Y
continuaron haciéndose preguntas. Conocían muchas respuestas, pero
no acertaban la verdad. ¿Porqué, el nazareno, vestía túnica
elegante de raso, de costoso merino, de rico terciopelo...porque
capirote cubierto por el antifaz?. Un repeluco causaba la sombra
espigada del nazareno de ruán y esparto, negra silueta que se
prolongaba por el callejón, rajando la cal como afilada tizona. Aun
más miedo da el blanco nazareno con el cirio al cuadril. Antorcha
ritual en la noche de la cruz en llamas. La Cruz, siempre la cruz,
guía del camino de una penitencia que cubre los rostros del pecado.
Penitentes en medio de la gran expectación, reos sin condena;
descalzados voluntarios de cruz y rosario en la arena del circo de
las admiraciones. ¡Pregunta, pregúntame, profano en la
materia!...que tengo la respuesta en mis sentidos, todo tiene un
sentido: el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir. Nadie tuvo mejor maestro, todos le seguían, decían de El
que tenía palabras de vida, quedaban admirados, pero no se lo
creían, no daban fe a lo que tenían delante. El era Yo soy; era el
Camino, la Verdad y la Vida. Precedido del honor de las bocinas
flamantes, con paños suntuosos. Inciensado entre las nubes más
fragantes, se presenta ante el Pueblo arrobado, absorto, conmovido,
que se santigua a su paso, pero continua sin dar crédito. La música
sinfónica pone fondo a una oración de asombro, distraida por las
andas refulgentes que lo llevan sobre los piés. -no se puede andar
mejor- por eso el corazón se para y los oídos no escuchan otra
palabra que no sea la emoción. Desde que se deshoja el azahar, ya
anda el pueblo redimido; no ha lugar para aclamar su entrada en
Jerusalén, ya va Despojado de sus vestiduras; dejado de la cruz que
abrazaba en el Porvenir; orando en los confines de un Altozano. No
hay Pena más grande que sus Penas, sin embargo ya estamos dando
Gracias y Esperanza y su Muerte hacemos Buena, por el Amor del Padre,
silencio que desprecia la Amargura y al mismo tiempo la torna en
apología de música en alta noche. No habrá otro templo lleno, la
ciudad se ha hecho catedral de aire libre, con abside de estrellas,
sobre el altar de un paso, se inmola el Cuerpo y la Sangre de Cristo:
Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; Sagrada
Cena, abarrotada de público; Señor yo no soy digno de que entres en
mi casa, por eso te quedas en las calles, repartiendo la Eucaristía
de tu imagen, imagen de Dios invisible que queda esperando en el
vacío del Templo. La pregunta nos sigue respondiendo
afirmativamente, pero puede que no sea la verdad. El tiempo, no se
mata por saber, permanece en perpetua cuarentena, anunciando Tu
muerte, proclamando tu Resurrección, la penitencia llega a su máximo
esplendor, en medio de la gran expectación del público que abarrota
las calles. Pero el templo está vacío, esperando que vuelvan los
fieles, lástima que no sean todos los que parecían convertidos
llenando las calles.
el blog de Antonio Sierra Escobar -Mayo 2006- Mi espacio para el verso y la prosa, la crítica y la imaginación desmedida y por descubrir.
miércoles, 24 de febrero de 2016
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