domingo, 31 de marzo de 2013

"Detalles y crónica de la Semana Santa 2013"




CRONICA DE LA SEMANA SANTA 2013.-
 
DE lo que ocurrió en La Madrugá, la llamada noche más hermosa de nuestra Semana Santa, responden las imágenes que nos llegaban en directo desde la tv pública o local, porque en este caso concreto, las imágenes valen más que los mensajeros y las miles de palabras, opiniones, elucubraciones y disquisiciones, vertidas por los miles de pontífices de la información vía Ifhone, twiter y demás redes sociales. Parece ser, que el retraso que se produjo en la “pasarela Campana” -que casualidad- no fue provocado por ninguna de las hermandades llamadas de colas, otra cosa es que el palio de la Esperanza Macarena, estuviera a punto de romper el hechizo de la antológica saeta cantada por Manolo Cuevas y Antonio Santiago decidiera no tocar el llamador y otra muy distinta que la Esperanza de Triana -consciente de las predicciones metereológicas que anunciaban la llegada del frente de las 7 de la mañana-, se gustara y nos deleitase a todos con su majestuoso paseo por el mal llamado corazón de la ciudad, en perjuicio -como siempre- de la cofradía de los Gitanos. Y en esto llegó el Señor de todas las razas, avanzando hacia el palquillo a paso mudá soberano y humilde, a los sones proféticos del “perdona a tu pueblo Señor”. En esos momentos, uno hubiera querido poseer el don de la ubicuidad, para contemplar la explícita anatomía del Cristo del Calvario, cambiando esta vez los cromados cobalto del cielo, por un pertinaz aguacero que bruñía sus labradas carnes y ponía a su ejemplar cuerpo de nazarenos, pingueando en alpargatas. Y al mismo tiempo, contemplar, como el Señor, tornaba los trinos de los vencejos de San Lorenzo en paso mudá vertiginoso para alcanzar su Basílica. Pero nos quedamos con la estampa inédita, aunque nunca deseable, de ver marchar al Señor de la Salud, rumbo a la anunciación, entre un abigarrado bosque de capirotes morados, que se mezclaban, en un orden caótico sin precedentes, con los nazarenos del Señor de la Sentencia, solidariamente, mientras al fondo se vislumbraba el paso de misterio, entrando precipitadamente en la sede de la cofradía del Valle. Poco antes, la Esperanza Macarena, también había hecho historia, refugiándose en el Salvador. Mientras que las hermandades de los Gitanos y la Esperanza de Triana, decidían pernoctar en sus respectivos cobijos (esta última con sus pasos en la Catedral), hasta nueva orden, la Hermandad de la Macarena decidía, poco antes de las diez de la mañana, volver a su Basílica por el camino más corto y así lo hacía, regalándonos el momento incomparable de ver salir su primoroso palio desde la Plaza del Salvador, convertido en el templo del Amor y la Esperanza. Poco más puedo narrar de una madrugá rota, que nos dejó el buen paladar de lo más exquisito, pero insatisfechos por bellos insólitos y provechosos momentos que nos ofreciera el regreso acelerado de la Virgen de Sevilla a casa.
El Viernes Santo tarde, se cumplieron los pronósticos más indeseables, impidiendo la Salida, hora tras horas, de todas y cada una de las augustas cofradías que lo conforman, hasta agotar el último resquicio de nuestras ilusiones con la suspensión de la cofradía de Montserrat. Que le vamos a hacer, nos queda el consuelo de la visita a los templos multitudinaria, para contemplar la clave del barroco resumida en las sagradas carnes del Cachorro y todo el romanticismo que rezuman las distintas hermandades que integran tan imprescindible día de nuestra Semana Santa.
Aún nos quedaba el Sábado Santo, para exprimir nostalgias e ilusiones contrariadas. La Trinidad nos prestaba todo el aroma a barrio y ronda a los sones de las mejores bandas de cornetas y tambores, como anunciando que siempre nos queda la Esperanza. Tengo la sensación que el misterio del Sagrado Decreto, continua desconcertando al público espectador en general, por su difícil e incomprensible puesta en escena. No deja de ser espectacular el paso del Santísimo Cristo de las Cinco Llagas, que lucía la talla al completo de su canasto y respiraderos con la firma de los Hermanos Caballeros, aunque algunos nostálgicos sigamos lamentando la pérdida de las anteriores andas. La Esperanza de la Trinidad, una de las Dolorosas más logradas de la Semana Santa, lucía esplendorosa en su portentoso palio, palio donde el que suscribe, deja su beso de despedida, acariciando levemente sus magistrales respiraderos -todo una debilidad-. Debilidad la que sentimos todos por la cofradía Servita, el sueño que Dubé de Luque, diseñó para enriquecer el joyel de la Semana Santa de Sevilla; una cofradía especial, única e imitada para hacer escuela, desde su cruz de guía hasta el preste revestido. Difícil de describir el conjunto de la Virgen de los Dolores con el Cristo de la Providencia en su regazo, sobrecogedor, imponente y plagado de distinción, lo mismo podíamos decir del Palio de Cajón con originales bordados, que cobija a la Dolorosa de la Soledad, para terminar con el añadido de sus dos cuidadas bandas de música y su escogido repertorio. En cuanto a la hermandad del Santo Entierro, ya sabemos que sin dejar de ser una hermandad que experimenta cierto crecimiento en los últimos años, no deja de ser un desfile institucional de Autoridades civiles y militares, con todo lo que ello conlleva en cuanto a críticas en la calle. Soberbio e imponente el paso neogótico de la Urna y digno de contemplación el misterio del Duelo que preside la meritoria imagen de la Virgen de Villaviciosa, rodeada de magníficas imágenes de Astorga, ataviadas con singulares bordados decimonónicos. La Soledad de San Lorenzo, pone el punto final y el contrapunto nostálgico de la Semana Santa más clásica, cuando las puertas de su parroquia sirven de pañuelo para enjugar los suspiros en forma de beso de despedida y salud para el año que viene. Ya que ni siquiera la lluvia anunciada, nos dejó disfrutar del epílogo que firma la blanca hermandad de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en la Aurora de esa mañana que ya sueña con una nueva y más afortunada Semana Santa 2014.





Casi todos los cofrades, dábamos por perdonada la trastada que nos estaba jugando el tiempo, cuando amanecimos el Jueves Santo, contemplando el sol tras los cristales. A las nueve en San Lorenzo, estaba el que suscribe, para dar gracias al Señor que todo lo puede. Un placer admirarlo a esas horas de escaso público y recrearse en su sobrecogedor semblante, todo un encanto gozarlo para tí solo, siendo tan nuestro, tan de todos los que iban a gastar con sus pisadas la alfombra roja de las incontables visitas. El Señor no necesita nada, pero que elegante lucía con esa túnica más azul que morada en sus portentosas andas “Gijonescas”. Que decir del palio majestuoso que cobija a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso ¿la gran desconocida?, pues me resulta imperdonable perdérsela. Media hora más tarde, ya había cola en San Antonio Abad, para recrearse en la magistratura del Silencio, Jesús Nazareno envuelto en un halo de luces para la ensoñación, mientras que la vista no atiende tanto esplendor a la vez, como implica la pura Concepción de esa Dolorosa exornada de azahar. Comenzaban a abrirse las puertas del Salvador -verdadero templo de la luz- con la indescriptible imagen del Señor de Pasión presidiendo el monumental retablo. Solo puedo decir que el Señor es mi Pasión, que había que rendirse a la evidencia de tanta perfección en la estética y en el plante de esa túnica de cardos que ha hecho las delicias del público espectador, tanto como el asombroso monte de flores silvestres con el detalle de la calavera, que hacían que el Señor, alcanzara dimensiones oníricas.

Casi sin solución de continuidad, entrar en la iglesia de la Anunciación y encontrarte con las espaldas del Señor con la cruz al hombro, es como seguir soñando sin dar crédito a lo que nos espera y uno no puede más que quedar prendado y prendido de la suntuosidad que irradiaba el cortesano paso de los “espejitos”, en todo el esplendor de su feliz restauración y continuar gozando con la piedad y compostura del misterio de la Coronación de Espinas, para rendirse ante las soberanas plantas de la Virgen del Valle bajo la antigua prestancia de su inmejorable palio, musitando aquello que cantaba el poeta: “Venía la Virgen llorando”. Después de un tiempo para reponer fuerzas, uno va contando las horas que faltan para ver en la calle -después de dos años- el imponente misterio de la Exaltación (mis caballos de toda la vida), me pareció ver ese canasto, relucir como el primer día, por la calle del mismo sol que salía a recibirlo, con el otro sol musical de su banda, tocando los clásicos. Que decir de la Virgen de las Lágrimas, bajo un palio digno de ser declarado monumento al clasicismo de los mejores bordados. Mientras la cofradía se perdía por los callejones de Santa Catalina, en la anchura de Imagen, el sol tibio esperaba al Cristo de la Fundación, siempre sobrecogedor con ese calvario de flores -de cuyo nombre no puedo acordarme- que sin hacer juego con su austera canastilla, resultaban de lo más estético por originales. La Virgen de Los Angeles, bajo su suntuoso palio albiceleste, lucía espléndida, tanto como nos dejaba asombrados ante su exquisita manera de andar, según el buen mando de Antonio Santiago. Cada vez disfruto más con el paso del cortejo de la cofradía cigarrera, por Dos de Mayo, aunque con la ausencia de los dos últimos años, había más bulla de la esperada. La Virgen de la Victoria, no necesita presentación, es un deleite para nuestros sentidos, en todos los sentidos de su deliciosa y recogida belleza. ¡Que manera de relucir ese Palio! que veía la luz restaurado, un auténtico portento, patrimonio de el arte inmemorial cofrade y monumento rigurosamente declarado como nacional. Después ir en busca de la cofradía de Montesión, se hizo un auténtico calvario, habida cuenta la multitud ávida e ingente que llenaba las calles, formando bullas que recordaban a la de los felices años´80. Hablando de los años 80, el exorno floral de algunos palios en las esquinas, también recordaba aquellos tiempos. Por último, ya exhausto, por la bulla que me cogió a la salida del Valle, en la confluencia Cuna-Orfila, para contemplar a Pasión -mereció la pena- ver venir, el armonioso conjunto del palio de la Merced a los sones de la Oliva de Salteras, algo histórico de vivir, para ya de regreso a casa, vislumbrar el impresionante misterio de la Quinta Angustia, en la máxima expresión del barroco en movimiento, por la Plaza del Triunfo.

Del Martes Santo, mejor pasar página, meses y almanaque e invocar la manida frase de “otro año será”, porque uno no quiere ni pensar que batamos el récord de los tres años seguidos y aún peor, alcancemos la plus marca del Viernes Santo tarde. Lo mejor, la decisión rápida de las juntas de gobierno, que contaban con la suficiente experiencia y memoria de no hacer sufrir indebidamente a sus respectivos cuerpos de nazarenos.
Del Miércoles Santo, mucho se ha hablado, tanto como las avenidas de tinta derramadas por los sanedritas de la prensa morada, los pseudo-informadores -entre los que me incluyo y los desinformadores en general, peritos en echar leña al fuego. Las predicciones metereológicas se cumplieron casi a rajatabla, pero ahí el dilema, para curarse en salud, como afirman los profetas del comentario televisivo local, lo mejor es mirar al cielo y si no llueve a su hora, salir a la calle, como lo hizo la joven cofradía del Carmen Doloroso, dada cuenta que el volumen de agua registrado, era infinitamente inferior al lucimiento del misterio de las Negaciones de San Pedro por la cuesta del Rosario. Todo lo contrario que le sucedía a su hora de salida a las cofradías tempranas del barrio de Nervión y San Bernardo, pobladas sus respectivas plazas de molestos paraguas. La hermandad del Buen Fin, cauta y prudente, se fió de los partes que manejaba y acertó con reservas. El Baratillo pedía una hora de expectativa, comprimida en los aledaños del coso maestrante, en la seguridad de echarse a la calle, tanto por cercanía de templos y facilidad de recorrido. El Cristo de Burgos, también retrasaba su salida prevista y le echaba valor a su conmovedora y ejemplar estación de penitencia. Las Siete palabras se unía al esplendor amenazado, poniendo sus tres pasos en la calle San Vicente y por último la hermandad de los Panaderos ponía el broche de oro a la posible salvación del Miércoles Santo. Cuando todo parecía a flor de miel, apareció la lluvia tan inesperada como anunciada. Con todas las cofradía citadas en la calle, la improvisación no se hizo esperar; nervios en el Baratillo, que descompuso su cortejo en tres partes (según cuentan los cronistas del llamador), algunos nazarenos del palio de la Caridad, volvieron sobre sus pies, buscando a la Virgen que se encontraba, en aquellos momentos en la Catedral, mientras que otros, adelantaban camino a marchas forzadas hacia el Postigo, a la vez que la Piedad, ganaba su capilla en dos largas chicotás. La cofradía del Cristo de Burgos, siguió su camino, impasible y metódica, por el camino más corto, sin descomponerse en ningún momento, aunque aligerando el paso y dando testimonio de su austeridad y perfección procesional. Del mismo modo, discurría, por carrera oficial, la hermandad de las Siete Palabras, logrando que la incipiente llovizna, le imprimiera al admirable nazareno de la Divina Misericordia, el mismo halo romántico y clasicista del misterio decimonónico que le sucede. En esto llegó la decisión más arbitraria y desconcertante de la noche, la de la hermandad de los Panaderos que decide -sobre la marcha- en plena plaza del Duque, la suspensión de su estación de penitencia y lo hace, supuestamente, sin rehusar a su paso por Campana con el lucimiento y la coreografía que caracteriza a su portentoso paso de misterio. En este punto la imaginación y el espíritu cronista, que como el metereologo, todo sevillano llevamos dentro, vuela a su albedrío y permite todo tipo de comentarios y críticas: Todos los que hemos contemplado las imágenes cedidas por la conocida televisión local, coincidimos al observar la cruz de guía de los Panaderos, cruzar de campana hacia Villasís-Orfila, que el paso del Soberano Poder en su Prendimiento, iba a su bola, ajeno al discurrir´acelerado de los nazarenos que le precedían, provocando una situación caótica e incierta, en la que el capataz, arengaba a sus costaleros, contrariamente al “paso mudá” que requería el momento, permitiéndose el lujo de dedicar la levantá ante el palquillo, al tiempo que banda y paso se lucían como suelen hacerlo cualquier Miércoles Santo en circunstancias más favorables. Por otro lado, resulta al menos “curiosa” , la aptitud de los miembros del C.G.HHCC, que asisten atónitos y embobados al lucimiento del misterio, ajenos por completo a la lamentable situación en la que se encontraba la Hermandad de la Lanzada, totalmente comprimida en plena calle Cuna, con su Cruz de guía apostada en el cruce de la discordia. Lejos de deshacer el entuerto con la diligencia y prestancia que requería el incidente, vemos que el paso del Soberano Poder, hace amagos por acelerar su marcha, pero en un querer y no poder-queriendo, se sigue gustando y aligerando al mismo tiempo, aduciendo razones de la bulla que se había formado delante de sus andas. No acaba ahí el problema, cuando presenciamos el palio de la Virgen de Regla, entrando en Campana, marcha tras marcha, a los sones de su banda de música, aunque en honor a la verdad, reacciona en sucesivos amagos de “paso mudá”, sin perder la comba de la música, lo cual provoca en la misma esquina de Orfila, la crispación de la Cruz de guía de la Lanzada -allí hubo sus más y sus menos, pendiente de ulterior análisis y consideración, a tenor de exigir posibles responsabilidades- y lo que es más indignante, se produjo una “pitada” histórica, que me atrevo a decir, nunca estuvo dirigida, al Palio de la Virgen de Regla y su bendita imagen, más bien, fue ocasionada en beneficio de la situación angustiosa en la que se encontraba el cortejo de la hermandad de la Lanzada. Vamos a dejar las cosas así, sin echar más leña al fuego y a la espera de que se depuren responsabilidades o se entone el “mea culpa” por parte de los máximos responsables de tan lamentables incidentes, aunque las preguntas que todos nos hacemos, nos hagan mordernos la lengua, para evitar el veneno que amenaza, desde su mismas entrañas la Semana más grande de Sevilla. No quiero ni pensar que todo termine como el vergonzoso capítulo de las “carreritas” del año 2000, donde todos sabemos lo que pasó, pero nadie asumió sus respectivas responsabilidades.
continuará


También la crisis, pasó factura a la Semana Santa de este año. En lo económico, muchos abonados se tuvieron que ver forzados a vender sus sillas y las que otros pusieron a disposición del Consejo, me consta que no fueron, ni vendidas -ni lo que es más grave- adjudicadas a los muchos demandantes que solicitaron las mismas, cosa de la cual debería responder el máximo organismo de HHyCC con transparencia y rigor que exige el tema.

El Domingo de Ramos, amaneció tan puro y diáfano como los habíamos soñado. Sol para iluminar el porvenir, dándole la bienvenida a la primera Cruz de Guía que asoma por nuestras calles y luces y sombras para tejer los reflejos del transparente palio de la Virgen de la Paz. En el tiempo que dura una chicotá, el Señor Despojado de sus Vestiduras, pasó del esplendor a la penumbra; del éxtasis, en su magnífica revirá -Rioja-Velazquez- al tormento de la lluvia que lo hizo cruzar Campana a paso mudá, buscando el cobijo hospitalario de la Anunciación, mientras que el remozado palio de la Virgen de los Dolores y Misericordia, sufría el mismo dolor inmisericorde del diluvio primaveral, tras su bendito Hijo. La Borriquita, después de lucirse en una Plaza del Salvador atestada de ilusión y sentimiento, buscaba por la calle Sagasta el refugio de su poblado cortejo de infantes, sin dar crédito a volver sobre sus pasos a la misma colegiata. Un ejemplar cuerpo de nazarenos blancos, aguantaban estoicamente en la embocadura de Tetuán, tras su cruz de guía, mientras el Señor de la Victoria cubría con un capote su estrenada túnica, a la espera de cobijarse en el arquillo del ayuntamiento, al tiempo que la Virgen de la Paz encontraba refugio bajo el arco del Postigo. Desolador, fue contemplar el cuerpo roto de los nazarenos del porvenir, buscando la Catedral, bajo la inclemente llovizna y emoción en los rostros cubiertos de los niños nazarenos que no querían abandonar a su cofradía, ni aún en presencia de sus padres. La Hermandad de la Cena, también sufría los estragos del agua, volviendo sobre sus tres pasos protegidos con los tan útiles como antiestéticos plásticos. Las aguas se tornaron mar de lágrimas en la Plaza Carmen Benitez, cuando la hermandad de San Roque, decidía, no poner sus pasos en la calle. La Estrella apostaba por su condición valiente y pedía un receso para salir con ciertas garantías, mientras que el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, no quería dejar sólo -como el pasado año- a su cuerpo de nazarenos y se mojaba de vuelta a San Julián, entre aplausos de emoción y lágrimas de despedida en los ojos de su barrio. La Amargura, siempre prudente y fiel a sus principios, decidía no salir y el Cristo del Amor, corrió la misma suerte, mientras se secaban las túnicas de su párvula cantera. Así el Domingo de Ramos, nos dejaba con el alma en vilo de unas imágenes inéditas, tan tristes como bellas, en la vuelta de Jesus Despojado hacia Molviedro y la Paz iluminando el Parque con su candelería encendida al acompleto, con la boca abierta, contemplando la única Estrella que lució en la tierra de su cielo, haciendo cumplir el dicho de “no hay sueño sin Estrella”.

El LUNES SANTO, amaneció aún peor que el Domingo, pero la temprana hermandad del Polígono de San Pablo, se encargó de enmendarle la plana al tiempo, desafiando, cualquier amenaza de lluvia. Tres años sin cofradía serían irrecuperables para un barrio que la vive como su día grande. Lo mismo sintió y vivió el Tiro de Línea con su Bendito Cautivo de la elegancia y se echó a la calle, poniendo el sol radiante del palio de la Virgen de las Mercedes, donde brillaban las nubes - “al cielo con Ella”- y con todo el Lunes Santo que se contagiaba de esplendor en el huerto de los olivos de Jesús de la Redención y llenaba de gracia, con su Rocío, una abarrotada y ansiosa calle Santiago. Quien puede contener los anhelos que suscita el Soberano Poder ante Caifás, como no podía ser menos, San Gonzalo apura su tiempo de prórroga y se echa a la calle con el izquierdo y su apasionante coreografía por delante. Una ingente multitud, copa las calles desde Triana hasta el corazón de Sevilla, donde se dispone a salir, la siempre impresionante hermandad de Santa Marta con su prodigioso e imponente misterio del traslado al sepulcro. Después por efecto dominó, el día rehace la tarde, que aunque fría y encapotada, abre las puertas al cortejo, siempre seráfico, austero y ejemplarizante de Vera Cruz, con la joya, que convierte a las Tristezas de María, en un auténtico portento de belleza recogida. La calle Alfonso XII, se comprime y no cabe un alfiler, para contemplar el majestuoso paso de Jesús de las Penas y el no menos conmovedor y portentoso palio de la Virgen de los Dolores, cuando ya Sevilla se convierte en noche expuesta en el museo itinerante del Santísimo Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas, novia de los pregoneros. Por el postigo retumba el sol de las cornetas y tambores que acompasan el rutilante misterio del Santísimo Cristo de las Aguas y la Virgen Niña de Guadalupe, luce espléndida, al compás del acertado repertorio de las clásicas marchas procesionales. Parecía mentira, pero se salvó el Lunes Santo, mientras daba fe de ello San Pablo recibiendo a su cofradía.
continuará...


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