sábado, 8 de marzo de 2008

AD LUMINA

Domingo de Pasión, amanece, porque el resplandor del incendio de la rubicunda aurora, horedó los ojales del campanario mas alto y en los alcores aljarafeños había una quietud de cielo de madrugada, ese azul marino pavoneado que siempre sirve de dosel al Gitano bendito de San Román cuando pasea garboso por la Avenida. Amanece, porque los grises adoquines parecen de plata festoneados por los meandros del riego y las alas de una paloma tempranera se fueron a fundir con el aire puro del suspiro inmaculado que corona la Plaza del Triunfo, como un beso blanco de azahar que nevó las hojas perfumadas de los Naranjos. Concierto de bencejos en la Alcazaba cuyos acordes se columpian en los barandales del puente y bordan las aguas del río con sus piquitos de oro. La luz entró por el Postigo, que hay que ver lo bien que sabe entrar la luz por ese arco hasta el teatro de la maestranza, donde la vida quiere ser escuchada y la palabra se hace vida para soportar tanta Pasión durante una semana. Amanece; el frac está colgado en el galán sin olvido ni espera, lo ha iluminado el rayo vespertino que entró por la ventana; la camisa almidonada y fresca crepita ante las manos temblorosas de sueño...hay quizás, un pañuelo de tres picos, exactamente igual al que con tanto mimo le planchaba su madre, que esta mañana es todo nuevo, como el antiguo rito de guardar la mirada como si fuera recien nacida. Domingo de Pasión, amanece...

lunes, 3 de marzo de 2008

DIECIOCHO CIRIALES

Dieciocho ciriales preceden la hora de la verdad, sólo siete personas alrededor del Amor que parece abandonarnos. La palabra que congregó multitudes en la montaña, se queda al pié de la Cruz rodeada de sus íntimos. No todos llegaron a ser sus mejores amigos, ni siquiera sus más fervientes seguidores; pero ahí está su Madre ¿qué otra divinidad podría servirle mejor de regazo? Y los santos varones que no tuvieron la valentía de reconocerlo en público, pero sí la dignidad de darle acogida en su cristiana sepultura. Y estan las marías que no dejaron de llorar como El les había dicho, por todas las mujeres del mundo que padecen la violencia de género y por todos los hijos, hasta que le leño seco reverdezca con su caudal de lágrimas. A la hora de la verdad, cuando parece que el Amor nos abandona al infortunio y la vida te atrapa entre las rejas de los dieciocho ciriales que preceden a lo que llamamos muerte, cuando todos huyen te sientes abandonado, aparecerá el precioso Amigo, sí ese que no esperó a que lo necesitaras porque siempre estuvo ahí, como el Discípulo Amado, señalándote el camino y acompañando tu Amargura. Cuanta ignorancia la nuestra, al no reconocer el Amor callado de los que rezan por nosotros entre el bullicio de tanta adulación y con qué sabiduría se abre hueco entre los vacuos prejuicios, el llanto reparador de María Magdalena arrodillada ante el calvario que florece de iris con el contacto de su unción. Nos necesitamos más de lo que nos queremos, por eso hay que querernos más de lo que nos necesitamos. No estamos sólos, aunque suframos el tremendo dolor de ver a nuestros seres amados, presa del infortunio. Dieciocho ciriales preceden la calma tras la tormenta que asoló la mala hora de la verdad. Sólo siete personas alrededor del Amor que se abre paso entre las perfumadas tinieblas de Busto Tavera, quien crea que está solo, que venga allá y lo vea.

domingo, 24 de febrero de 2008

VUELVE EL AMOR

Vuelve El Amor, como el agua a regar los naranjos dormidos. El Amor interior, el que es sabia ascendente y desboca en las ramas sus gajos perfumados. Vuelve El Amor que a este Valle de Lágrimas prestó el auxilio dulce del maternal Socorro. El Amor sin presunción, desnudo y entregado, ausente del Dolor, libre de sufrimiento. Ese Amor que te empapa, te conmueve y dispersa, te eleva hasta el Calvario de la infinita entrega. Vuelve El Amor y nos devuelve a todos a su sitio, diestra del Padre, la nave del Divino Salvador donde lo descubrimos andando a la deriva hasta alcanzar la viva llama de su Faro, norte de devoción, sagrario del Socorro. No sabe el corazón, cuanta falta nos hace que vuelva en esa noche de Amores encontrados su horizontal silueta bañada por la luna, entre cirios tinieblas y brumas perfumadas, Cabeza portentosa sobre un mar de costeros, el arbol de su Cruz navega hasta el buen puerto, su Amor quedó enjugado en paño de Verónica, se agita con la brisa como un adiós sentido. La calle que lo espera es Cuna consagrada, que tiene a la Giralda -testigo enamorado- el pecho se le abre de besos y oraciones, parece que destila Amor por su costado. Bulle la Plaza enchida de respeto y silencio, vestida con sus galas de Domingo de Ramos, vuelve el Amor, ya sube la rampa se estremece ...un rachear antiguo, anuncia que ha llegado.

domingo, 17 de febrero de 2008

EL SEÑOR ES MI PASION, nada me falta

archivo Barcaiztegui
Las esquinas de Sevilla guardan un secreto que los niños esperan descubrir con tierna inocencia. Los ciriales con sus puntas de luz refulgentes atenuan la sana impaciencia. Ya viene el Señor sembrando su antiguo silencio sin imposiciones, el niño calla al verlo desde la atalaya de los hombros de su padre, estrena en su memoria un solemne respeto que apunta con su dedo índice hacia la venerada Imagen. Es Pasión -nada falta- sobre un mar arbolado de cabezas se desliza en su tabla de salvación fragante de claveles. Viene despacio en su infinita misericordia, pero esta vez no pasa ni tampaco se vá, sino que vuelve para quedarse donde siempre habitó en sagrario de plata. Los años no son nada cuando el tiempo regresa al Salvador subiendo por la rampa y los niños descubren tras el juego de sus carreras, el secreto de ser embajadores sin saberlo del Dios de la madera. El Señor es mi PASION, nada me falta-

domingo, 10 de febrero de 2008

HINIESTA, me alegro de verte...







. LA HINIESTA EN EL PUMAREJO

  Hay hermandades que no son conscientes del nivel de evangelización que alcanzan cuando echan sus pasos a la calle. Por encima del inusitado esplendor que suscita en nuestros corazones el Domingo de Ramos cuando se hace realidad en las primeras horas de la tarde, hay un momento que merece un lugar destacado en la estancia de nuestras sensaciones, un momento que habría que enmarcar con entrañables molduras dignas del costumbrismo de Jimenez Aranda, porque vale por sí solo y sin avales de ningún término, un potosí de emociones. Es tarde de Domingo de Ramos, el sol radiante coronando la gracia de la primavera, Sevilla se echa a la calle, por todas la razones que conocemos y por otras muchas que algunos no entienden, pero que les arrastra irremisiblemente a saborear el contagioso ambiente que se respira. La pl.aza del Pumarejo, siempre pintoresca, monumental y viva, pero tambien proscrita por la leyenda de su mala fama, palpita de bullicio y espectación . Los niños del domingo de estreno reconocen el perfume de incienso que adelanta el aire al compás del redoble de tambores que precede a la sorpresa -no menos esperada- de los primeros nazarenos, corren y se arremolinan jubilosos para ocupar las primeras filas de la calle...la plaza empieza a involucrarse, simple y llanamente, asomando a los balcones sus mejores galas mientras mira con impaciencia entre los visillos de las abiertas ventanas que el momento se acerca. Aunque el armazón donde se sustenta la esencia del Pumarejo, todavía aparezca frío y distante, algo intenso e irrenunciable se presiente en la abigarrada variedad de las culturas alternativas que encontraron parada y fonda en esta simgularísima plazuela, tras la Sevilla de barrio tradicional y devota, está la otra ciudad que vierte en la creativa arrogancia de su casco histórico los deshechos humanos de la droga, el inclemente hueco de los "sin techos", la huella delirante de inmigración la imagen más vergonzosa y vergonzante del ser deprimido que busca en los comedores públicos la solidaridad de una sociedad que como siempre se ampara en el sufragio de las religiosas. Pero llega el momento en que toda esa argamasa social, se funde en un encuentro sinfónico envuelto en el nimbo del incienso, hacia el centro donde la luz celeste y plata se abre paso entre cuatro ciriales argénteos y se hace- una -la mirada de todas las razas sin condiciones pactadas de credo o profesión, clavadas al unísono en la Cruz de ese Cristo de cobre que hizo Buena la Muerte por el ideal supremo de la Salvación. No es consciente una hermandad del bien que puede hacer una Imagen de Cristo en la calle, cuando es capaz de imponer en medio del Pumarejo, una atención y un silencio tan aplastante, consiguiendo allí donde reina el caos, semejante manifiesto de emoción y respeto, de concordia y armonía, como no es capaz de conseguirlo nada ni nadie que se lo hubiera propuesto. He sido testigo como muchos sevillanos y vecinos de silencios maestrantes, silencios de la categoría devocional del Gran Poder o Calvario, pero me sigue estremeciendo sobremanera, este incondicional respeto que se le guarda en el Pumarejo al paso de la hermandad de la Hiniesta, la tarde de explosión y júbilo, colores e ilusiones estrenadas del Domingo de Ramos, cuando una plaza se rinde -como humilde Magdalena- a los piés del Cristo sobre un monte de fragantes claveles porque nadie puede sentirse indiferente ante su Gracia.



Hiniesta, me alegro de verte...







me alegro de verte tan linda y bien de salud, pues para Tí el tiempo -nunca mejor dicho- no pasa, ni se detiene siquiera, juega a favor de tu Imagen para que seamos nosotros los que cumplamos años y tú permanezca mocita de la eterna primavera de San Julián, bandera concepcionista de ese barrio donde aprendí mi primera Semana Santa de memoria. Me alegro de verte tan cerca, tan Reina, tan fresca y olorosa como la vez que te conocí y quise ser nazareno de cielo raso y airosa capa. Esas cosas entre Tu y nosotros, no se olvidan, Madre, forman parte del secreto proceloso que se desvela cada Domingo de Ramos, cosas que se sienten y se escriben no para intentar que otros sientan lo mismo, sino por el mero placer de sentirse agradecido. Agradecido y emocionado -como digo- me ha alegrado de verte y de besar tu mano como uno más de tus hijos.

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