sábado, 26 de octubre de 2013

¡AL CIELO CON LAS ANGUSTIAS!




Había una vez una Virgen que convertía a los capataces en poeta; a los querubines en churumbeles y a los payos en gitano de pura cepa. No más tocar su llamador de plata de ley, el poeta musitaba aquello de: “¡Madre mía, que majestad traes!” y aquellas palabras de martinete, se te clavaban en el alma embelesada, porque eran parte de lo que tantas veces había repetido tu madre, rezando en voz baja. El maestro sabía más, por viejo que por poeta, que una vez clavado los ojos en la Reina Gitana, se podía mandar, sin restar atención a la flor de la canela y el clavo, porque sus primos costaleros eran tan obedientes, que en cada levantá -al grito espelugnante de: “¡Al cielo con las Angustías!” el palio se elevaba en un sincronizado movimiento sísmico, que hacía levantar las tapaderas del sentío. Y había mucho más en esa Virgen, la rodeaba un halo de sabor histórico; una huella de persecuciones y obligados exilios que acercaban aires de triana, el pópulo y San Nicolás, hasta llegar a San Román, donde la sinrazón la dejó sin nada que echarse a la boca para rezarle a sus benditos titulares. Más pobre que una chinche, como decían sus ilustres gitanos, esa Virgen de la carita inclinada, resurgió como “ave fenix” de las manos de Fernández Andes, para hacer olvidar y lo que es más difícil, perdonar el fratricidio. Y mira que lo tenía complicado, dada la calidad de sus antecesores, provenientes del círculo de Montes de O´ca. Pero la humildad que no pobreza y lo noble de su causa, haría que se levantase como los vecinos de los corrales de su barrio, pidiendo prestado los enseres, para poder hacer su estación de penitencia por esta vida. Diecinueve años tenía la Rosa, cuando este vecino la conoció para quererla desde el primer día más que a la misma madre que me parió. Hoy a los setenta y seis años de eterna mocita, sigue despertando y conservando intactos e idénticos sentimientos como parte fundamental de presencia en nuestros días. Y sabe tanto de nosotros esta Virgen, como mujer y madre de Dios, que nos “rejunta” bajo su manto, sin diferencias ni distinciones de raza, conociendo y suavizando nuestras debilidades humanas. Sí, sabe perfectamente que tiramos la piedra y escondemos la mano; sabe que ciertos hermanos no nos hablamos por cuestiones de ambición, celos e intereses; conoce a fondo nuestras miserias y el color de las rencillas. Por eso se llama Angustias y sufre en silencio el lacerante trauma de la ruptura y la separación, porque para Ella sus lágrimas son el remedio, que tarde o temprano nos llevará por el cauce de una solución adecuada. A veces, por despecho, fingimos no quererla, cuando nos peleamos contra el mundo, cegados por la soberbia, renegamos de una fe denostada por las circunstancias adversas de la vida. Pero Ella sigue siendo nuestro clavo ardiente, la canela que perfuma la noche en duermevela, el aguita fresca que lava nuestras conciencias y calma la sed de justicia. “¡Tu eres la honra de todas las razas”!...la sigue piropeando el capataz poeta... “y resulta que ya no se puede andar mejor” porque la Virgen ha conseguido igualar nuestras imperfecciones, para que anduviéramos siempre de frente, elegante, con cadencia gitana, con empaque de ley, como se mueve su palio de armonía, una transparente maya, cuyas guirnaldas bordadas en oro a realce, dibujan buñuelos resplandecientes en el aceite puro de los peroles hirviendo del arte. En el recuerdo queda, aquella Virgen de los años mozos, que por su inefable natividad, se paseaba por la redonda de San Román, a hombros de nuestros mayores payos y gitanos. La Virgen que descubrió el perfil más bello del mundo, ataviada de blanca mantilla. La Virgen que hoy luce una apostura impecable, de la mano magistral del joven Antonio Bejarano, que hace verdaderos encajes de bolillo con la blonda y el raso en su pecherín de Reina. De ahí, que cuando Ella dice “aquí estoy yo” y eso que no ha hablado nunca por no ofender, más que por boca de nuestras oraciones, su barrio de San Román que es toda la Sevilla cofrade, sus miles de devotos, sus gitanos cabales de siempre, se arremolinan a sus plantas y lo celebran con el gozo de su adorable presencia, ya sea en la milagrosa madrugada nazarena del Viernes Santo, como en el XXV aniversario de su Coronación. Porque estos días de júbilo y gracia, nos acercan momentos que por soñados, no dejan de ser superados por la plenitud de verlos convertidos en realidad. Tras la lluvia inclemente, siempre sale el Sol para recibir a la Virgen que se encuentra con su pueblo, conjunción de aromas y sabores, recuerdos y emoción que se enciende en el cirio de Vida que alumbra su candelería, garante de los que saben que no hay que llevarse hasta el cielo, aquello que tanto necesitan en la tierra. Su cara de Rosa canela, es un poema inclinado hacia todas las Angustias que padecemos. Por eso vamos todos tras Ella, junto a Ella, delante de Ella, acompañándola a cara descubierta para que sea sólo Ella, la que reluzca en medio de nuestras imperfecciones. Vivimos hoy para morir mañana, por eso hoy me siento niño, hijo, esposo y padre, como el Seise dibujado en el cartel de su coronación, padrino eternamente junto a madre Angelita, la Santa favorita de todos los payos y gitanos; disfrutando del buen apetito sacramental de la Salud, abanderada por el Señor que lleva a cuesta la cruz de todos nuestros pecados. Pasarán más de cien años y volverá a sonar el llamador de plata de ley, golpeado por las manos de los discípulos del maestro Gallardo, capataces poeta, que llamarán a la gloria al grito de: “¡AL CIELO CON LAS ANGUSTIAS!” y todos responderemos al unísono: ¡AL CIELO!...por que tan solo en el cielo, la aman mejor.















Enlace Besamano Extraordinario, ver aquí:
http://fotoblognaturaldesevilla.blogspot.com.es/2013/11/ataviada-con-blanca-mantilla.html

1 comentario:

con naturalidad

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