lunes, 16 de abril de 2007

SINITE PARVULOS VENIRE AD ME


Llevaba esperando este momento seis meses, desde que naciera allá por Octubre el niño que nos ha hecho abuelos felices. Los niños siempre hacen felices a los abuelos, incluso más traviesamente felices que cuando éramos padres. Llegaba la hora de presentárselo al Señor en este Domingo del gozo cuando suelta la cruz por una vez al año, con la expresa condición de devolvernos la paz de sus manos juntas a cambio de un beso. La primera vez que los niños se acercan al Señor, pierden el miedo al espantoso rigor de la sangre, se sienten protegidos en los brazos del cariño, llegan inquietos hasta su imagen, la miran con los ojos prendados por ese brillo que solo se advierte en las pupilas de un niño. Puede que no sea así, pero los abuelos sabemos que a los niños les gustan las historias de aquellas golondrinas que al llegar a Sevilla se convirtieron cristianas al quitarle las espinas la Señor y así –desde pañales- pierden el miedo a los clavos y a las negras cruces, a la sangre de las yagas y a la tristeza de los cortejos fúnebres. Y se transforman en niños de Dios que revolotean por las cartelas de las doradas canastillas, angelitos pasionarios merodeando por las esquinas de los pasos como evangelistas aprendices, nazarenillos que antes de aprender a andar pasearon en sus carritos la túnica a su medida y el escudo de la hermandad que han soñado trasmitirle sus padres. Al salir de San Lorenzo en la mañana luminosa del Domingo más grande del mundo, los abuelos, henchido de emoción y orgullo por cumplir felizmente su promesa, ya sueñan en la próxima primavera, cuando el niño –con año y medio cumplido- se estrene en la cofradía dando sus primeros pasos en la estación de penitencia que para el infante, será como un juego repartiendo caramelos con su canasto o presumiendo de capirote recogido y varita. Puede que no sea así, pero la felicidad cuesta tan poco y es tan inmensa como la sonrisa ilusionante de un niño.

miércoles, 11 de abril de 2007

AMARGURA EN LA RESURRECCION

Es verdad que Jesucristo resucitó pero en Sevilla lo sabíamos mucho antes de que el sol del Domingo más triste del mundo lo anunciara en su Aurora. No era vana nuestra fe, porque lo vimos resucitar con el rostro rejuvenecido que conocieron nuestros ancestros, cargando en la noche más hermosa la cruz de las debilidades humanas. Si lo hemos visto resucitar con el doble primor de la Esperanza pasando por el arco del triunfo y cruzando el postigo de la gloria, por eso no hay medicina que cure la melancolía que nos deja la Pascua florida cuando la ciudad amanece perdida y desamparada sin saber donde encontrar el bálsamo que la libere del olor a incienso impregnado en sus carnes. Habrá algo más triste que resucitar un domingo, sabiendo que se ha perdido la pista de la fe que vimos con nuestros propios ojos y ahora es un rastro de cera amontonada que se adhiere a las suelas para recordarnos que todo se ha consumado. La vida es una semana que tarda un año en volver y esta del 2007 nos dejó tan solo la ausencia total de primavera, la inclemencia de un tiempo que día sí dia no mantuvo en vilo las razones que el corazón no entiende. Pero tambien es cierto que la Semana Santa de Sevilla, sabe extraer del pozo de la desolación momentos irrepetibles y emociones inéditas que quedan impresas con letras de oro en el libro interminable del recuerdo. Ay de ti resurrección que cabe en un suspiro de priostes con manos aun perfumadas al despojar de flores los calvarios. Cruel aldabonazo que se clava en las entrañas como hoja de acero al crepitar los mocos de los cirios desarmados. Qué extraño es el sonido de la nostalgia, qué diferente el paso desnudo, arrinconado en su gloria. Jesucristo ha resucitado, pero que duro verlo nuevamente presidiendo la rutina de su camarín; ni aún la florida pascua puede mitigar el llanto doloroso que siente la Virgen al volver a su altar, es el reflejo de la tristeza que siente Sevilla cuando pone los pies en el suelo de esta fría sala de espera.

domingo, 8 de abril de 2007

EPILOGO

...LA MACARENA Ntro. Padre JESUS DE LA SALUD (Los Gitanos) María Stma. de LAS ANGUSTIAS (Los Gitanos)

sábado, 31 de marzo de 2007

ESTE ES EL DIA QUE ACTUO EL SEÑOR....

ESTE ES EL DIA QUE ACTUO EL SEÑOR…

Mira que tiene Sevilla un soberbio calendario de acendrada devoción de fervores y entusiasmo. Días radiantes y dichosos que consagra su anuario de cultos esplendorosos y brillantísimos actos. Mira que vive Sevilla, aconteceres fantásticos: Gloriosa Asunción, El Corpus, La Inmaculada, el Rosario, mañanita de la Virgen quince de Agosto, Rey Santo. Pero todos en grandeza de liturgia y de boato, se eclipsan ante el destello del esplendente escenario, por donde Jesús a lomo de borriquita aclamado entra Triunfal en Sevilla entre plegarias y aplausos. Y es que como este Domingo, la gracia que cosechamos, no conocerán los ojos absortos que lo gozamos, otro día semejante a su espíritu y arraigo, a su luz y a su fragancia y ese crisol soberano donde se funde la esencia de los primores humanos con los alardes divinos de las celestiales manos. Y es que de tanto sentirlo y es que de tanto anhelarlo, se nos coló en las entrañas como eterno relicario que se nutre del recuerdo y acrecienta al evocarlo, soñando con su mañana de indescriptibles presagios que nos empuja a la calle embajadora de encantos a brisa de olivos frescos y fragancias de naranjos al tibio beso furtivo del sol los primeros rayos, mientras canta un albedrío de hosanna en los campanarios que anuncia a los cuatro vientos el paraíso soñado de Sevilla estremecida porque es DOMINGO DE RAMOS.

jueves, 29 de marzo de 2007

MIRANDO EL CIELO...

No sé porqué, pero cada vez que subo a la azotea de casa, pienso ineludiblemente en la luz del Viernes de Dolores; el frescor de la ropa olorosa a jabón verde, la diáfana blancura de las sábanas tendidas al sol, el perfil armonioso de las espadañas, los campanarios de San Román y San Pedro, los alminares de Santa Catalina y Santa Marina y una incunable ansiedad de resolverlo todo antes de las seis de la tarde. Este año no tendré la necesidad imperiosa de visitar Omnium Sanctorum en esa mañana luminosa de algarabía de mercado cuando el trasiego humano de barrio, se asomaba a la ojiva de la parroquia para contemplar a los Carmelitas Dolorosos en ese perfecto estado de revista que supone estar listo. Este año no me asaltará la impaciencia aligerando el paso por Relator o Amargura para perderme en la primera bulla con ambiente macareno de vísperas, miraré una vez más al cielo, ese cielo que nunca se termina de gozar porque cada vez que se levanta la vista se descubre algo nuevo, en la escondida gárgola, en la ignorada cornisa en las pilastras ocres que decoran el caserío, te sorprenderá un nuevo retablo de aguamarinas flanqueado por dos ingenuos faroles de cerrajería. Todo el año hay una azotea que nos recuerda un día diferente, cuando subo a la de mi casa, esta luz con viento de noreste y cielo atormentado, el flamear de los cipreses que parecen aclamar el sereno compás de la espadaña, me hacen suspirar por el Viernes de Dolores, cuando Sevilla besa la mano de la Soledad en San Lorenzo y un Cristo, humilde y maniatado del Amor, recibía –entre los perfumados naranjos de Santa Isabel- la hospitalaria acogida de las madres filipenses en la más armoniosa intimidad.

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 Serie: #Pararse,ahi Cap 04