
Nunca te defraudó, es más celebraste las conquistas sociales de tu sexo, en cuanto a igualdad y condición social y la relacionaste con el rotundo sí a las mujeres nazarenas, alabando los baculazos sin mano que asestaba en su momento adecuado Monseñor Amigo, sin despertar más que el más común de los vicios hispalenses: la sonrisa de la hipocresía. Cariño, tú que adorabas las cofradías, pero que no podías soportar a los mercaderes del templo, que regían sus destinos, escondidos bajo la falsa apariencia de llamarse hermanos, aplaudiste sinceramente, el carácter Conciliador, dialogante, consensuado y nunca arbitrario ni influyente de tu Prelado favorito. Permíteme recordarte lo mucho que sufrimos con la situación tan embarazosa por la que atravesaba la hermandad de San Esteban y la decisión tan acertada que adoptó, su Eminencia, al respecto. Del mismo modo actuó su anillo en otros supuestos de la misma índole, siempre atendiendo al espíritu cristiano, que a los intereses cainistas de las hermandades. Como sé, que pese a todas las divergencias que pueda suscitar su pontificado –máxime en una ciudad como Sevilla, tan proclive al abrazo de la puñalá trapera- coincidiré contigo sólo en las cosas buenas y los buenos momentos que són en definitiva los que acuden más pronta y afortunadamente a la memoria, en este día atormentado para todos los que nos llamamos “naturales de Sevilla” …coincidiré contigo en los sentimientos que nos unen a la hora de despedir a un Amigo, en este caso Príncipe de la iglesia que por lo menos siempre mantuvo el tipo y la sonrisa en una ciudad, donde no adaptarse cuesta lo mismo que encontrar el paraíso perdido. Creo y deseo que lo haya encontrado, pues para marcharse de Sevilla sólo hace falta la virtud de la humildad y un espíritu franciscano que no cabe en Palacio. Cariño, sé que Fray Carlos Amigo, te ha caído estupendamente desde que lo conociste y ha logrado emocionarte en determinadas ocasiones, hasta hacerte llorar como en aquella entrevista que le formuló el rancio de Paco Robles a propósito del hermano Pablo. A mí me dice mucho el día y la hora de su despedida: Santa Angela de la Cruz, rezando con él el ángelus: Algo se muere en el alma cuando un AMIGO, se vá.

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