martes, 28 de julio de 2009

el Amor, siempre estuvo ahí...

Estaba dormido, aletargado, maltratado por la vida, envenenado por los años, enmohecido por el tiempo, viciado por la incertidumbre del trabajo y la inestabilidad del ocio. Era como un jardín abandonado, donde creció la mala yerba y las lianas de los arbustos a su antojo, trataban de que no brotara cualquier indicio de floración. Intentábamos buscarlo por cualquier sitio y ningún sitio era bueno; le exigíamos el máximo, cada uno a lo suyo, por separado.
Nos atrevíamos a hablar de perfección barajando nuestras propias imperfecciones, cantábamos verdades a precio de saldo, confundidos por el rugir del mundo y el engaño de las falsas apariencias. Creíamos que la risa de los otros, era el sonido de la felicidad y que ésta había que celebrarla por la calle, no porque la sintiéramos, sino para sentirnos menos desgraciados. Creimos tantas cosas, que terminamos renegando de nuestra mutua fé, para consagrarnos al egoísmo..o nó, quizás fuera por exceso de su propia generosidad , lo cierto es que el Amor, siempre estaba allí, donde nos encontrábamos, transfigurado por la soledad en compañía, confundido por las dudas y el remordimiento, cubierto por la neblina de un sentimiento de culpabilidad tan absurdo como inconsciente.
No hizo falta más que alejarnos del bosque, quemar nuestras naves y sentarnos tranquilamente a la orilla y entonces lo vimos claramente, en todo su esplendor: El Amor estaba ahí, espectacular e impresionante, como un castillo de fuegos artificiales, causando dolor desde su propia autenticidad, como la lluvia ácida que se evapora en el aire; hecho riada de lágrimas que anuda el corazón y redime el alma; cometiendo sus antojadizas locuras, como las fantásticas palmeras que suben a las alturas, para abrir en el cielo sus pintorescas colas de pavo real y así lo contemplamos por fuera para vernos a nosotros mismos por dentro, sintiendo el Amor como la primera vez que nos quisimos para querernos siempre. Y corrimos a su encuentro, sin perder ni un segundo del tiempo que perdimos y no nos hizo falta entretenernos en reproches, ni vanas discusiones, bastó el brillo de una mirada cómplice, el tacto de una antigua caricia y el conjuro milagroso de un: Te quiero a la orilla del río y Sevilla puso el resto de la magia, porque el Amor, siempre estuvo ahí, justo al lado de nosotros.

jueves, 23 de julio de 2009

¿Donde está la Abuela?



(a mi tio Curro, que cogió una vez, la bandera de la "cucaña")
¿Dónde está la abuela?...la Abuela, ¡no tiene arte la Abuela! De Triana tenía que ser para permitirse el lujo de no presidir su novena. Claro, como tiene a su hija que se llama Esperanza y la Esperanza –ya se sabe- también está en obras y se ha ido unos meses a vivir con su Madre a la catedral de los trianeros…Hombre, pero es que tiene guasa, que en los días “señalaitos” la Abuela no esté presente…¿Quién ha dicho que no esté presente?, vd., no conoce muy bien quien es esa Abuela, ni mucho menos, Triana. ¿Vd., se ha asomado por la Real parroquia, ha mirado bien entre los bancos abarrotados y las sillas accesorias, ha notado el calor asfixiante –sí ese calor bochornoso y sublime, que se ríe de las alturas de los ábsides-, ha exhalado el aroma del incienso y transpirado el rocío vespertino de los nardos; ha reparado en el verdor efímero de las macetas de albahaca; ha respirado el aire entrecortado por un millar de abanicos…y no ha visto a la Abuela?...De verdad, que vd., tendrá buena vista, pero permítame que le diga, que no ha aprendido a mirar. La abuela, es Triana pura, la del pelo recogido y la moña de jazmines, esa que suspira con un nudo en la garganta y los ojos envidriados mientra sofoca las calores golpeando el pecho con su abanico. Mire, ayer tarde la ví, sentada en su mecedora en los venticinco metros cuadrados mejor despachados de la calle Alfarería, Procurador o Vázquez de Leca –qué mas dá- si es la Abuela inmemorial del alma de Triana, la que no ha perdido su sonrisa atrapada en un solitario diente, olorosa a agua de la banda; siempre pensando en sus hijos y nietos, con ayes alfareros que modelan los moldes del recuerdo en el torno de su boca: “Ay, mi Cachorro bendito, que lejos lo tengo de casa..menos mal que me lo cuida como nadie, mi señorita de Triana”…”Ay, mi jorobaito, que poco viene a verme, me parte el alma cuando lo veo con esa cruz tan pesada cruzando el puente…”. Mire, bien –hombre de Dios, mire Vd., bien; desde el altozano hasta el León que puso nombre a un pueblecito echo barrio en la avenida de Coria; desde el paseo de María de la 0, hasta la orilla en los márgenes de Betis. Oriéntese por una Estrella que alumbra y deslumbra todo el cielo de Triana y encontrará a la Abuela en persona comprando avellanas verdes, paseándose por el río, para ver su puente reflejado en el espejo del agua. Que importa si no vé su imagen presidiendo un altar que tampoco está en su sitio, deje vd., el patrimonio material en manos de los expertos y a la Abuela en su sitio, el que le corresponde y del que no se ha movido ni se moverá jamás. ¿Qué donde está la Abuela?...¡no tiene arte la Abuela ni ná!

miércoles, 22 de julio de 2009

PALABRA DE AMOR, (a María Magdalena)


Tenía mucho miedo. Sabía que llegaría el día de huir de los hombres con los que había intimado, conocía demasiado de ellos: sus lascivos hedores, la intensión de sus gestos, hasta las pulsaciones de su promiscuidad. Corría desesperada por la calle de la amargura, el calor del mediodía ensopaba su frente y fijaba las mechas de su alborotada melena en su rostro jadeante. Los mismos que gozaron el hosanna de su apetitoso cuerpo, ahora clamaban venganza de lapidación, blandiendo en sus sedientas manos guijarros de fanatismo de la vieja muralla de Jericó. Las mismas piedras que la cercaron dejándola sin salida atrapada en el muro de las lamentaciones. Allí, se desplomó, creyendo que su hora era llegada y besó tierra santa con sus labios ásperos de ocre, mientras apretaba en sus manos temblorosas los granos del último tiempo contado en segundos de arcilla y arena. Entre las tinieblas del contraluz del sol filtrado por las matas de su espeso pelo, adivinó la luz en manos de la luz que sabe poner en el momento justo, tierra de por medio. Y escuchó al amor de su vida hecho palabra de Amor enfrentada a la insoportable vanidad de los hombres: El que esté libre de culpas, lance la primera piedra”…El silencio otorgó su magistral sentencia, huyó el miedo como se deslizó la seda polvorienta del cabello por su faz iluminada. Cayeron las piedras de todas las manos a los pies de cuantos atónitos escucharon aquella luz hecha palabra: “Vete mujer, tus culpas te son perdonadas”. María quedó turbada desde entonces, había visto al Amor y se sintió por aquel Amor obligada a sabiendas que a ese tipo de Amor ni con todo el Amor del mundo se paga, sencillamente por que su Amor no era de este mundo. María su consagró al Amor en cuerpo y alma, le entregó la flor de castidad de su silencio íntimo, fue todo oído de alabanza , se convirtió en humilde sombra y se abrió un hueco donde nadie advertía su presencia más que El , que una noche la tomó por ejemplo, perdida en el deleite de ungir los pies sagrados del maestro con perfumado aloe cubierto por el manto sedoso de su pelo: Mientras vosotros bostezais en el cenáculo sin apenas entender el significado de mis parábolas, esta mujer alivia mi cansancio con unción. La mujer que era capaz de traducir hasta los más recónditos pensamientos del hombre, no intercambió una sóla palabra con Jesús, porque sabía que el Amor no tenía más que un verbo, Amar en su nombre.

viernes, 17 de julio de 2009

SOY DE SANTA CATALINA



Soy de Santa Catalina, menudita y majestuosa, antigua, real e ilustre dignidad que llena de empaque y galanura las calles del barrio cada 16 de Julio. Soy meridiano fulgor que reivindica antiguos esplendores, un canto de gloria al olvido que se mece bajo palio escupiendo los flecos del abandono y el desdén. Soy de Santa Catalina, custodia de su plateresco sagrario que peregrina en la noche, cuando el sol se resiste a abandonar su viejo oro en la torre. Salgo de la iglesia vecina para volver mañana, no importa el día, ya que nunca dejé de salir de mi sede canónica, mi recorrido de ida solo conoce un camino de vuelta, siempre a Santa Catalina. La historia es mi corona, el mundo por montera, mis fieles me rodean en procesión triunfal profesando una fe que sabe como nadie lo que es, memoria histórica. Soy de Santa Catalina, escapulario y llave en el exilio que voga por el mar del despropósito –siempre de frente- con rumbo a la Esperanza. Por mucho que se empeñe, el polvo y la ruina, en cubrir de vergüenza mis gloriosos altares –Soy Santa Catalina- un clamoroso ensueño que aboga recobrar la deuda bochornosa de sus viejos esplendores

miércoles, 15 de julio de 2009

"como Pedro por su casa"

Pedro por su casa hace lo más mínimo en el verano que lo trae por la calle de la Amargura. De lunes a viernes suena la alarma de su móvil a las 8,30 , se levanta de la cama apático, indispuesto, se afeita –cada dos o tres días- más que nada por no oir a su compañera. Enciende el primer cigarrillo mientras se viste, sin saber qué ponerse, ni cómo combinar, al final nunca acierta con la ropa, o por lo menos no se da cuenta de que llama la atención, son cosas de la elegancia. Pedro no es nada antes del desayuno, pero tiene que ser en un bar amplio y tranquilo, imprescindible aire acondicionado y confortable asiento. Esta temporada Pedro ha encontrado un Bar magnífico, tanto para celebrar la liturgia del desayuno, como para tapear por las noches cuando le place sentarse el la terraza. A Pedro, como es de pocas palabras, le gusta que los camareros le reconozcan –Buenos días- ¿descafeinado de máquina y media con aceite y York? –sí- inmediatamente busca el periódico, preferentemente ABC para leer al maestro Antonio Burgos y a su tocayo, García Barbeito, siempre muestra su satisfacción con un suspiro hondo, unas veces, más hondo que otras, según el gusto diario que le produzca lo que lee. Después ojea los titulares y se pregunta: ¿Cuándo terminará la cruzada contra Torrijos?, la verdad es que a Torrijos lo tiene también atravesado: Quién no tiene atravesado a Torrijos?, el progre más impopular de Sevilla, por méritos y deméritos propios. Mira con desdén las fotos del Alcalde “que nunca estuvo allí” y se acuerda de la familia de De Celis, el traidor fariseo que prometió la inmediata intervención en Santa Catalina (monumento a la vergüenza del arte más abandonado de la primera década del s.XXI) –qué culpa tendrá la familia de Gómez de Celis, ¿pero alguien tendrá la culpa? Dice Pedro con rabia contenida. Después del cigarrito de después del desayuno (uno de los placeres del tedio, comparable al de después del café de media tarde y únicamente superado por el genuino placer del cigarro de después de…), Pedro se dirige a su trabajo, donde realmente se encuentra como Pedro por su casa, porque –si es verdad que allí hecha más horas que la escarpia de un almanaque- también es más cierto, que hace lo que más le gusta en esta vida; atender al público sentado cómodamente frente a la pantalla del ciber control, navegando por internet, visitando foros y leyendo a sus blogueros favoritos de inverosímiles apodos: rascaviejas, bocoys, sevillanadas, , entorno liberto, teoría del caos, aguaó,, desde la cava, renacimiento, la verdad está ahí fuera…y es que no hay ganas de más; meterse en la cocina es un suplicio, nunca mejor dicho, entrar en las calderas de Pedro Gotero… sólo le apetece, gazpacho bien fresquito, pasta aliñada, ensalada, tajadita de melón o de sandía y…la siesta sublime enriquecida y garantizada por el aire acondicionado a discreción. Pedro no pide más…aunque estaría dispuesto a hacer un esfuerzo si le acompañara en la cama la “morenaza” que presenta –ay- ¿cómo se llama aquello?

viernes, 10 de julio de 2009

CARMEN , la cigarrera



Que Carmen la cigarrera es un mito-una leyenda, es tan cierto como que existió y siempre existirá el prototipo de la mujer fatal de voluptuosa belleza, infame y descarada que convierte a los hombres en “peleles”. El nombre inmortal de Carmen, corrió de boca en boca por Sevilla, sirviendo de inspiración a músicos y poetas que forjaron su leyenda. Triana se adjudicó su vecindario y le puso a sus pies, puente de plata, para que cruzara con garbo, su arrebatadora silueta, reflejándose en el río camino de la calle San Fernando. Carmen, abanderaba el morbo que 800 mujeres provocan, reunidas en las inmensas salas de la monumental fábrica (http://es.wikipedia.org/wiki/Real_F%C3%A1brica_de_Tabacos_(Sevilla). Los hombres hacían bulla para verlas entrar, mientras ellas, valedoras de sus encantos, despedían a sus pretendientes y esposos en gran algarabía digna de contemplar. En los días tórridos del insufrible verano hispalense, Carmen no escatimaba la menor reserva en aprovechar la tolerancia que les autorizaba a este particular harén, a desnudarse a su comodidad, dada la insoportable atmósfera en la que trabajaban desde junio a Septiembre. La sensualidad de sus apretadas carnes de bronce bruñidas por el aceite del sudor, dejaban sus encantos a la plena vista, luciendo vertiginosas curvas de sus hombros, pechos y espaldas, en una paradisiáca exposición reservada sólo a las deidades. (casi todas trabajaban con el torso desnudo, con una simple falda de tela floja por la cintura y con frecuencia recogida hasta la mitad de los muslos. El espectáculo, no obstante, era de lo más variado: mujeres de todas las edades, niñas y viejas, jóvenes y menos jóvenes, obesas, gordas, delgadas o descarnadas. Algunas estaban encinta. Ciertas daban de mamar a sus niños. Otras no eran todavía núbiles. Había de todo en aquella multitud desnuda, excepto vírgenes, probablemente. Incluso muchachas muy lindas.) Carmen, sin duda, descollaba, como la más insultante de las bellezas, desafiando la rebeldía de su exuberante cabello azabache, hora punzándolo con horquillas, hora, trenzándolo sobre el pecado de sus hombros, otrora recogiéndoselo en grácil moño para resaltar la esbeltez de su cuello. Cuando Carmen le clavaba la hoja afilada de sus profundos ojos negros a alguna compañera, la furia se desataba como un trueno que anuncia la tormenta y todo el personal se acorralaba expectante para asistir al excitante duelo entre dos cigarreras. No era de extrañar, que Carmen con su innata sensualidad y el poder intrínseco de su artes mágicas, perturbara el espíritu y la mente de los numerosos galanes que la pretendían, entre ellos –como no podía ser menos- el novelesco personaje de un sargento, que se dice perdió la cabeza por su amor, ante los constantes devaneos de la diva y su posterior encaprichamiento con la figura de un torero de época, llamado Escamillo. En el fragor de las calendas de julio, en estos días próximos a su festividad, el mito de Carmen, pasea por las solitarias calles de Sevilla, musitando las glorias de una mujer de escándalo, que dejaba al pasar un aroma a clavel y puro habano. Poniéndole rostro a un apasionante imperio de amazonas que tuvo su reino en la fábrica de Tabacos, donde aún permanecen a la espera para verlas de salir por la calle San Fernando, sus incondicionales súbditos.

domingo, 5 de julio de 2009

"Despiertate, Catalina" que Jesucristo te llama...

Se Dice que era una tradición consolidada en Sevilla, ver a estas mujeres que habían consagrado su vida a la castidad –sin necesidad de voto- y servían a Dios fuera de los conventos. Vestían hábito religioso sin distinción de pertenecer a ninguna orden o compañía. Era común a todas ellas que vivieran recogidas en sus propias casas o en los “emparedamientos” voluntarios. Por encima de su carencia de medios económicos –llámese dote- no era la pobreza extrema únicamente, la causa que les impedía acceder a la vida monástica, sino también su propia manera de entender la religión, incompatible con las reglas y las normas y reacias a toda disciplina. Se dice que la mayoría de estas mujeres optaron por la castidad, como vehículo de purificación, practicando la virginidad o rehusando a un segundo matrimonio, ya que muchas de ellas eran viudas.
Cuentan las crónicas del siglo de oro, que la proliferación de estas beatas, no fue más que una consecuencia de la religiosidad que vivió Sevilla desde del siglo XVI, adquiriendo la proporción de auténtica histeria religiosa en la ciudad a comienzos del siglo XVII. Entre estas mujeres, descolló, Catalina de Jesús, una beata de 30 años con escasos medios materiales y económicos y no menos capacidad intelectual y teológica, que abogaba por una simplicidad religiosa que disfrutaba en libertad de movimientos y expresión, hasta que a comienzos del s. XVII ,la inquisición sevillana, tomó cartas en el asunto y procesó y condenó, la secta liderada por Catalina.
Catalina de Jesús era una mujer errante, limosnera, solitaria aunque formara parte de una comunidad esporádica. Según se desprende de sus interrogatorios, Catalina daba un perfíl charlatán y autocomplaciente , probablemente más cercano a la picaresca que a una santa o mística como se la consideraba entre sus correligionarios . Catalina de Jesús fascinaba al vulgo con sus excentricidades, entrando en éxtasis para hablar directamente con Dios o con la Virgen e imprecar los favores y gracias de las ánimas del purgatorio. Ganaba los espíritus ingenuos, atreviéndose a predicar y jactándose de poseer dones proféticos.
En el solemne y distendido Auto de Fe, celebrado en las gradas de la Catedral el 29 de noviembre de 1.624, Catalina confesó sin pudor: "que tuvo trato y comunicación con cierto sacerdote con quien se encerraba de ordinario, dejando muchos días de fiesta de oír misa y él de decirla por estarse juntos y daban por disculpa que no los obligaba el precepto, por estar embebidos en el amor de Dios. Y entrando en una ocasión cierta persona en su aposento y hallándolos en la cama desnudos, el sacerdote fingió no ser él, sacando la lengua y haciendo visajes y ella le decía que era el demonio que la venía a tentar", y con la arrogancia que le caracterizaba, intentó convencer al testigo de que ella había llegado al estado de perfección y aunque les hallase así en la cama no era pecado mortal. Su relación carnal con aquel sacerdote estaba impregnada de símbolos religiosos: "y el sacerdote la comulgaba todos los días y después la babeaba la boca con la suya, diciendo que recibiese el amor de Dios".
Como vereis, han tenido que transcurrir poco menos de cuatro lustros, para reparar en que poco a cambiado la situación en nuestros días. Aunque ya afortunadamente hace muchos años que no existe la Inquisición (o mejor dicho, que no ejecutan sus procesos en autos de fe públicos), no por ello sentimos escalofrío al pensar en su manera de actuar y sobre todo en el nombre de quien lo hacían. Sí podemos observar la huella de estas mujeres descendientes de las antiguas “Beatas” del siglo XVI, que continuan prestando sus servicios de delirantes visionarias, a través de la quiromancia y el santerismo, esta vez cómodamente sentadas a la mesa de camilla de su casa o asomadas a las cutres pantallas de las televisiones locales, mostrando el número de enganche que aparece en el televisor o recabando mensajes al 7¬¬___
Nota.- Las beatas eran pobres de solemnidad. Sus inventarios testamentarios lo delatan y lo prueban. No necesitaban hacer voto de pobreza. La beatería era un medio de salvar aunque fuese momentáneamente la miseria material recabando la caridad ajena, tanto la privada como el patrocinio social, y para satisfacer las ansias religiosas de una ciudad cada vez más obsesionada por los asuntos relacionados con el más allá. La vida material cotidiana de aquellas mujeres se manifiesta en la humildad de sus bienes: andaban de acá para allá vestidas con hábitos de estameña o lana torcida, generalmente franciscana, cubiertas sus cabezas y hombros con tocas o mantos también de lana, basquinas frailescas -una túnica o saya desde la cintura al suelo, cuya parte inferior tenía mucho vuelo-, alguna que otra camisa y un par de servillas para los pies, dispuestos a tanto caminar en busca de una limosna a cambio de una oración. Sus ajuares caseros, viviesen en sus propias casas, o acogidas por el favor de algún devoto, eran tan austeros, sobrios y pobres que se reducían a lo imprescindible. Posiblemente esta pobreza les impedía ingresar en un convento, donde exigían elevadas dotes.

fuente: http://personal.us.es/alporu/histsevilla/clerigos.htm

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