...y por fín cobré el tercer y último "vale por tres libros". Tuve que esperar hasta el 28 de Enero (día de mi cumpleaños) que lo prometido -como dice el refrán- es deuda. Llegaba a mis manos el tercer volumen que había pedido a los Reyes de Oriente: más PESADILLAS DE COFRADE y ahí va la mía. Sabía que se la había enviado al amigo Fernando García Haldón (patrón de la Radio de los blogueros), confiaba en su palabra y me dispuse a buscar la pesadilla impresa en en el libro. Ojeaba las páginas con fruición -no la encontraba- quien me iba a decir a mí que tendría que esperar ansioso a la última página...
Después de 33 años, vuelvo a salir de nazareno en San Esteban. La ilusión es abrumadora; llevo meses sin dormir desde que recogí mi nueva túnica. Paso las horas contenplándola colgada en la habitación; luce impecable con sus escudos bordados y a la espera de ser estrenada. Por fín llega el anhelado Martes Santo; me emociono al sentir la devoción con que mi mujer ayuda a vestirme. Me ciñe el cíngulo, me calza las sandalias, cruza los guantes blancos en mi cintura: nos miramos, saltan las lágrimas sobran las palabras. Tomo el camino más corto. Por si fuera poco, llevo de mi mano el tesoro más preciado, mi nieto de dos años, me acompaña también en el estreno ¡que inmensa satisfacción, cuanto orgullo!. Llego a San Esteban, la Iglesia está vacía...qué cosa más rara...mi diputado de tramo me espera en el presbiterio: Hola Antonio, nos saludamos -es obvio que me conoce- me pide la papeleta de sitio; se la entrego, todo está correcto, pero con gesto lastimero me pregunta: ¿traes el carnet de identidad? -¡como!...¿el carnet de identidad? -respondo perplejo-. Sí, Antonio...el carnet de identidad, me lo han exigido -lo siento- aún estás a tiempo, aquí te espero, me quedo con el niño. De repente la iglesia se llena de nazarenos, el niño empieza a llorar...quiere venirse conmigo, a duras penas me abro paso entre el entresijo de insignias, acólitos, costaleros...no hay espacio, el niño está muy agobiado, el llanto es cada vez más inconsolable. Cuando estoy a punto de alcanzar el cancel, un grupo de hermanos me arrebata a la criatura de mis brazos y se lo lleva hacia el altar mayor...es imposible llegar hasta él. El templo se encuentra ya abarrotado -no hay espacio...lo veo alejarse llorando y extendiendo sus brazos hacia mí...
De repente noto que alguien ha puesto atropelladamente un objeto en mi mano...casi me corta la palma, ese alguien se abre paso milagrosamente entre la abigarrada multitud...
Ahí, queó...el final de la pesadilla la tienen ustedes en el libro. Ültima página.
Muchas gracias, querido Fernando. Todo un honor.
Bueno y ahora como leo el final, ¿me tengo que comprar el libro?
ResponderEliminarQue calladito te tenías esto.
Me ha encantado
Ay, que se olvidaba:
ResponderEliminarFELICIDADES
Ojú! que angustia de sueño jeje
ResponderEliminarUn saludo amigo.
¿Angustia? eso no es nada, yo cada letra que leía me encontraba más acelerá.
ResponderEliminarLuz si te compras el libro me cuentas el final, no me dejeis sin saber lo que pasó.
Besitos
Bueno, pues al menos ya hay dos pesadillas de San Esteban, porque como comprenderás, la mía -que está también en el libro- se produce en el interior de esa Iglesia que tú y yo tanto conocemos y también en ese día, un Martes Santo y antes de salir.
ResponderEliminarEspero hacerme del libro para terminar de leer la tuya.
Un abrazo, hermano.