EL CORPUS
La
Procesión Principal de las Procesiones. La Función Principal de los
Desfiles Procesionales en la calle, la más Solemne y Antigua
manifestación de Fe popular; la que sigue siendo Jueves que reluce
más que el sol de los únicos tres jueves que restan en el almanaque
devocional de las Españas. Se cuestiona en la ciudad de las posturas
contrastadas, por su insufrible tiempo de paso -desde los carráncanos
hasta la Custodia (más de tres horas). Circunstancia real que ha
propiciado el notable descenso de espectadores en los últimos años,
sobre todo a las primeras horas del recorrido, frente al incremento
de público que se produce, según avanza la mañana, alrededor del
altar que preside el Señor de la Sagrada Cena, dispuesto en las
andas procesionales del cotitular Cristo de la Humildad y Paciencia.
La elegante mañana con sabor a menta, romero y juncia, en la que
Dios se presenta en la calle para devolvernos la Adoración perpetua
de los adoradores, ha perdido en su nivel de convocatoria, lo que ha
ganado en la masiva participación de acompañantes en el cortejo, en
representación de sus respectivos cofrades de Hermandades
Sacramentales, de Penitencia y de Gloria. ¿Algo pasa?, cuando se
relaja de manera ostensible la participación de público; el número
de altares y escaparates, para concentrar el interés en el traslado
de vuelta del Señor de la Cena, con todos los avíos de procesión
de Semana Santa y el atractivo de la Banda de Música de la popular
Cigarreras. Muchos de los comercios tradicionales de los Placentines,
Francos Chapineros, han cerrado, cediendo el paso a las franquicias
desarraigadas; las Hermandades están cansadas de invertir en tiempo
y dinero, montando sus tradicionales altares, ante la indolencia y
falta de colaboración del Cabildo (Catedral yMunicipal), la gente
-cada vez más cómoda, opta por contemplar plácidamente la
Procesión, desde sus hogares y sofás, evitando molestias de sol y
calor de justicia; los jartibles de las redes sociales, se conforman
con pasar fotografías desde su móvil o sentados frente al portátil,
llenando las páginas de contenido cofrade, del directo y la
inmediatez vertiginosa. Todo se sabe de antemano, todo se comparte
desde las nuevas tecnologías, todo se anticipa, por vía
“feibu-tuiter-wuasap”; todo se adelanta y comenta, antes del
tiempo real y el espacio adecuado. “Ahora, te veo por tv; levanta
la mano, sonríe, saluda con el pulgar. Todas estas circunstancias
propias de nuestros tiempos, relativizan la presencia de los fieles a
la Magna Procesión y subrayan la presencia multitudinaria de las
representaciones de Hermandades y Cofradías, que son las que
realmente han de manifestar públicamente su fe católica. Y sin
embargo, se habla incluso de reducir, el nutrido cortejo de algunas
Hermandades que acompañan al Santísimo con luz, debido al buen
número de cofrades que participan. ¿Que pasaría, si dichas
representaciones, se sumaran al escaso público que contempla la
Solemne Procesión del Corpus por algunas calles, restando el número
de sus hermanos (númerus clausus)? Pese a todos los condicionantes y
excusas de carácter religioso, político y social, que queramos
aducir con arreglo a la probable decadencia de la Procesión de las
Procesiones, no obstante el posible fideismo que muestra esta ciudad,
más interesada por la salida de vuelta del paso del Señor de la
Cena aderezado por el atractivo de la banda: lo esencial es que DIOS
está en la calle, entronizado en la primorosa custodia del ínclito
Arfe, rodeado de toda la elegancia y el esplendor, religioso,
político y militar -aunque esto último sea lo más incongruente que
se le pueda rendir al honor de los honores: las armas. Y La
incuestionable ciudad del postureo y la protestación de Fe popular,
se echa a las calles perfumadas de romero, para ALABARLO, Adorarlo y
darle Gracias. Por esta mañana preclara, - más que símbolica,
presencial- en sus cinco siglos de tradición e historia, no hay nada
más que merezca la pena y la gloria -Cielos y Tierra- que, Bendecir al Señor, -Dios está aquí- en el jubileo de las veinticinco
campanas de la Torre fortísima, en comunión con todos los alminares
y espadañas de la urbe. ¡Venid, adoradores, adoremos! .Hoy es DIOS,
por las calles de Sevilla, el Sacramento de nuestra Fe. Más tarde, volverá a ser el Jesús Sacramentado, reservado, íntimo, esencial,
que se muestra en el silencio de los Sagrarios, clausuras y
Conventos, para su perpetua Adoración.