presumida para los días del gozo y todo me acercaba hasta la cita ineludible. Me llevaba la luz, por la estrechez sinuosa de las sombras señalando el camino hacia la luz de tu rostro. Me elevaba la dicha hasta el paisaje cenital donde torres y espadañas dibujan el encuadre del sueño.
 Oía el murmullo de las voces del mundo comentando la cruda realidad que los hombres se empeñan en recordarnos; la gloria efímera de quienes aseguran que no hay plano superior que eleve a los hombres que no saben posar los pies en el suelo. Me veía rodeando el mundo en medio del caos, conciente que la distancia era igual desde cualquier punto, hasta el punto que Ella me señalaba. Aunque a nadie le extrañe tal desasosiego, Sevilla me seguía engañando; fiel y absorto, era tal la claridad del pensamiento –que aquella que me conoce como de haberme parido- lo leía en la transparencia de mi frente. Y entonces te ví –llegó la hora- fiel a mis presagios, pero superando todas las expectativas: Mi morenita del cielo de San Román bajo el que me crié. Mi virgen de mirada terciada, recogida, ensimismada; mi preciosa canastera de manitas de cera, la que cura mis Angustias que son tuyas, mis penas y mis glorias que también son las tuyas, cuando el vaivén de la vida las mece, como airosas bambalinas de tu pinturero palio. Las ansias del momento, me robaron el beso que no pudo enjugar  la filigrana de tu pañuelo; como un poseso, se dispararon mis anhelos en forma de fotos; miradas que archiva el corazón en el albún del alma para siempre; miradas que se graban en el tiempo, para no perderse la magia del momento, mientras musitaba en los adentros,  la parte más bella de la salve: Pues sólo un Dios se recrea en tan graciosa Belleza. Poco a poco fui recobrando la realidad sin perder un ápice de recogimiento.
 La gloria no es el final –hay algo más sentado a la derecha del Padre- en la capilla Sacramental, sobre las especies del pan y del vino, me aguardaba lo mejor de nosotros mismos. El Señor de la Salud, presidiendo aquel altar –donde la memoria- escoge el camino más puro para emocionarte; la tierna infancia, los recuerdos; la imagen imborrable que te acerca un Cristo, que en San Román dejó el corazón “partío”…por la saeta al cantar reflejada en el cristal de los guardabrisas más flamencos del mundo. Ayer como siempre, donde la belleza supera a la belleza, me encontré de nuevo contigo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Santa Catalina, ¡YA!


Hace tiempo que quería escribirte y el miedo me convertía en ruina cualquier conato de inspiración; el miedo se hacía rutina solidaria de tu estado de dejadez, de tu abandono, de la desidia que escarba con su dedo acusador, un caliche más de tu desconchada ruina. En las tejas reparadas de tu techumbre, está la patata caliente de los poderes públicos, la piedra arrojadiza que mutuamente te han lanzado las instituciones responsables de tu conservación. Con la Ley en la mano, Patrimonio evade el compromiso con las arcas vacías de fondos; con la norma en la otra, la Junta hace tuya su ruina con la malversación de sus subvenciones; con la socarrona impotencia de las arcas vacías y su buena voluntad, el Ayuntamiento y Palacio se personan como verdaderos fantasmas en la causa y todos, amparados por el pacto de un silencio vergonzoso, caen en la trampa de la cruda realidad del fracaso. No esperemos por tanto que caiga la breva –ahora que se acerca la cantinela del “vamos a contar mentiras” de Mayo-, somos NOSOTROS, los ciudadanos, los sevillanos, la población civil; los hombres y mujeres de “a pié”-de calle-, los que tenemos que movilizarnos; hace tiempo que lo hicimos, el mismo tiempo que perdimos en escribirte con nuestros lamentos, con nuestras tinta hecha goterones de lágrimas y quejas vertidas en blogs, webs y artículos de opinión bajo el lema SALVAD  SANTA CATALINA. Pero nuestra acción no tuvo la reacción esperada o al menos cayó en la trampa de la política que tiene el arte de no cumplir sus promesas de oficio. Varias son las páginas, que en las redes sociales, abanderan la causa de nuestra vergüenza; las voces se elevan y conjuran, desde los medios de comunicación locales, parece que todos estamos dispuestos a la lucha, pero nadie coordina la general indignación. Se hace preciso una cabeza visible que nos guíe en esta cruzada, como lo fue en el Salvador, el ingenioso hidalgo, Joaquín Moeckel .Alguien que se suba en el púlpito de esta Sevilla rancia, para arengarnos, con remedios tan poco artificiales como –un euro por cada cofrade y capillita; otro por una cervecita de menos en “el tremendo”; otros tantos por el tabaco que dejamos de fumar; el de más allá por cada hermano costalero; el otro por las comisiones que cobramos por el mangaso; el CGHHCC por la fundación tal; los colegios de profesionales por la implicación cual; el Ateneo, los círculos mercantiles, industriales, Asociaciones, Clubes y un largo etc., que se sientan implicados en esta vergüenza colectiva contra el patrimonio memorial, inmemorial, artístico, histórico y sentimental, como es la Iglesia de Santa Catalina, donde como diría el más rancio de los profesores: “se puede impartir sin salir de allí, la más extensa clase de historia del arte”. Más que de escuchar de nuevo el “cuento de la lechera política”, ahora  lo que se trata es de pasar a la iniciativa –como decían nuestras venerables abuelas- hacer la cuenta de la vieja, con nuestras propias manitas: SALVAD SANTA CATALINA, ¡YA!    

sábado, 29 de enero de 2011

¡que lástima!

¡Ay, Sevilla, qué lástima!, ciudad de las sonrisas extasiadas, la palmadita en la espalda, pero también la “puñalá trapera”; ciudad que se rinde a la evidencia de las vanidades y a la vanidad hecha evidencia, ciudad de las piadosas mentiras expuestas en los “besamanos” patrocinados por el ´regimen que tienen que adoptar obligatoriamente,  los que quieren pasar por las “horcas caudinas” de la propaganda, para hacer realidad sus sueños. ¡Que lástima!,  de que, hasta de la independencia intelectual de los blogueros -se aprovechen- para organizar una Gala, donde las medallas y los galones, no fueron exactamente para los blogueros  galardonados, sino más bien, para ponerse los galones,  aquellos que la patrocinaron.  Si es verdad, que el antiguo teatro Alvarez Quintero estaba abarrotado, teniendo en cuenta la escasa capacidad de su aforo; si es verdad que estaban todos; pero todos los que mantienen a Sevilla en el estado más lamentable de podredumbre y abandono; estaban TODOS, los que convirtieron “facturas falsas” y fundaciones como “DeSevilla” en subvenciones para recolocar a “paniaguados” y estaba sobre TODOS, el Alcalde que viajó a Alemania a por madera, para alucinarnos con su proyecto faraónico, en su calidad de bloguero anónimo con nocturnidad y alevosía. Pero sobre TODOS, estaba aquel concejal –que si mal no recuerdo- prometió a los blogueros de Sevilla, la restauración inmediata de Santa Catalina ¡ay, Santa Catalina…que lástima! Pero no importa –como diría un rancio anque estuviera en Nueva York: el fín justifica los medios de dos emprendedores, que han sabido buscarse la promoción de sus “dulces proyectos” con el caramelo regalado que le han puesto en su boca los próceres. Mi corazón, severamente resentido –como bloguero de Sevilla- se alegra por los compañeros que recibieron el premio en sus distintas modalidades y sobre todo se alegra sinceramente, por una Dama de sevillano nombre –que en el mar revuelto de la propaganda política- recibió el galardón, más merecido de todos y eso sí que merece el respeto que nadie le puede quitar. Pero así es la vida, mientras los protagonistas celebran el éxito mediático de la gala, otros nos preguntamos si acaso no fue un fracaso, para el resto de blogueros en general, ver allí, tanta propaganda derrochada para justificar la presencia del régimen que patrocinaba la Gala.  

viernes, 21 de enero de 2011

SE BUSCA

Te dicen muchas cosas, desde el amor y su sombra de odio, donde se ven las telarañas de la envidia el rencor y el despecho. Te dicen que eres cuna del arte, emporio de historia, debilidad de tus conquistadores conquistados por la realidad de cumplir en ti sus sueños. Te dicen ciudad de la eterna, primavera donde yacen los enamorados que vuelven a abrazar el árbol grabado con sus corazones traspasados. Te dicen que te quieren tanto,  que son capaces de sacarte los ojos en un vano intento por destruirte con las manos ambiciosas del poder. Porque saben que eres invulnerable, intentan convencerte con la leyenda de –invicta- porque saben que eres noble, se envilecen tus regidores poniendo precio a su nobleza; porque te llaman heroica, se avergüenzan los que se consideran héroes de sus propios intereses; porque te saben leal, mienten como bellacos tus aduladores impávidos. Pretenden hacer de ti lo que no eres, aprovechando que nunca has querido defenderte con las armas de doble filo, sino con la estética de una palabra cincelada por la gubia y el tás  de tu arquitectura crudamente profanada. El tiempo que pierden los que difaman a diario tus hechuras, intentando regir tu destino con políticas que nunca son de tu talla, corre a tu favor y juega en contra de los que pone n en evidencia tanta ignorancia. Dicen tantas cosas de ti sin conocerte que da pudor resistirse a semejante nivel de arrogancia. Pese a todo, nada nuevo bajo el sol que sale por tu alcazaba, todo permanece igual en la inmortal secuencia de tu piel barroca; puro renacimiento sentado en las gradas, mascullando el malvivir de una picaresca esperando el descuido de una nueva primavera que nos haga mirar para otro lado. El que no te conozca que te compre, o mejor dicho, se venda al mayor postor de sus propias mentiras, porque tu ya no crees en nadie, sólo te queda la fe de tu impoluta imagen, que vale más que las mil y una noches del cuento de sus palabras. Pronto llegará  Mayo, una nueva oportunidad para que tus muchos pretendientes, representen sobre el escenario de tu piel sensible, la escena del sofá de D. Juan Tenorio: “no es verdad ángel de amor que en esta apartada orilla”…claro que tu, seguirás anestesiada por el aroma de Abril que hace que eternamente cumplas los diecinueve años de mocita por San Gil, encandilada por la luz que te hace vivir continuamente en vísperas, mirando al otro lado de tu realidad incierta, perdida en el paraiso que  supiste construir,  para olvidar tantas promesas incumplidas.   

miércoles, 12 de enero de 2011

Anoche cuando fumábamos


Comencé a fumar a la hora de la siesta, cuando el silencio se imponía por imperativo del asfixiante calor de las 3 de la tarde, más que por la prohibición expresa de cualquier vecino del patio. Robaba un cigarrillo del paquete de “goya” que dejaba mi padre en el aparador y lo encendía con esas ansias de morbo y placer que siente uno, cuando realiza las cosas a escondidas. La primera calada transgredía mis constantes vitales, produciendo ese rechazo compulsivo en forma de tos que se iba suavizando progresivamente al contemplar alucinado las bocanadas antojadizas que dibujaba el humo. Fumar es un placer, genial, sensual; un fetiche con música de cuplé que interpretaba la Montiel desde el diván de las fantasías censuradas. Fumar era el complemento del traje de domingo que había que vestir para parecer más hombres, cuando éramos tan jóvenes que compartíamos el paquete de “Vencedor” entre dos. La mujer del “César” nos servía de ejemplo con la máxima que le acuñó séneca: “no sólo hemos de serlo, sino de parecerlo”. Conocí a mi novia fumando en el portal, mientras distraía a sus pretendientes abrumando su belleza con el humo de un cigarro. Echamos juntos el cigarrillo de cogernos de la mano; el cigarrillo del primer beso, del ritual melifluo de las primeras caricias soñadas, del después de hacer el amor embriagados por la magia de la inexperiencia y así llegamos- desde el compartir aquellos cinco sentidos en forma de cigarrillos, hasta la compra del paquete de “fortuna” al precio de 35 antiguas pesetas-. El tabaco formaba parte de nuestras vidas, como el bolígrafo; uno para expresar los sentimientos y mis inquietudes de poeta, el otro como complemento irrenunciable, donde  absorber los espacios en blanco de mi mente, transformándolos en inspiración en cada calada. Nunca consideré al tabaco como un vicio, a pesar de que fuera perjudicial para la salud, no parecía afectarme y si me afectaba, era mayor el efecto sedante que producía en mi mente, que la causa nociva que pudiera originar en cualquier órgano de mi cuerpo. Acompañó las extremas soledades de las salas de espera, al final del túnel de la esperanza, cuando se ve la luz de la llegada del primer hijo; fue como la letra del ínclito Serrat, que me recordaba en los momentos fatídicos de la insatisfacción: “enciendo un cigarrillo y otro más/un día de estos he de plantearme/muy seriamente dejar de fumar/con esa tos que me entra al levantarme…¡Ay!, si nos devolvieran ahora el caudal del tabaco consumido a lo largo de nuestras vidas: un auténtico capital, que estoy seguro nos sacaría de apuros, sin embargo como en la poesía melódica de Rosa León, precedida por los incensarios que bailan al humo perfumado del tabaco de nuestras vidas; “tanto amor quien nos lo quita/tanta dicha, quien nos roba”. Y ahora que cada uno saque sus propias conclusiones sobre la controvertida Ley antitabaco y las consecuencias y encontronazos que está surtiendo en nuestra sociedad. Servidor, desde primeros de año, hizo el propósito de reducir al máximo el consumo hasta dejar de ser ese fumador –más romántico que empedernido- que les escribe. De momento lo estoy consiguiendo de la manera más romántica: depositando en una hucha los 4€ mal contados del precio de una cajetilla y como la ilusión es mucho más fantasiosa que la abstinencia, ya sueño con estrenar túnica de nazareno.

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