martes, 2 de agosto de 2016

#QueEstalleLaPaz



¡Que estalle la Paz!, en el día del Señor, desde el Porvenir de la vida. Oh Cruz, donde está Tu Victoria...en la Cruz  con los brazos abiertos de Cristo Resucitado. ¡Que estalle la PAZ!, que es posible la vida, en aquella Mujer vestida de sol; coronada de estrellas, entronizada en la silla, donde Reinan los Reyes. La Paz Gloriosa, que presenta a Enmanuel -Dios con nosotros- sagrario abierto en la inocencia del Niño, golosina del bien respaldada por la Madre. La Paz que nos llega bajo transparente cielo de malla; la Paz incardinada en su palio de tumbona: La Paz os dejo, mi Paz os doy; pura y limpia del Postigo, enérgica sonrisa de la Madre que eternamente nos lleva en sus brazos como niños. Es posible mostrarle a los niños el encanto y la luz de un mundo mejor; llenos de alegría por ser hijos de un mismo padre; padre de la Misericordia, que insufla su infinita Misericordia de Padre.; Padre y Señor nuestro, que perdona, olvida y borra, que espera cada tarde, hasta ponerse el sol en la atalaya, la vuelta de sus hijos pródigos. El Príncipe del mundo no deja de bombardear, provocando el maltrato a los más vulnerables, la violencia sobre los más débiles y el abuso a los más indefensos. El hombre insaciable se afana en la defensa de su patrimonio efímero;en la defensa personal que garantice su prestigio y su poder. Cuanto tiempo necesitará el hombre para darse cuenta de la insoportable necedad de la guerra; de la absurda pérdida de valores que conlleva la destrucción; del vacío mental; de la pérdida de inteligencia; del sinsentido y la cerrazón de un eterno conflicto, que ha perdido sus frentes de batallas cuerpo a cuerpo, para ganar en efectos especiales, sembrando el terror imprevisible; el estado inminente de alarma y la alerta continua que amenaza de atentado mortal, que ha hecho vulnerable a las mayores potencias mundiales. Los gobiernes de todos los paises, trabajan infructuosamente en una Paz que se basa en la defensa; de una Paz tuneada por la política armamentista, que se negocia insistentemente en las cumbres de Bruselas, con acuerdos y tratados que ninguna de las partes implicadas, cumple en la práctica. Tiene que estallar la Paz, como lo hace cada quince de Agosto, en el día dela Virgen; cuando los pueblos derrumban las murallas de sus diferencias ideológicas y raciales, y construyen los puentes de la fraternidad de la mano de sus padres. Tiene que estallar la Paz, como ha anunciado el Santo Padre en la explana de la Misericordia, exhortando a las nuevas generaciones a levantarse del sofá de la comodidad, sacudiéndonos el polvo de consumo, que nos mantiene atontados y echándole coraje a la Buena Nueva, capaz de cambiar el mundo. La vieja utopía tan antigua como actual: Escucha hermano la canción de la Alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día...Tiene que estallar esa Paz, que revienta los oídos, sin causar más daño que la conversión del hombre, en hombre nuevo. La fuerza del Amor que mueve el mundo generando la incomparable energía del Bien, esa que nos presenta una Madre y Reina, por quien reinan los Reyes; esa Paz, radiante y sonriente en los brazos del niño con cara de "pillo", la que levanta pasiones, la que despierta emociones, la que nos abraza y eleva en la oración y comunión de todos los santos. Tomar conciencia  de esa Paz tan lejana, como necesaria, no es ninguna inconsciencia, es un reto, que estando firmado por un Padre Santo (E. Pacem in terris- Juan XXIII) aún no ha sido capaz de interpretarlo el hombre. Por eso a dos meses de coronar la cima de la Paz, debemos de prepararnos para que estalle, estar atentos al Porvenir, con los ojos puestos en el blanco paraiso de la gracia; para que estalle la Paz, como una deflagración atómica que nos cubra de pureza, que nos impregne de armonía, que nos haga gozar, como Niños, en una emboscada de flores, donde no haya más víctimas ni verdugos, que los cientos de miles apóstoles de la Misericordia, que perdonando, olviden y olvidando, lleguemos a borrar los males de este mundo, en la plenitud eterna de su gloria. 

martes, 5 de julio de 2016

Dejad que los Niños




Desde que tengo uso de razón, hace más de cincuenta años, estoy viendo niños famélicos; negros, chinos indios, modelados en aquellas huchas del DOMUND, que repartían en los colegios de los años 60 del siglo pasado, para sufragar la labor apostólica y misionera de la Iglesia. Aún sigo viendo los mismos rostros de la miseria infantil, de la desnutrición, de los pechos secos y flácidos que miran al vacío de las pantallas o ilustran fotos impresionantes dignas del “pulicher”. Ni el esfuerzo continuado de la Organización Mundial de la Salud; ni el trabajo encomiable de la UNESCO; ni la presencia constante de CRUZ ROJA; Aldeas infantiles, UNICEF, Medicos sin Fronteras; Mensajeros de la Paz; Misioneres, Cooperantes, Voluntarios; y/o innumerables presencia de ONGs, ha logrado, poco más que atender puntualmente el incesante caudal de necesidades y precariedad permanente, que padecen los niños del hambre crónica, instalada en el llamado tercer mundo. Los niños, que tuvieron la desgracia de nacer donde la familia era semejante a la camada de cualquier manada de animales, continuan deambulando por los lodazales de poblados y aldeas, con la pena ancha retratada en sus ojos famélicos y los labios cuarteados, comidos por las moscas, apenas sosteniendo un esqueleto escuálido que pronuncia la hinchazón de sus vientres inflado por los gases. Esos niños, ya no son patrimonio exclusivo del cuerno de Africa, sino que se reparten por todas las latitudes, donde impera la miseria, fruto de la injusticia social, víctimas de las políticas imperialistas y del fanatismo de una religión que los inicia en el horror del manejo de armas y la lucha fundamentalista que promueve el odio, la tristeza adolescente, la impiedad y la indolencia ante la muerte, como máximo objetivo de una liberación irracional y demoníaca. La extrema gravedad de la situación que viven estos niños, escapa a nuestra conciencia, se hace un mal rutinario, cotidiano, al que vamos acostumbrándonos, en el día a día, al contemplar, los innumerables casos de denuncia que observamos indolentes, a través de los medios de comunicación y constantes llamadas a la ayuda solidaria y colaboración, con las distintas organizaciones involucradas en erradicar la pobreza infantil. En nuestra sociedad occidental, donde nuestros niños parece que lo tienen todo, que disfrutan, hasta la saciedad de una comida sobrante, que termina allá donde otros rebuscan alimentos, contemplamos ya este mal, que nos sacude el corazón, a la sobremesa, pero que termina haciéndonos indiferentes, ante las imágenes del terror infantil, que se cuela en nuestros hogares. Estos niños mártires de Bangladés; Santos inocentes de la barbarie perpetrada por lobos solitarios que se ciñen el cinturón de explosivos para inmolarse en el nombre de un Dios grande, en cualquier termiinal; estos niños huérfanos del amor Trinitario, para los que no hay respuestas que justifique su presencia en este mundo, más que aquellas palabras que bendiciéndolos sobre sus rodillas, aseguraba, que nadie que no fuera como estos niños, entraría en el Reino de la justica, de la Verdad, de la Paz y el Amor, Pues por estos niños, nos estremecemos los hombres salvados por la esperanza del Apostol San Pabro. Los hombres que sentimos en nuestras carnes el dolor y la condolencia que permite la misericordia divina. ¡Dios mío, haz que nunca seamos indiferente! Ante tan execrable contabilidad de víctimas del terrorismo fanático, cuyo parte diario tanto nos aflige. Un niño es de las pocas alegría que nos permite seguir creyendo en este mundo herido por el pecado. Un niño es la mirada agradecida de la fe, de todo la confianza que ponemos en aquel que todo lo puede. Un niño, nos puede llevar a la perfección por la caridad, ya que su inocencia, responde siempre al buen ejemplo, al único sentido del amor que da más de lo que recibe. ¡Dios mío, haz que nunca seamos indiferentes! Ante el crecimiento de la pobreza infantil, que preconiza “Caritas”en sus preocupantes informes. Porque también aquí, en nuestro primer mundo, en el privilegiado mundo de los paises que presumen de riqueza social y estabilidad política y económica, los niños siguen sufriendo, la falta de alimentos esenciales para su crecimiento. Los niños siguen sufriendo con los errores de unas familias desestructuradas; separadas, incomunicadas, que propician el chantaje y la extorsión de unos padres que compiten entre sí en beneficio de la mala educación de los menores. Niños que padecen en silencio, la violencia de género; el maltrato físico, la violación por parte de sus propios padres, madres, madrastas y padrastos. Niños malcriados en la indiferencia, en la comparación odiosa, con respecto a sus padres y hermanos, en la cerrazón , en la desconfianza, en la inferioridad, el miedo, la insatisfacción y el desprecio. Si el amor, no lo remedia -esa es nuestra fe como creyentes y hombres que buscamos la verdad- el hambre infantil y la sed de justicia que se extiende como una plaga devoradora; los que padecen persecución por razones de sexo, raza, color o credo, continuarán -continuaremos- siendo víctimas de estos brutales atentados, que por otro lado, no responden a ninguna seña de identidad, ideal o doctrina, ya que ningún Dios -por trascendente que sea- tiene entre sus planes, la llamada a una guerra tan profanamente santa, que promete alcanzar tan disparatadamente el paraiso.

jueves, 30 de junio de 2016

"A quien le importa"...

    


Pero hay a quien le importa lo que tu digas, lo que hagas, el modo de actuar, las formas, el decoro, el pudor...en una palabra, el respeto que has de guardar, para reivindicarlo públicamente, cuando los derechos humanos: la ética, estética y la moral social, se vean amenazadas por la falta de libertad. No puedes, no debes, acusar de homofogo al clero, cuando eres tu, quien sodomiza los hábitos religiosos, profanando en público el respeto que se le debe a las órdenes religiosas. La Cruz, es el símbolo de los cristianos, el sagrado leño donde padeció y murió nuestro Señor Jesucristo para redimirnos, -si, para redimirnos a todos sin distinción de credos, razas, color o sexo- aunque tu no lo creas, sin discusión de género. Sobre esa Cruz, los cristianos con sus pastores al frente de su iglesia, hemos jurado, tantas veces como a lo largo de la historia, nos hemos equivocado, como humanos que somos, pidiendo perdón públicamente por los abusos de todo género, que ha cometido el magisterio apostólico. El actual Pontífice a quien tu, admiras tanto, ha apelado en repetidas ocasiones al Amor, el perdón y la misericordia, como máximas de un Dios cercano, que nos ama a cada uno, personal y colectivamente y que no desprecia a nadie que apele a este amor redentor, por cuestiones de credos, raza, color e inclinación sexual. No puedes, no debes, demonizar, la señal de esa Cruz salvadora, que es el alfa y el omega, los cuatro puntos cardinales de nuestra Fe, para llenarla de babas, mojarla en alcohol o someterla a toda clase de oprobio por tus carnes desnudas y fetiches de cuero. Tu derecho, no lo discute nadie, tu libertad, deja mucho que desear, encadenada al culto de tu cuerpo, entregada a la provocación más transgresora. El orgullo, no se exhibe brindando al sol con la lujuria y el desenfreno. El orgullo, que en definitiva es abono para la soberbia, queda en entredicho, ridiculizado, cuando se aprovecha para desacreditar, las costumbres, creencias y tradiciones de aquellos a los que tachais de rancios, fachas, intolerantes y homófogos. Ya que sois tan libres, como para no tapar vuestras verguenzas; ya que sois tan progresistas y tolerantes, como para ahogar en alcohol, vuestras miserias; ya que estais tan seguros y encantados con vuestros cinco días de Fiestas, ya que gente de todo el mundo acude a la colorida cita de la Plaza y la resentida sociedad de consumo se nutre de tan arrollador ambiente, para crecer en riqueza y creación de empleo...Respetad, desde la altura espectacular de vuestras florecidas carrozas, a los que deseamos estar orgullosos de la educación de nuestros menores; no porque vuestro ejemplo de entender la vida sea incoherente,-que lo es- sino por lo exagerada y extravagante manera de predicar vuestra cultura; cultura al fín que aborrece y repudia a los que creemos que el amor y el sexo libre, no tiene nada que ver con la exhibición del verdadero amor. Que para expresar públicamente la inclinación, no hace falta caer en la grosería de enseñar el culo por la calle, ni para injuriar, ni maldecir a la Iglesia católica -perseguida siempre por todos los confines del mundo- hace falta blasfemar y profanar, los símbolos y hábitos tan sagrados para los creyentes. Haced el favor de lucir y tender vuestro Arcoiris, -que por cierto fue la señal de la reconciliación y la alianza que estableció Dios con todos los hombres- pero hacerlo, sabiamente, sin necesidad de tener que esconderos bajo esa bandera, para tapar las verguenzas y miserias de una sociedad cada vez más aplastada por el príncipe del mundo. 

Madre, Padre, hijo, nieto, hermano:  no te preocupes, -bien mío- yo te voy a querer de todas maneras.

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