¿La
Esperanza viene sola?
¡que
va!...por muchos caminos!
Viene de
caños Carmona
A lomos de
un borriquillo
Junto al
Santo Patriarca
Tan bueno
y bien escogido
Que por no
ofender…no hablaba
¡Casto
-San José- bendito!
¿La
Esperanza viene sola?
¡viene
preñada del Niño!
Dichosa de
ser la Esclava
Del Señor-
que dando brincos-
En el
Sagrario del vientre
La llena
de refocilio.
¿La
Esperanza viene sola?
¡que
va!...si el Abad Benito
Al verla
por la calzada
Fue
corriendo a recibirlos
Y le
regaló el pañuelo
De la
Encarnación, más lindo
Donde su
llanto enjugara
En el
momento preciso.
Nunca
viene la Esperanza
Por estas
fechas del frío
-Sola- a
la tierra que lleva
Su nombre
tan bien escrito…
¿No sabes
que Ella es la Gracia
Que San
Roque, dio cobijo
Bajo un
palio de Giralda
Y flores
de cera en rizo?
Nunca
llega la Esperanza
Sin portal
ni villancicos
Sin
rondallas de alabanza
Ni Pastora
en capuchinos
Ni oriente
por donde quepa
El
resplandor de su Auxilio
Que la
trinidad se ensancha
¡gloria
de Dios, uno y trino
Para
abrirle a la Esperanza
Las
puertas del paraíso!
Después
cruzará río y puente:
¡habrá
un belén más divino
Que el que
sirve a la Esperanza
Entre
orilla y caserío
Cuando se
adentra en Triana
Por el
portal más castizo
Que le
abren los marineros
Para que
alumbre al bendito!
La
Esperanza nunca viene
Sola por
estos caminos
Máxima es
la Expectación
Que
despierta este delirio
Antífona
del Amor
Que nos
devora en su círculo.
Que aunque
triste la entrevieras
Bajo el
arco florecido
En navidad
de centuria
Que dicta
Sentencia a Cristo
Verás que
nunca está sola
Que bajó
del cielo mismo
Para
acercarnos su Mano
De la
forma que Ella quiso
Con un
nombre, ¡MACARENA!
Para
quedarse en su sitio.
Buscando
en los rincones del recuerdo, la LUZ señala hacia este Templo: -casa
de Dios; -sede canónica de la Real e Ilustre Hermandad que me ha
hecho el honor de este inmerecido encargo y residencia de la cofradía
de penitencia de mis amores.
Pese a la
responsabilidad contraída, confieso que me siento como en casa y con
el respeto debido, -a la mayor dignidad-...-acompañado por la
presencia de quien considero –desde lo más profundo de mi ser,
-como un verdadero padre-:
-nuestro
querido y admirado: Don José Robles-, toda una vida al servicio
espiritual y humano de esta sede de San Esteban:
“¡que
Dios se lo pague –Don José- y Nuestra Señora de la Luz lo alumbre
muchos años para gozar de la generosidad de su brillante
magisterio!”.
En
la nave del Evangelio, la Virgen de porcelana y sonrojadas
mejillas, me saludó con el rayo fulminante de su Luz, desde el
primer momento.
Era noche
fría de ensayo costalero…
-cuando
aquellos ensayos de Enero, veían las claras del día, porque no
había reloj para marcar la ilusión de los primeros hermanos.
Antes de
fajarme, la belleza recogida de la Virgen de la Luz, llamaba mi
atención desde la penumbra de su altar.
Sonriente,
amable y admirable, disfrutando de las travesuras del Niño que
jugaba con las cuentas de su rosario.
Así fui
bebiendo del vaso insigne de su devoción, mientras igualaba en la
cuadrilla de mis amantísimos titulares.
Gloria y
penitencia, penitencia y gloria que en Sevilla se funden, llegando a
la belleza por el Dolor y pasando del Dolor a la Luz de la
Resurrección.
Tan a
gusto me siento aquí, que me resulta imposible, volver la mirada
hacia la nave de la epístola, sin que escape de mi boca el piropo
hecho plegaria a la Madre de los Desamparados…¡nunca ese Bendito
nombre se hizo tan necesario en estos difíciles momentos!:
“¡No nos
dejes Desamparados! -Madre amantísima, RUEGA POR NOSOTROS-…”
Como el
sol de un Martes Santo
En la
transparente maya
Que va
tejiendo en tu saya
Traviesas
hojas de acanto…
La luz se
filtra en tu manto
Y a tu
cintura se entalla
¡No
quiere, Reina que vaya
En
penumbra tu quebranto!…
Celeste y
crema encendida
Viene en
tu palio bordada
La
primavera mecida
Y -al son
de las bambalinas-
¡que
gloria, Desamparados,
Tu
hermosura peregrina!
Desde este sitial de
privilegio, -no lo veo-, pero lo adivino e intuyo, porque como Padre,
Hermano y Amigo, -El- forma parte de mi vida.
“El
mundo es ancho y confuso…la vida es una Semana”, decía el
pregonero; pero ¿Qué será de nosotros el resto de los días? Se
preguntan muchas personas, uncidas por el yugo del trabajo y la
desilusión.
La
debilidad humana necesita de su Luz, para recobrar la Salud y el Buen
viaje por este valle de lágrimas;
No todo el
mundo es beato ni santo, ni puede proyectar la sombra de la LUZ, ni
alcanzar el nivel de caridad, de Santa Angela de la Cruz y las
Madres, Teresa de Calcuta y Purísima.
Pero aunque
no baste… la intención es buena... y aunque no se vea, -El- ¡está
ahí, asomado a la ventana;
-oyendo
nuestras súplicas,
-velando
por nosotros,
-derramando
humanidad con la exclusiva de sus transparentes lágrimas!
El hombre va muy de prisa
Con su
lucha cotidiana
Sin saber
bien donde pisa
Por lo
incierto del mañana.
Cruza y
mira, sin apenas
Acertar a
poder ver,
Más allá
de las cadenas
Que
arrastra su padecer.
No sabe,
que aun en la ausencia
De Luz -en
su oscuridad-
Hay una
llama encendida
Que vela
su caminar…
¡Haz un
alto en el camino
Y a su
reja aferraté!
-Verás
como alguien te espera-
Te da
fuerzas -y después…
¡Aunque
la ruta sea incierta!
¡A pesar
de tu desgana!
“Cuando
se cierren las puertas
El, te
abrirá una Ventana”
Todo
discurso, tiene su anécdota. La que aquí narro, viene a colación
del “gusanillo” que nunca es capaz de matar un viejo costalero.
Con motivo
del segundo embarazo de mi nuera, le pedí a la Virgen de la Luz
–Excelsa Abogada de las mujeres que se encuentran en estado de
buena esperanza- que le concediera una “horita corta”, después
de la complicada cesárea a la que se vio sometida en su primer
parto.
Al tiempo,
le prometí a la Señora, que volvería a salir de costalero bajo su
manto, seguro de la amistad que me une a mi buen amigo Manolo
Hernáez, capataz auxiliar de su paso, e inconsciente –al mismo
tiempo- del compromiso en el que ponía al hermano y amigo.
Sin
pensármelo dos veces, cogí el teléfono y le comuniqué mi
intención… Naturalmente Manolo, accedió a mi ruego, como haría
cualquier buen amigo –incondicionalmente-.
Quedamos
para la igualá del paso…
No saben
vdes., ¡con que ilusión preparé los “trastos”! facilitados por
mi cuñado, que actuó como padrino en mi reaparición en el costal,
después de más treinta años…
Hasta que
no llegué a este templo de San Esteban, la noche de la “igualá”,
no fui consciente de lo descabellado de mi idea, ni de la magnitud
del compromiso en el que había puesto a mi amigo Manolo.
¡Más de
trescientos aspirantes, abarrotaban la Iglesia a la espera de un
hueco en las trabajaderas de la Virgen!
El bueno de
Don José Robles, daba la bienvenida a todos los asistentes, mientras
que el Hermano Mayor, -abrumado por la masiva presencia de
costaleros-, agradecía y al mismo tiempo trataba de disculpar las
molestias causadas , ante la imposibilidad de encontrarles un hueco
en la cuadrilla a todos.
Al verme,
entre la multitud, Manolo Hernáez, acudió solícito a saludarme y
con el buen talante que le caracteriza, me emplazó para el día de
la Salida procesional de la Virgen.
Llegado el
anhelado día, en la Plaza de Zurbarán, se procedió a la “igualá”
definitiva; allí estaba yo con mi ropa, --agazapado-, entre las
caras de circunstancias de los costaleros, que se preguntaban: ¿Qué
pintará aquí este?…finalmente, el bueno de Manolo y sus
contraguías, salieron al “quite” y con buen criterio y mejor
profesionalidad, me buscaron un hueco en la corriente de la cuarta
trabajadera a “ojo de buen cubero”, consolándome:
“Mira
Antonio, vas a dar una de las “chicotás” más emotivas… cuando
volvamos la Virgen a las madres clarisas –una vez pare el paso- te
metes en la cuarta; la levantá va a pulso… y la “revirá” para
enmarcarla”.
Efectivamente
así fue; una “chicotá” inolvidable en todos los sentidos.
Después de
más de treinta años, me sumergí en ese limbo oscuro, apretado y
vaporoso de las trabajaderas.
Sonó el
llamador, ¡tres golpes secos a la voz de “a pulso”!
La banda
marcó una marcha que parecía escogida por mi: -¡Rocío!.-No se
exactamente lo que dura, -sobre unos diez minutos- que hicieron parar
el tiempo.
Todo
transcurría a mi alrededor como una exhalación; apenas sentía la
dulce carga, pero me daba cuenta del peso que suponía aquel
instante; mis pies se movían solos, acompasados por un ritmo
aprendido en el fondo del alma; en un abrir y cerrar de ojos, había
sido capaz de orar por mis intenciones, gozar, sentir y vivir
-incluso las notas de la flauta y el tambor que producen el éxtasis
del silencio y la expectación, arrancando al final la ovación del
público-.
En un
abrir y cerrar de ojos, fui literalmente extraído de aquel estado de
gracia y cuando pude reaccionar, me fundí en un abrazo fraternal de
agradecimiento con mi amigo Manolo.
No me
preguntéis, si “mate el gusanillo”… preguntadme mejor por la
satisfacción y el orgullo que sentí, al ver cómo meses más tarde,
mi nuera daba a Luz, sin ningún tipo de complicaciones, al tesoro
más grande que me ha regalado la vida: -¡mi nieto Daniel!-
Precisamente
hablando de la familia, me centro en el eje fundamental de esta
Hermandad letífica, para exaltar la importancia que tiene el
sacramento del matrimonio, tanto en la ilustre corporación
anfitriona de este acto, como en estos momentos de crisis social y
económica.
La
familia como tal –con nombres y apellidos- ha sido y será el
germen de la Hermandad de la Virgen de la Luz; una familia limitada a
la collación de San Esteban; unida de generación en generación;
que va creciendo lentamente, midiendo cada paso, con el sello
heredado de hacer las cosas bien.
En estos
momentos –como os decía- la familia constituye el colchón donde
descansan todos los que hemos resultado víctimas de la crisis;
Padres y
madres; abuelos coraje y hermanos todos, nos apretamos en los
hogares y estiramos nuestros sueldos y pensiones, para poder seguir
hacia delante.
Esta es la
verdadera luz de la solidaridad humana, que da sentido a la
hermandad convertida en familia y a la familia hecha una auténtica
hermandad.
“No es
bueno que el hombre esté solo porque en los momentos difíciles de
la vida, peligra la fe y sin la fe, se pierde el sentido y el rumbo”.
“Ilumina
nuestro camino, ¡Virgen Santísima de la Luz ¡ y bendice a nuestras
familias…para que permanezcan unidas: en la salud y en la
enfermedad, en la abundancia y en la escasés; para lo bueno y para
lo malo… concede a los que no tienen el privilegio de contar con
una mujer, madre, padre o hijo, que encuentren en la hermandad
siempre a un hermano, dispuesto a prestarle su ayuda”.
“Creo que
nadie está solo porque quiere y es posible que haya muchos hermanos
que lo están, por haber querido demasiado”. Dicen que la luz es
la ausencia de oscuridad, pero también es preciso reparar en la
oscuridad, para ver las estrellas, tanto las rutilantes del cielo;
como las estrelladas en el suelo: sin familia, sin casa y sin otro
medio que el cartón y la manta raída. Su condena, nos hace
culpables a todos los que confesamos la fe cristiana, pasar de largo
es desoír la “palabra de Dios” y optar por la comodidad de que
todo se arregla rezando.
EPILOGO: La
Luz Imperial
Cae la tarde
dorada y melancólica del segundo sábado de Septiembre; el cielo
comienza a teñirse con los azules sabios de Sevilla; Celeste de San
Esteban…azul baratillo y real de la Carretería.
Cuando
tu sales, ¡Señora!, el resplandor de la ráfaga, convierte la
piedra mudéjar en dosel recamado, para que se recorte el perfil de
tu admirable silueta.
Tras el
himno, las salvas de incienso garabatean un Ave María que se difunde
por el cielo cobalto y se extiende por los confines de la puerta de
Carmona.
La Sevilla
eterna, musa del clasicismo, se rinde a tus Plantas y eleva
plegarias de admiración a través de la airosa canastilla de
filigranas que ideara el maestro Castillo Lastrucci.
“La Luz
no tiene otra salida que tu rostro de alabastro” y se enreda en la
Gloria exultante que componen los ángeles mancebos... y los tiernos
querubines alargan sus brazos para contribuir a la apoteosis de tus
resplandores.
Tanta
majestad y delicadeza merecen un recorrido idílico, que se adentra
por el plateresco de la Casa de Pilatos hacia la calle Aguilas, ante
la mirada embelesada de Zurbarán.
La Luz
corta, alargando tu sombra por Imperial y Caballerizas, para salir a
verte retratada entre las torres gemelas de San Ildefonso.
No se puede
iluminar, ni andar mejor, por la estrechez conventual de San Leandro,
los dormidos naranjos, despiertan el letargo de su flor de azahar
para mezclarla con los nardos que exornan tus andas reflejada en las
aguas de la “pila del pato”.
Ahora sí,
Tu Luz inunda la estrechez Imperial en uno de los momentos cumbres
de tu insuperable itinerario.
Cuando
inicias la revirá a Calera, las malvas buganvillas que trepan por
las tapias del palacio, no quieren perderse, semejante hermosura ni
lirismo.
Atrapados
en este limbo de ensueño, la procesión irá alcanzando el muro de
los Navarros, para volver a la Puerta de Carmona, cuando la noche te
corona con su luna de miel de membrillo: ¡como Reina y patrona que
eres del barrio de San Esteban!
¡Es preciso
vivir esta Luz para contarla! y sentirla, para poderla expresar,
aunque nada será lo mismo que contemplarla en Tu presencia, ya que
esta incesante Luz, te deslumbra hasta el punto de dejarte sin
palabras.
Soñando un
año más el milagro de la LUZ difundida por el barrio de San
Esteban, compuse esta Exaltación, -que curiosamente firmó su último
verso-, la mañana misma de Tu Gloriosa procesión por las calles…
¡hermosa coincidencia que viene a confirmar, que las cosas no
suceden por casualidad en la vida!
Porque Tu
Luz sea mañana
Con un
nuevo amanecer.
Porque el
sol vuelva a nacer
Tras las
oscura madrugada.
Porque Tu
Luz vuelva a ser
La
esperanza del que llora
y el
dorado de Tu aurora
campo
sembrado de mies.
Porque el
hombre en sensatez
Perdone y
olvide el daño
Y suba
siempre el peldaño
Que lleva
a la perfección…
¡Que su
fiebre de ambición
Remita en
la caridad
Y entienda
que el verbo amar
Es el más
preciado don!.
¡Haz el
bien sin otras miras
Ni te
preguntes porqué
Da tu mano
de comer
Y te
escupen en la herida…!
Que la Luz
agradecida
Brille a
cambio de la nada
Sea como
aquella mirada
Que corre
en busca del hijo
-Pródigo-
en dejar su alijo
A cambio
de la almoneda…
Y cobre
con la moneda
De volver
bien recibido.
Porque
Tu Luz sea el alivio,
El apoyo y
el consuelo
De quien
rozando en el suelo
Alarga su
vergonzante
-Pobreza-
sin rebajarse
A pedir el
pan ajeno.
Que la
humildad sea el sereno
Que cubra
de dignidad
Al que
solicita empleo
Y un techo
do cobijar
Las
penurias del dinero
Que lo
intenta desahuciar.
Que tu Luz
sea la justicia
¡Trono de
sabiduría!
¡Causa de
nuestra alegría!
Que
alumbre nuestro destino
Allanando
los caminos
De esta
mundana utopía…
¡¡Cúranos
de la miopía
De
explotación por el hombre
Y que la
LUZ de tu nombre
Brille en
toda Andalucía!!
AMEN.
En
Sevilla, Septiembre 2013 -Día de la Procesión de la Virgen de la
LUZ.-