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miércoles, 7 de marzo de 2012

SALOME...a tí mujer

… por lo que te debo. Mil años que yo viviera, no bastarían para pagarte y saldar la cuenta que tengo pendiente contigo. Escribo en el albor de la verdadera pascua, en el umbral de los días que marcan la hora exacta del gozo, mirando el reloj de la vida en tu pulsera hacendosa –mujer- ¡que te diría! Para resumir en una estrofa los versos de aquel bolero: “gracias, por haberte conocido”. Quizás no encuentre el modo, pero sé lo que quiero; lo que quiero es encender la luz apagada de tus ojos; ojos de Salomé, que esconde en su mirada la vidriera nublada de María de Cleofás; la congoja asfixiante de una Magdalena al pié del calvario de la vida. Sé que te faltan las fuerzas, que los espinos horadan tus sines provocando el dolor de la adversidad en tu cabeza, que el peso de tu cruz es aplastante, que la esponja de hiel reseca tus labios y avinagra el humor de tus palabras. Cansada de darte por entero a los demás, no guardas prenda en ti para tu talla. Treinta monedas tomo prestadas a Judas, para empezar a pagar mi penitencia; mi pecado de treinta primaveras intentando encerrarte en un mundo que no es de este mundo; un mundo que no te pertenece, porque sabes -mejor que nadie- que pasa como una exhalación y deja aquel vacío de triste realidad que aguarda al hombre. ¡Que te diría! Para hacerlo más fácil, para tocar la fibra de tu coraza fría…ya sé –cariño- mi dedo en la llaga como el Santo Tomás que necesitas para ver y creer…ese ingrato cariño que despilfarro a ciegas perdido en el laberinto inmarcesible del misterio de la vida, cuando las bellas artes convierten la ciudad en paraíso que dura el frenesí de una Santa Semana. Pero te juro que sólo a ti te veo bajo el palio de esta luz que me encandila…que tu eres la mañana de Reyes de mi domingo de Ramos; la sensación indescriptible del beso en sus manos, que son tuyas, cuando adivino el alba en tu mirada de fe por excelencia. Déjame ese minuto de poder y de gloria, esa ráfaga cómplice que arrebata tu ser, compartirla contigo, indicarte el camino –igual que Juan- se afana en mostrarle la calle a la Amargura. Sé que es mucha arrogancia, pero es otra manera de llegar al Amor, también crucificado en el árbol podado de la vida. Mi secreto –dejamé que te diga- eres tú…despojado de todas mis ataduras, con los piés en el suelo y la mirada al cielo donde imploro esa luz que ilumine el caiz de tu sonrisa.





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martes, 21 de febrero de 2012

La luz en cuarentena




Desde que el hombre encendió la llama en su corazón, no ha dejado de buscar. Tras los días grises y fríos de su estepa transhumante, buscó la playa de arenas tibias donde el pan y los peces se convirtieran en milagro para saciar su hambre. Buscó en los entresijos de su memoria el verde de un paraíso que olía a yerba. Había oído la palabra de un Dios que le hablaba de una tierra prometida, cuando apenas los días se pasaban por filos de espada. Había creido soñar o quizás soñado creer, que era posible la vida en un lugar bañado por el río grande. Perdido y desesperado en el desierto, gritó un nombre de mujer –virgen e invicta- cuya belleza, había doblegado imperios y reyes. La llama de su corazón propagó un fuego instantáneo que redujo a cenizas todas sus dudas. "Soy lo que buscas y además poseo lo que deseas, sólo debes creer en mí más allá de lo que vean tus ojos". Cuarenta días estuvo el hombre persiguiendo la tentación de aquel susurro; cuarenta noches velando con su fe, tan misteriosa imagen.
Ya en las primeras horas, se abrieron sus sentidos como los gajos de una diminuta flor, cuyo intenso pistilo reflejaba colores de paz en el azul del cielo. "Pídeme lo que quieras y te lo concederé."
Sólo quiero la luz que incendiaba las estrechas calles donde corría de niño y el olor de los reverdecidos naranjos preñados de la efímera flor del azahar…porque no sé si lo soñé o fue cierto, pero conservo en mi alma su vago recuerdo.
La luz se abrió paso entre las sombras, suspendida en el aire y brotaron palabras olvidadas escogiendo el camino más corto para despertar la memoria del hombre. Reconoció al Señor echo hombre, en la portentosa talla que sólo Dios pudo inspirar en un hombre. Subió a su altar solemne por la escala de fiebre y delirio que ordenaban los cultos de regla. Besó con unción la espiral de un talón de Aquiles convertido en el Gran Poder donde reposa el mundo. ¿Todo eso me darás si te adoro? –preguntó el hombre conmovido- ."Todo ello se te ha dado desde el principio y ha salido de ti, porque tu eres parte de mi obra".
Hay un momento en que esa luz que todos creen atribuida a mi especial encanto, goza de una cuarentena exclusiva para los que en mí son privilegiados, quien la percibe esos días, comprenderá que la vida es una semana y hay que gozar cada instante de vísperas como si fuera el último cirio que ilumina el camino. Sólo así, podrás reconocer como nueva, la vetusta silueta del peresceve y estrenar cada año –como si fuera el primero- la antigua ilusión que mantiene encendida la llama en el corazón del hombre.

"Pide, pues lo que quieras y te lo concedere´"

lunes, 19 de septiembre de 2011

De la LUZ imperial

Sevilla tiene gracia concedida de hacer la LUZ a la caída de la tarde. LUZ que alumbra el oscuro turquesa de los eternos instantes que cuajan en las alturas. LUZ que enciende los brillos de la estrenada noche y se prolonga en sombras de imperiales, ráfaga y corona, sobre los ocres muros de la ojiva. LUZ que al “cielo con ella” desciende sobre los pies y se propaga encendiendo las tinieblas del mismo pretorio de la Casa Pilatos. Resplandor que lentamente avanza como majestuoso vuelo por Aguilas, buscando iluminar la intención de clausura que le reza una salve. Esta LUZ sabe mucho de madre, por ser madre de todas las que reciben el rayo que dá la vida, Luz que se deja llevar por los estrechos rincones y desemboca esplendente en las antiguas plazas donde las yemas endulzan el paladar con la artesana mezcla de la oración y el trabajo. LUZ íntima cercana, algazara infantil recreada en las aguas de la pila del pato. Ascua peregrina que enciende los sentidos y los abre al rozar los toscos muros del palacio, dejando el corazón atrapado en el cristal de sus oscilantes guardabrisas. Luz que se pone por donde mismo sale, como aurora y ocaso de la Puerta de Carmona.

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lunes, 29 de agosto de 2011

La Soledad multimedia

 
Tenemos nuestro correo electrónico (el Emilio), algunos más de uno con diferentes contraseña, El “menseger” se nos quedó chico –nos salimos- todos al “tuenti”, nó al tienti, no, que hay mucho niñateo, los más puretas nos vamos al “facebook”. No hay problemas, la intimidad, ya anda por casa, ligerita de ropa, asomada a la ventana y enamorada locamente de Polifemo, el cíclope interactivo que ha adoptado el nombre de web-cam. Fotos a 100- a 300- a500, fotos por los suelos; más de cinco mil millones de fotos tiradas al bombo vertical de la basura. La Soledad, esa niña bonita que tenía problemas de comunicación, de relación, de extroversión, de desolación…ya tiene quien le escriba, quien la sueñe, quien le confiese secretos y quien le pida…¿también se hizo fotos, la Soledad?. Por supuesto, la Soledad cayó en la red, por la banda ancha. Sigue siendo la Soledad de siempre, pero ahora ha enganchado a los que no creyeron nunca en ella, o quizás, nunca esperaron engancharse a Ella. La Soledad conecta, quizás porque nadie se dio cuenta, que detrás de una movida en la disco-pub de las cachimbas aromáticas; o después del baile insulso de una macrobotellona ó detrás del porro, las pastillas, el éxtasis y el chuperreteo inoxidable por la humedad de los “peircing” y las caricias rasposas de las pieles de “tatuo”, vendría una resaca del quince y habría que recurrir al consuelo de los muchas barriguitas cerveceras, de la nobleza del tinto de verano y el refresco que siempre lleva a cuestas la biennacida, Soledad. Ahora la Soledad campea a sus anchas por este desierto interactivo de la comunicación que lleva su nombre. Se ha hecho fuerte, como la quimera de diseño, que nos mantiene frente a las portátiles pantallas sin pestañear. Era un don a nuestra medida y nos la han devuelto hecha un prototipo, envuelta en test de afinidad, de usuarios compatibles con Ella. Ella que siempre fue solícita y reservada, ahora se ha vuelto la reserva espiritual de un mundo que se mira al ombligo, creyendo poder encontrar la otra mitad de su ombligo perfecto. Esto es una realidad, nunca estuvimos, mas acompañadamente solos, corremos ansiosos a abrir el correo, después del derroche de fotos a 100, a300, a500, donde la intimidad ligerita de ropa se vende al precio más barato, nos encontramos contigo, vieja amiga adaptada a las nuevas tecnologías: sabemos tu contraseña: Soledad.

martes, 1 de junio de 2010

ESA MAÑANA...

Mi querido Junio: En las frondosas copas de los magnolios del Cristo de Burgos, dice maese Antonio que está por brotar la flor eucarística, que durante décadas, coronó en el exilio de un rincón apartado entre viejos laureles la silueta de bronce del Dios de la Madera. Como niño Jesús, modelo de sagrario, andas tú perdido y hallado bajo el templete de plata bendiciendo la espiga de trigo y la vid que es fruto del trabajo del hombre, mientras Triana, se afana en el Altozano por coronar a Tu Madre con el oro de Ley de la dulcísimo Expectación. Entras Junio, tan lleno de rocío, tan cargado de gracia, que apenas dá tiempo recrearse en la Plaza Mayor de San Francisco, bajo los arcos de un triunfo efímero y un cielo vaporoso dispuesto a recibirte cantándole al Amor de los Amores. Dios no es que venga contigo-dichoso Junio- Dios está en ti cuando despiertas a Sevilla con las esquilas fragantes de la solemne mañana alfombrada de juncia y romero. Dios viene contigo en brazos de María de la Hiniesta, patrona y bienhechora desde la Puerta de Córdoba la tarde vespertina de concierto y altares. Es el Sol que aún sin nacer, despunta con su violeta Aurora, para reflejar el Caliz de su sangre en las sombras apagadas de los Terceros. Por eso los adoradores, venimos a adorarte en la mañana juncal del cantar de los cantares de Sevilla, al revuelo de los vencejos que se columpian entre los alminares de Alemanes. Venimos –Junio- como nos enseñaste, de la mano de nuestras abuelas y padres con mirada siempre remolona de niño soñoliento, cuya fé lo ha convertido en hombres y mujeres que blanden los cirios y estandartes, los guiones y varas como anunciando su Divina Majestad. Dios está aquí, bajo la monumental custodia de Arfe y Junio hizo brotar para él las magnolias de los rincones mágicos, tan frescas y efímeras como las mañanitas de juncia y romero que se presentan por Santa Ana y la elegancia parroquial de la Magdalena, tan sentidas, tan íntimas, tan de Corazón, como el Sagrario que lleva en su pecho el Cuerpo de Cristo abierto desde la calle Jesús del Gran Poder hasta Nervión. Son cosas que suceden siempre en la Sevilla eterna, pero que sólo nos trae el mes de Junio.



Tuyo afectísimo.

jueves, 6 de mayo de 2010

y al Cuarto Mayo, recordó...


JUANA, la sillera...

Qué nos gustaba tocar la campanilla de las cancelas de las casas bonitas de nuestra calle y salir corriendo. Entrar en esos zaguanes de zócalo alfarero y patios de exuberantes helechos, para huir de los gritos de las señoras que se acordaban de nuestra puñetera madre. Estaba la tienda de Alfonso –el tendero- que yo no sabía que tenía un ojo de cristal hasta que se lo oí comentar a las vecinas. Alfonso nos cantaba aquello de “fulanito del andandito del picopicopito del tonto bilito y nosotros nos quedamos embobados, viendo como extraía el aceite debajo del mostrador a través de un émbolo, para llenar las botellas de “la casera” del líquido puro de oliva. Alfonso, una onza de chocolate virgen de los Reyes o la campana de Elgorriaba para meterle en la cueva del pan sin miga y merendárnoslo. Alfonso, dame una peseta de castañas pilongas en aquellos cartuchitos perfectos de papel de estraza ó la mitad del cuarto de lentejas, judías blancas, garbanzos, que despachaba de aquellos sacos remangados con la pala de mano, directamente a la báscula sobre el papel con el que hacía un cartucho doblando las dos esquinas inferiores y cerrándolo a modo de sobre con una endiablada pericia. Dos casas más arriba, vivía Juana, la jorobada con cara de bruja más dulce del mundo. Su casa era una especie de sótano, por el que se bajaba a un habitáculo lúgubre de unos 20 metros cuadrados, a través de cuatro escalones. En el centro de la sala estaba la mesa de camilla, donde siempre permanecían sentadas dos mujeres muy cariñosas con los niños, cuyos rostros recuerdo vagamente. En un rincón se vislumbraba la cama niquelada, había un aparador lleno de cachivaches, presidido por una imagen de barro de 50 cm aproximadamente de María Auxiliadora, policromada que a mí me tenía fascinado. Juana vendía chucherías para los niños y a su casa bajábamos a comprar cartuchos de pipas, chicles bazoca, arazú-paludú- o regaliz del gato y sobre todo; tiras de chiquitraque y “lentejas de mixto” que hacían las delicias de nuestras pistolas y rifles de reyes magos. Juana dominaba el añejo oficio de reparar los asientos de las sillas con nea, para ello, permanecía la mayor parte del día subida a los dos escalones, con medio cuerpo asomado a la calle y la silla sobre la acera para poder trabajar a la altura adecuada, desarrollando el oficio con sobrada maestría, ayudada tan sólo de sus hábiles manos y de un trozo de madera a modo de hoja de cuchillo para ensartar los mimbres. Cuando a los chiquillos nos entraba la “guagui” –como decían nuestras santas madres y no teníamos nada mejor que hacer, nos dedicábamos a correr delante de las narices de Juana, gritando: “Juana la catalana, se tiró un peo por la ventana”…y la buena de Juana se cagaba en la mismísima madre que nos echó por…profiriendo palabras injuriosas contra Dios, la Virgen, los Santos y la iglesia. Todo era de boquilla para afuera, porque Juana la bruja jorobada más dulce del mundo, era tan hermosa por dentro y nos quería tanto que nos hacía de vez en cuando unos delicioso flanes chino mandarín en sus moldes de aluminio ondulado, cuyo aroma , sabor y textura no hemos vuelvo a probar, porque tenían el secreto mejor guardado por el recuerdo. ¡Que nos gustaba jugar a correr timbres y campanas de los gloriosos patios de palmera con olor a comino y alhucema en las tardes de libertad en pandilla de niños callejeros de travesuras inofensivas!



http://naturaldesevilla.blogspot.com/2008/10/juana-la-sillera.html

sábado, 1 de mayo de 2010

Carta a Mayo. 4ª edición








Querido mayo




Te escribo con palillero, tinta china y secante, sobre el pupitre de nogal raido de una clase de primaria. En la verde pizarra hay dibujada una rosa con tiza de colores, es la flor del primer día, la reina de todas las flores que escogía la memoria para honrar a María, la Virgen Madre común de tu mes consagrado a la mujer más bendita entre todas. Después de tantos días de vacaciones entre Semana Santa y Feria, el volver a la escuela supone para los niños un auténtico problema de algebra, una insufrible lección de aritmética que se pierde en el silencio del patio distraida por el homenaje a la libertad de los vencejos. Tus días de luz no están hecho para aprisionarlos entre cuatro paredes de una clase ni cabe en los ventanales, las cotas que alcanza el plateresco esplendor de las cúpulas de San Luis de los franceses. Menos mal florido Mayo que el repique de tus campanas a gloria acorta los días para alargar las venturosas tardes. Tardes de tabla y puntillas bajo un sol de justicia en la plazuela, donde todos los que fuimos niños antiguos convertidos en hombres, postulamos por los barrios de Sevilla, la limosnita para la cruz de Mayo, convirtiendo la harina y el agua en pegamento, el papel de cebolla en cristal de faroles y las cortinas de nuestras madres en faldones de damasco para cubrir de ilusión y fantasía del paso más auténtico del mundo. Me ha salido un borrón- mi amado Mayo- al intentar escribir en la página en blanco de tu eterno olor a jazmines…, una furtiva lágrima o quizás fue el rocío mañanero de las fragantes rosas que cortaba con permiso en el jardín de Santa Paula. Me ha desvelado el estruendo de los cohetes que anuncian que van a salir las carretas, la peregrina emoción de una Salve, los ¡vivas!, la alegría desbordante hecha copla festoneada de romero. Te llevo en el alma como guardo aquel pequeño libro de carey y hojas de oro que todos los niños apretamos fuertemente entre las manos el día que fuimos los más puros infantes de marina al recibir la primera comunión y sabes –tu bien lo sabes- bendito mayo, que ya cuento tus días, deshojando la flor de los anhelos, perdido por los rincones de la auténtica judería, soñando el más bello atardecer a la luz de los faroles antiguos del Rosario o buscando la fuente de Salud recóndita en el rellano de la costanilla. Soy aquel niño –dichoso Mayo- que camina de la mano de su madre, tras el manto celeste de María Auxiliadora.










miércoles, 22 de julio de 2009

PALABRA DE AMOR, (a María Magdalena)


Tenía mucho miedo. Sabía que llegaría el día de huir de los hombres con los que había intimado, conocía demasiado de ellos: sus lascivos hedores, la intensión de sus gestos, hasta las pulsaciones de su promiscuidad. Corría desesperada por la calle de la amargura, el calor del mediodía ensopaba su frente y fijaba las mechas de su alborotada melena en su rostro jadeante. Los mismos que gozaron el hosanna de su apetitoso cuerpo, ahora clamaban venganza de lapidación, blandiendo en sus sedientas manos guijarros de fanatismo de la vieja muralla de Jericó. Las mismas piedras que la cercaron dejándola sin salida atrapada en el muro de las lamentaciones. Allí, se desplomó, creyendo que su hora era llegada y besó tierra santa con sus labios ásperos de ocre, mientras apretaba en sus manos temblorosas los granos del último tiempo contado en segundos de arcilla y arena. Entre las tinieblas del contraluz del sol filtrado por las matas de su espeso pelo, adivinó la luz en manos de la luz que sabe poner en el momento justo, tierra de por medio. Y escuchó al amor de su vida hecho palabra de Amor enfrentada a la insoportable vanidad de los hombres: El que esté libre de culpas, lance la primera piedra”…El silencio otorgó su magistral sentencia, huyó el miedo como se deslizó la seda polvorienta del cabello por su faz iluminada. Cayeron las piedras de todas las manos a los pies de cuantos atónitos escucharon aquella luz hecha palabra: “Vete mujer, tus culpas te son perdonadas”. María quedó turbada desde entonces, había visto al Amor y se sintió por aquel Amor obligada a sabiendas que a ese tipo de Amor ni con todo el Amor del mundo se paga, sencillamente por que su Amor no era de este mundo. María su consagró al Amor en cuerpo y alma, le entregó la flor de castidad de su silencio íntimo, fue todo oído de alabanza , se convirtió en humilde sombra y se abrió un hueco donde nadie advertía su presencia más que El , que una noche la tomó por ejemplo, perdida en el deleite de ungir los pies sagrados del maestro con perfumado aloe cubierto por el manto sedoso de su pelo: Mientras vosotros bostezais en el cenáculo sin apenas entender el significado de mis parábolas, esta mujer alivia mi cansancio con unción. La mujer que era capaz de traducir hasta los más recónditos pensamientos del hombre, no intercambió una sóla palabra con Jesús, porque sabía que el Amor no tenía más que un verbo, Amar en su nombre.

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