Aunque parezca; “que el mundo ya no es lo que escribo”, porque todavía hay mucha gente que no cree que haya personas consagradas a la oración; pero no a esa oración -coleccionista de estampitas- que pide solo por uno mismo, sino a esa otra oración colectiva que implora por los demás, por los que más lo necesitan; por todos los que están en esa lista de espera, en situación límite de ayuda - en una palabra- por los que se dedican a rezar diariamente, por todos nosotros. Esas personas que aún afortunadamente existen, por increible que le parezca a algunos, en estos tiempos de CRISIS, practican un encomiable menester con denominación de origen: la comunión de los santos (ofú eso si que suena a mojigateria). En realidad se trata de generar una energía -eminentemente espiritual- que hace que los demás creyentes ó ilusos, la recibamos gratuitamente, para seguir viviendo con esperanzas, ante cualquier adversidad que suframos. Un día, el Señor de la poderosa zancada, a su paso secular por Casa de estas “extrañas” personas -en este caso- las Madres Capuchinas, se paró y les dijo en el halo de su inmensidad: “No apureis por salir a verme, Yo estaré sólo para vosotras más de cien días, durante toda la eternidad”. Y como el Señor vive en Sevilla, se pongan como se pongan los que no quieran admitir que el mundo ya no es lo que escribo y el que no se lo crea, que vaya a verlo antes del viernes a las Capuchinas; y si no lo vé con sus propios ojos, que mire a su alrededor, y entonces si ya no lo detecta en el clamor silente de los suspiros, ni contempla su imagen reflejada en los cientos de ojos vidriados por todas las edades, condiciones sociales, tendencia sexual o raza, que vaya al curandero de guardia más próximo, porque entonces se ha quedado sin alma. El mundo SI es lo que escribo, lo reafirmo al escuchar de madrugada la voz de la madre capuchina, que se quejaba en la radio, que el Señor del Gran Poder se marcha ya de Santa Rosalía. Y la madre, rota su voz por un zarsal de suspiros, confesaba la dicha de haber sentido en comunidad el aliento de Dios en la soledad de maitines y vísperas, entre las rendijas del claustro donde el primer rayo de sol se filtra por las roelas del barroco para besar a la Luz de todas las luces. La madre capuchina, en el paroxismo de la evocación, quería cantarle al Gran Poder, a coro con sus hijas, las mismas sevillanas que le cantó este pueblo al Santo Padre en su despedida: “Algo se muere en el alma”, sin ruborizarse, porque en esta ocasión se la cantarían al Señor en la intimidad; donde también confesó el travieso pecado de haber hecho saltar la alarma de seguridad, por parte de una madre, que bajó a ver al Gran Poder a las cuatro de la mañana. El Señor se marcha de Santa Rosalía, sumamente honrado y agradecido y lo hará como a El le dá la real gana, dándose una vueltecita y haciendo del camino más corto, la larga zancada que recarga nuestras pilas y nos dá esa paz que es, como al principio escribía, la comunión de los santos, el abrazo de las madres capuchinas que hace que este mundo siga siendo digno de que EL, entre en nuestra casa.
el blog de Antonio Sierra Escobar -Mayo 2006- Mi espacio para el verso y la prosa, la crítica y la imaginación desmedida y por descubrir.
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Cuantas veces me han hecho llorar esas sevillanas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que entrada más preciosa.
ResponderEliminarTeniendo al Señor de Sevilla "en casa" yo tampoco me hubiera pensado dos veces ir a verlo, da igual la hora. Tiene que ser impresionante encontrare sola frene a EL, sin nadie más. Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo.
Un besito
¡Que bonito...!
ResponderEliminarAntonio... estoy sin palabras. Me has emocionado profúndamente.
ResponderEliminarProbablemente, de las entradas más hermosas que te he leído.
El Señor, Su Bendita Madre y Las Hermanas de Santa Rosalía, pueden estar orgullosos de vuesa merced.
Un abrazo enorme.
Cuantas y cuantas cosas le habrán contado las madres a Jesús del Gran Poder y a María del Mayor Dolor y Traspaso...Y cuantas cosas les habrán contado ellos a las madres...
ResponderEliminarEL Viernes todo volverá a ser como siempre había sido, pero en Santa Rosalía por siempre quedarán las huellas del paso del mejor de los nacíos y su bendita madre.
¡Un saludasso miarma!
Ole ole y ole vaya maravilla de entrada que me ha puesto el bello de punta al leerla...ojalá yo tuviera el don de la palabra para expresarme así.
ResponderEliminarBuenísima entrada amigo, un saludo y ya estoy de vuelta por tu blog de nuevo.
Precioso artículo. Gracias por transmitir tanto con sencillez y naturalidad, algo parecido sentí yo la madrugada del domingo cuando escuché el programa el llamador de canal sur.
ResponderEliminarhttp://sumhis.blogspot.com
Un traslado a la luz de cirios y lagrimas de hermanas capuchinas... pura música para los sentidos.
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