Yo no creía en los gatos y más desde
que tuve que sacrificar a nuestra última mascota, el más fiel amigo
que había tenido en mi vida, con diferencia, mi perrito “jaro”.
Desde la altura de terrazas y azoteas, contemplaba a los Gatos, esas
figuras enigmáticas, que se asomaban al paisaje urbano, posando como
para ser inmortalizadas por los mejores retratistas de la creación.
Los gatos me parecían, ariscos, acechantes, traidores y un tanto diabólicos -en su mirada- seductora y amenazante...pero, como suele decirse (de este agua no beberé), se colaron en mi vida, sin
previo aviso. Todo fue llegar a casa el Faraón, procedente del
valle de los príncipes abandonados, un felino con tacto de visón
-marrón oscuro-canela, con manta de reflejos pelirrojos cuando el
sol le irizaba su brillante lomo. Mi hija, la primera #engatuzada, le
puso de nombre Miky, en honor a su ídolo de Disney y pronto,
terminamos todos -hasta el más reacio que era yo- formando su corte.
SM Miky, nos adentró en el mundo fascinante de la raza felina, nos
embelesó con las muestras de su arte y seducción, de los usos y
costumbres, de su técnica y poses admirables y genuinos modos de
atraer la atención a la hora de comer, jugar, cazar, reposar o
dormir. Dueño y señor de la situación SM Miky, marcaba
solemnemente las diferencias, El nos recibía, estaba allí, pero
nosotros éramos los que teníamos que acudir para cumplimentarlo.
El era el primero en sentarse a la mesa, se tomaba la libertad de
husmear los alimentos y antes de que sintiéramos su constante
presencia, marcaba la distancia oportuna, atento para acudir, solo y
exclusivamente a aquel que se le ofreciera, lo que solía siempre
rechazar, por ese acusado instinto de desconfianza, que caracteriza a
su raza y al mismo tiempo les confiere su milenario sentido de
orgullo y altivez.
Alli donde estuviera SM, establecía su particular
“salón del trono”, una vez acomodado, nos resultaba difícil,
resistir su encantos; primero lo hacíamos llamando su atención; el
nos miraba impertérrito devolviendo la mirada envolvente, seductora,
casi hipnotizadora para después, tenderse, cuan largo era y
citarnos, desde su distancia de seguridad, cuando nos acercábamos a
El, sólo admitía unas caricias, las justas y precisas antes de
iniciar su espantada y retiro y así aparecía y desaparecía, para
ocupar sus distintos tronos repartidos por la casa, atendiendo a sus
privilegios ancestrales de libertad, independencia y necesidad de
compañía. Una compañía que SM Miky, administraba en pequeñas
dosis, escogiendo a la persona adecuada, en el sitio adecuado, a la
temperatura adecuada, para regalarle el privilegio de ronronear en su
regazo, mientras permitía el adorable placer de acariciarlo, cierto
tiempo. Dicho acto o ritual #gatuno, es comparable, según algunos expertos
en esa materia, con el orgasmo humano, lo cual aunque un tanto
descabellado, merece citarse como ejemplo-anécdota, a la hora de
hacerse a la idea de tan gratificante momento.
Fue así como creció
en la familia, -a la par de hacerse adulto SM,- la afición #gatuna y
entramos a formar parte de esa especie de consagrada adicción
extendida por todo el universo a estos seres felinos, cuyo
comportamiento y belleza, no dejan indiferente a nadie que haya
disfrutado de su presencia y trato. Así surgió la idea de buscar
compañía al Rey, para que aportara a su reinado de próspero ocio,
independencia y libertad, algo que le acercara a su misma especie.
No
tardó en aparecer por las puertas, una bolita de pelo ralo -completamente blanca- que cabía en el hueco de las palmas de las
manos. La impresión ante tan célebre recibimiento, fue bautizarlo
con el nombre que no admitía duda alguna: “Copito”, porque
realmente se asemejaba a un copo de nieve. La sabiduría y nobleza
del Rey, SM, Miky, supo, asumir el papel de padre y tutor del
advenedizo y aunque los primeros días de estancia y conocimiento, se
mostraba reacio e indiferente, paseando majestuosamente su dignidad
por “palacio”, no dudó ni un momento en aparecer por el
habitáculo de “Copito” y presentarle sus credenciales, al mismo
tiempo, que aceptaba dignamente sus labores de cría, guarda y
custodia del cachorrito.
Daría para escribir un libro de aventuras
#gatunas, el relato pormenorizado de la vida en pareja de estos dos
personajes tan queridos, pero me temo, que no es el momento adecuado, ni esta la
entrada más oportuna -que mas quisiera yo- puesto que de lo que se
trata hoy, es de adornar con las mejores flores del recuerdo, uno de
los momentos más tristes y sentidos que nos ha tocado sufrir en la
vida; “Copito”, aquel gatito de nieve que vino para acompañar el
reinado de Miky, el que nombró “amita” y camarera de honor a mi
hija; el más cariñoso; el que apenas sabía maullar, sino emitir
llantitos de ternura; el más mimado; el que echaba sus gloriosas
siestas y solaz, recostado sobre el lomo de su rey de acogida; aquel
que se hizo adulto, con su largo pelaje blanco-vainilla, jaspeado de
tiramisú, cuya armoniosa cara era un dibujo animado por los ojos
color cielo de Sevilla, que quitaba las tapaderas del sentido...se
nos marchó la noche del primero de agosto, sin duda al paraiso del
valle de los príncipes. Que los dioses del Nilo lo conduzcan
eternamente por las aguas del mejor recuerdo y la memoria. Te
queremos “Copito”, nunca te olvidaremos.